La nueva directora de la Conagua demostró su impericia y escasa prudencia al ordenar que se abrieran las compuertas de la presa La Boquilla para liberar mil millones de metros cúbicos, la mitad del volumen con que cuenta en la actualidad.
Al parecer la funcionaria tiene otros datos pues de llevarse a cabo tal medida ocasionaría que se pusieran en riesgo las cosechas de la zona centro sur, la más productiva del estado.
La reacción de los productores y habitantes de la región no se hizo esperar por lo que bloquearon tres tramos de la carretera Panamericana y una vía del tren. Las movilizaciones duraron dos días hasta que dieron frutos las protestas y se acordó una reunión futura con los directivos de la Conagua para definir la cuota de agua y cuándo la debería pagar el estado.
El problema es añejo pues desde que se firmó en 1944 el tratado de aguas internacionales entre México y Estados Unidos se han suscitado conflictos debido a que se reparte el caudal de los ríos Colorado y Bravo.
Chihuahua sin recibir algún beneficio es el más perjudicado pues a pesar de ser una entidad desértica tiene que aportar una cuota anual que se vierte a la cuenca baja del río Bravo.
La razón de este acuerdo es que el caudaloso río Colorado desemboca en el golfo de California y sus aguas son aprovechadas por los agricultores del valle de Mexicali. Para compensar esta entrega México se comprometió a verter en el caudal del río Bravo una cantidad equivalente para que sea aprovechada por los texanos.
El caso es que ahora la nueva titular de la Conagua en su afán de quedar bien con los norteamericanos tomó la medida (desde su escritorio) de enviar una gran cantidad de agua para pagar parte del adeudo que se tiene, aunque para ello ponga en serio peligro la producción agrícola de la zona centro sur del estado de Chihuahua.
La participación solidaria de los sectores chihuahuenses, incluidos alcaldes y diputados, fue decisiva para que se diera marcha atrás a la medida, aunque para ello ya habían recurrido los encargados de abrir las compuertas al apoyo de la Guardia Nacional y el ejército.
La conciliación de las partes demuestra que con firmeza y compromiso cívico se pueden conciliar conflictos como el referido, el cual sería deseable no se repitiera y se llegara a un acuerdo que beneficie a los productores agrícolas chihuahuenses.
La inequidad obvia del referido tratado de aguas debe ser anulada con una revisión a fondo no solo con la Conagua sino entre los dos países limítrofes que comparten tanto el río Colorado como el Bravo. La solución desde luego no es sencilla ante lo complejo del problema, pero siempre es preferible un arreglo en el pierdan algo las partes que un buen pleito en que salgamos perdiendo todos.