/ sábado 19 de octubre de 2024

Los derechos humanos y su vivencia

Mi intención en este espacio editorial es hablar sobre la vivencia de los derechos humanos, pero antes, debo aclarar que desde mi punto de vista, la mejor forma de abordar dicho concepto filosófico es a través del pensamiento de Manuel García Morente, por lo que, debe quedar asentado que mi primer acercamiento a dicho autor fue a través de su libro “Lecciones preliminares de filosofía”, dicha obra, se deriva de la transcripción que se hizo de un curso dictado por el autor en el Departamento de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, luego de haber tenido que huir de su natal España con motivo de la guerra civil. Es precisamente al inicio de dicho texto, que García Morente refiere de dónde viene la palabra “vivencia”, la cual, fue introducida en el vocabulario español por los escritores de la Revista de Occidente como una traducción de la palabra alemana erlebnis, término que designa lo vivido o la experiencia vivida, en contraposición a los animales y las plantas, que sólo tienen vida (Leben). El significado de vivencia entonces, es aquello que tenemos realmente en nuestro ser psíquico, lo que sentimos y tenemos verdaderamente.

Precisamente, con un ejemplo tomado prestado del filósofo francés Henri Bergson, García Morente nos enseña lo que es la vivencia. Imaginemos que un grupo de estudiantes tiene como tarea por parte de su maestra, estudiar de manera detallada el mapa de París (o Parral si usted así lo prefiere), por lo que cada persona tiene asignada una cuadrícula del plano para memorizar sus calles, parques, tiendas y monumentos, incluso, pueden contar con fotografías y videos para apreciar de una manera más realista cada punto de interés. Estos conocimientos, nos dice el autor, pueden ir perfeccionándose cada vez más conforme pasa el tiempo, pero siempre será algo que pertenece al mundo de las ideas, en cambio, en el momento en que una de estas personas camine por unos minutos a través de las avenidas de la ciudad de la luz, va a tener una vivencia, con lo cual, tendrá una ventaja respecto de las demás.

Es así, que, entre el mero estudio de algo y su vivencia, existe un abismo en el que siempre será mejor esta última. Por ello, al hablar de derechos humanos, sobre todo desde el punto de vista de su principal sujeto obligado, es decir, el Estado a través de sus autoridades, es que no basta la mera capacitación o la obtención de grados académicos, es necesario que las personas también estén convencidas de que el servicio público debe ir de la mano del respeto de estos derechos y, por ende, de la dignidad que es inherente a todas las personas.

El no vivir los derechos humanos y abocarnos sólo a conocerlos como un requisito académico o laboral, ha sido uno de los muchos motivos por los que nuestro Estado de derecho actualmente atraviesa una crisis, es decir, según este principio de gobernanza, todas las personas y autoridades están sometidas a leyes, sin embargo, parece que nos sentimos más cómodos con un Leben (como las plantas), y no con una vivencia en la que merecemos una vida digna bajo el mandato de normas jurídicas que se cumplen, precisamente porque las sentimos como algo que es parte de nosotros.

Podemos tomar prestado del feminismo el ejemplo de las gafas violetas, esta metáfora que le debemos a la escritora y activista catalana Gemma Lienas, quien en su libro “El diario violeta de Carlota” hace una invitación para mirar al mundo desde una perspectiva crítica de género para ver y hacer evidentes las desigualdades y la violencia de género. Urge ponernos los lentes de los derechos humanos, dejar a un lado la pasividad y tener una vivencia de los derechos humanos, darnos cuenta de que no es posible normalizar la situación que viven en nuestro país periodistas, defensores y defensoras de derechos humanos y otros grupos en situación de vulnerabilidad afectados por el contexto de violencia en México.


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