/ sábado 3 de agosto de 2024

Los nostálgicos recuerdos de doña Eduviges

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

En la inmensidad de la cultura urbana, existen muchas personas que guardan en sus mentes y corazones una infinidad de recuerdos que, en tantas ocasiones, son compartidos con los hijos, nietos, bisnietos, amigos y compañeros; personajes, a los que les debemos mucho respeto, éstos son nuestros ancianos, que llevan en sus cabezas una enorme caja de “pandora”, llena de sabiduría y experiencia que, en constantes ocasiones, las comparten con todos nosotros. Tal es el caso de doña Eduviges Arteaga que, a sus 95 años de vida, nos comunica algunas de sus vivencias a lo largo, dice, de su “bendita” existencia.

Estando con ella, sentados en una sala modesta, con sus paredes llenas de recuerdos, donde aparecen fotografías de varios miembros de su familia, rodeada de plantas que, a decir de doña Eduviges, son sus amigas y compañeras de su vida. Ella nos cuenta desde la intimidad de su hogar, lo siguiente: “Les contaré un poco de lo que he vivido y visto –comenta doña Eduviges- a lo largo de mis 95 años. Mi niñez. la pasé con mis padres, hermanos, tíos y vecinos, los cuales. éramos de familia campesina en un pueblo muy chico llamado Santa Isabel, a 50 kilómetros de la Capital chihuahuense. Era un pueblo en el que no había radio, televisión, y menos, llegaba el periódico, esto hablando de 1940, por lo que, en mi mente nunca me imaginaba que, en alguna parte del mundo, se estaba presentando algún terremoto o enterarme de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial; de gente que, se estaba muriendo de hambre en alguna zona del planeta. En fin, mi pueblo era muy tranquilo, sin temores ni preocupaciones y yo, era feliz con una moneda de dos centavos que me daba mi papá los domingos.

Calle Libertad y Cuarta en 1920 / Foto: México en Fotos

“Nunca me imaginé tantas cosas que se inventarían en estos tiempos, como las computadoras, los teléfonos celulares, los robots, los viajes al espacio y no se diga, los experimentos de la clonación de seres vivos para hacer copias fotostáticas de ellos, como le sucedió a la borrega “Doli”, lo que, me motiva a reflexionar, sí el día de mañana cualquier muerto de siglos atrás resucitará, y al ver todo lo que está sucediendo, inmediatamente se volverían a morir de asombro. Admiro muchísimo lo moderno, y me pregunto, cómo Dios le ha dado al hombre tanta sabiduría para inventar una infinidad de cosas tan bonitas y cómodas, aunque algunas no son tanto, bueno, se me hace a mí, por ejemplo, a la mitad de la década de los 40 del pasado siglo XX, cuando por las noches se juntaban los señores en las esquinas a platicar y contar chistes mientras que, las señoras, se iban a la casa de la comadre a “rezar el Rosario” o más bien, a “chismear” con las otras vecinas, platicando y sacándoles la garra a medio mundo de sus asuntos personales, principalmente aquellos que, tenían que ver con las novias, las peleas maritales, y los amantes del hombre o de la mujer ¿Qué casos verdad? “Mientras que la muchachada jugábamos a los encantados, a la rueda de San Miguel, a la víbora de la mar, siempre aluzados por las lunas tan bellas y blancas que aparecían en el firmamento, y que, alumbraban donde jugábamos, ya que, no contábamos con luz eléctrica. Ahora que cambió todo, ¡Dios mío! hoy en día, ya no se acostumbra platicar en casa, ahora cada quien, se va a su cuarto a ver la televisión, y lo único que se ve es pura violencia, pleitos, sexo, y los niños en vez de jugar como antes, que les ayudaban a despertar su imaginación, ahora están más concentrados en el celular, en los juegos por computadora que, vienen cargados con muchos contenidos violentos.

“Por eso siempre he dicho que la televisión es el peor “maestro”, porque también nos están diciendo a cada rato cómo pelearte con tu esposo, o cómo vengarnos de alguna persona, y para hacer todo eso, únicamente tenemos que ponernos a ver telenovelas, en fin, nada es igual hoy en día, como lo que había antes. Ahora los niños de seis años, ya saben cómo se debe de besar, cómo se embarazan las muchachas, y da como resultado que cuando se casan, ya no se tienen el mismo deseo, las ilusiones les duran muy poco, y la mayoría de las parejas se divorcian al poco tiempo. Nada que ver con aquellas hermosas épocas, cuando experimenté desear tener un novio; era un asunto de mucho respeto, ya que, si acaso nos tomábamos de la mano y teníamos que voltear a todos lados, para ver si venía alguien, y si caminaba junto a nosotros, teníamos que aguardar hasta que pasara, y así, tomarnos de nueva cuenta de la mano.

“Para ir a una fiesta o un baile, tenía que ir con nosotros una señora conocida de mi mamá, y a muchas amigas mías sólo las dejaban ir a bailar con la compañía de un hermano o hermana mayor, pero si de pronto se quería ir temprano a casa nuestro “mal tercio”, los muchachos les llevaban sodas, alguna campechana o dulces para entretenerla y que se quedara más tiempo. La costumbre es que cada cuatro o cinco tandas, tocaban una tonadita que ya sabíamos que era para descansar, o para irnos a dar una “peinadita”, y los muchachos para fumarse un cigarrillo. Por ejemplo, si a una señorita la invitaba a bailar un señor de respeto, no se valía despreciarlo. Otra cosa que era muy común en mis tiempos, es que, los bailes se llevaban a cabo en los patios o corrales de las casas, y cuando hacía mucho frío o llovía, se ponían unas mantas y como no había luz eléctrica, nos alumbrábamos con lámparas de capuchón que cuando no se les echaba aire, se apagaban, y gracias a que andábamos oscuros, aprovechábamos las parejas de novios para darnos un besito, pero si volvía la luz, y nos descubrían, nos quedábamos bien apenados.

Vicente Guerrero y calle Libertad en 1930 en el centro de la ciudad de Chihuahua / Foto: México en Fotos

“Ahora ¡Señor de mi alma! bailan tan pegados o tan despegados que no se les entiende, y la música con esas enormes bocinas que hacen un estruendo y un ruido que hasta duele los oídos. Que bonitos mis tiempos, ya que, bailábamos con orquesta y cuando se terminaban los bailes, nuestros pretendientes nos iban a dar gallo, nos tocaban canciones románticas, y el que hoy es mi esposo, le gustaba demostrarme su amor, llevándome gallo. Lamentablemente hoy en día a sus 95 años solo se la pasa leyendo el periódico, y bailando con la bisnieta más pequeña de 5 años; canta puras melodías porfirianas, y sus favoritas “La Mocosita” y “Valencia”.

Por cierto, mis nietos le dicen que no más esas canciones se sabe; les platica muchas cosas de su infancia y afortunadamente algunos domingos, estamos acostumbramos a reunirnos en casa, casi todos mis hijos, yernos, nueras, nietos y bisnietos de modo que, parece una fiesta en grande, ya que cantamos, bailamos, nos gusta jugar y es que, a pesar de lo moderno, no me quitan mis costumbres antiguas. En fin, mis tiempos ya no volverán nunca jamás, sin embargo, todos esos cúmulos de recuerdos que se me han venido a la mente, son para mí, un alimento que sacia mi alma, al sentir que en mi existencia no perdí el tiempo, antes, al contrario, lo disfruté intensamente al lado de mis padres, hermanos y hermanas que éramos un montón, ¡diez nomás! Para que se den una idea y en donde siempre convivimos en familia, acudiendo además a la iglesia todos juntos, sin duda era un verdadero hogar. Y no se diga de todos mis amigas, amigos, maestros y familiares que la verdad les guardo un profundo respeto a todos, aún y cuando ya muchos de ellos han partido con el Señor. Creo que esto que le acabo de contar es un “puñito” de lo que viví, espero que este relato, nos motive a seguir luchando como familia para hacer de la sociedad, un verdadero pilar para que nuestra patria que en estos momentos anda toda “revuelta”, encuentre el camino correcto que nos ayude a tener un mejor bienestar para todos”. Con estas palabras, nuestra amiga, doña Eduviges Arteaga de 95 años, concluía este interesante relato en medio de un “mar de recuerdos”, en su modesto domicilio en el Barrio del Norte.

“Los nostálgicos recuerdos de doña Eduviges”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros Crónicas Urbanas de Chihuahua, tomos del I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).


Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com

En la inmensidad de la cultura urbana, existen muchas personas que guardan en sus mentes y corazones una infinidad de recuerdos que, en tantas ocasiones, son compartidos con los hijos, nietos, bisnietos, amigos y compañeros; personajes, a los que les debemos mucho respeto, éstos son nuestros ancianos, que llevan en sus cabezas una enorme caja de “pandora”, llena de sabiduría y experiencia que, en constantes ocasiones, las comparten con todos nosotros. Tal es el caso de doña Eduviges Arteaga que, a sus 95 años de vida, nos comunica algunas de sus vivencias a lo largo, dice, de su “bendita” existencia.

Estando con ella, sentados en una sala modesta, con sus paredes llenas de recuerdos, donde aparecen fotografías de varios miembros de su familia, rodeada de plantas que, a decir de doña Eduviges, son sus amigas y compañeras de su vida. Ella nos cuenta desde la intimidad de su hogar, lo siguiente: “Les contaré un poco de lo que he vivido y visto –comenta doña Eduviges- a lo largo de mis 95 años. Mi niñez. la pasé con mis padres, hermanos, tíos y vecinos, los cuales. éramos de familia campesina en un pueblo muy chico llamado Santa Isabel, a 50 kilómetros de la Capital chihuahuense. Era un pueblo en el que no había radio, televisión, y menos, llegaba el periódico, esto hablando de 1940, por lo que, en mi mente nunca me imaginaba que, en alguna parte del mundo, se estaba presentando algún terremoto o enterarme de los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial; de gente que, se estaba muriendo de hambre en alguna zona del planeta. En fin, mi pueblo era muy tranquilo, sin temores ni preocupaciones y yo, era feliz con una moneda de dos centavos que me daba mi papá los domingos.

Calle Libertad y Cuarta en 1920 / Foto: México en Fotos

“Nunca me imaginé tantas cosas que se inventarían en estos tiempos, como las computadoras, los teléfonos celulares, los robots, los viajes al espacio y no se diga, los experimentos de la clonación de seres vivos para hacer copias fotostáticas de ellos, como le sucedió a la borrega “Doli”, lo que, me motiva a reflexionar, sí el día de mañana cualquier muerto de siglos atrás resucitará, y al ver todo lo que está sucediendo, inmediatamente se volverían a morir de asombro. Admiro muchísimo lo moderno, y me pregunto, cómo Dios le ha dado al hombre tanta sabiduría para inventar una infinidad de cosas tan bonitas y cómodas, aunque algunas no son tanto, bueno, se me hace a mí, por ejemplo, a la mitad de la década de los 40 del pasado siglo XX, cuando por las noches se juntaban los señores en las esquinas a platicar y contar chistes mientras que, las señoras, se iban a la casa de la comadre a “rezar el Rosario” o más bien, a “chismear” con las otras vecinas, platicando y sacándoles la garra a medio mundo de sus asuntos personales, principalmente aquellos que, tenían que ver con las novias, las peleas maritales, y los amantes del hombre o de la mujer ¿Qué casos verdad? “Mientras que la muchachada jugábamos a los encantados, a la rueda de San Miguel, a la víbora de la mar, siempre aluzados por las lunas tan bellas y blancas que aparecían en el firmamento, y que, alumbraban donde jugábamos, ya que, no contábamos con luz eléctrica. Ahora que cambió todo, ¡Dios mío! hoy en día, ya no se acostumbra platicar en casa, ahora cada quien, se va a su cuarto a ver la televisión, y lo único que se ve es pura violencia, pleitos, sexo, y los niños en vez de jugar como antes, que les ayudaban a despertar su imaginación, ahora están más concentrados en el celular, en los juegos por computadora que, vienen cargados con muchos contenidos violentos.

“Por eso siempre he dicho que la televisión es el peor “maestro”, porque también nos están diciendo a cada rato cómo pelearte con tu esposo, o cómo vengarnos de alguna persona, y para hacer todo eso, únicamente tenemos que ponernos a ver telenovelas, en fin, nada es igual hoy en día, como lo que había antes. Ahora los niños de seis años, ya saben cómo se debe de besar, cómo se embarazan las muchachas, y da como resultado que cuando se casan, ya no se tienen el mismo deseo, las ilusiones les duran muy poco, y la mayoría de las parejas se divorcian al poco tiempo. Nada que ver con aquellas hermosas épocas, cuando experimenté desear tener un novio; era un asunto de mucho respeto, ya que, si acaso nos tomábamos de la mano y teníamos que voltear a todos lados, para ver si venía alguien, y si caminaba junto a nosotros, teníamos que aguardar hasta que pasara, y así, tomarnos de nueva cuenta de la mano.

“Para ir a una fiesta o un baile, tenía que ir con nosotros una señora conocida de mi mamá, y a muchas amigas mías sólo las dejaban ir a bailar con la compañía de un hermano o hermana mayor, pero si de pronto se quería ir temprano a casa nuestro “mal tercio”, los muchachos les llevaban sodas, alguna campechana o dulces para entretenerla y que se quedara más tiempo. La costumbre es que cada cuatro o cinco tandas, tocaban una tonadita que ya sabíamos que era para descansar, o para irnos a dar una “peinadita”, y los muchachos para fumarse un cigarrillo. Por ejemplo, si a una señorita la invitaba a bailar un señor de respeto, no se valía despreciarlo. Otra cosa que era muy común en mis tiempos, es que, los bailes se llevaban a cabo en los patios o corrales de las casas, y cuando hacía mucho frío o llovía, se ponían unas mantas y como no había luz eléctrica, nos alumbrábamos con lámparas de capuchón que cuando no se les echaba aire, se apagaban, y gracias a que andábamos oscuros, aprovechábamos las parejas de novios para darnos un besito, pero si volvía la luz, y nos descubrían, nos quedábamos bien apenados.

Vicente Guerrero y calle Libertad en 1930 en el centro de la ciudad de Chihuahua / Foto: México en Fotos

“Ahora ¡Señor de mi alma! bailan tan pegados o tan despegados que no se les entiende, y la música con esas enormes bocinas que hacen un estruendo y un ruido que hasta duele los oídos. Que bonitos mis tiempos, ya que, bailábamos con orquesta y cuando se terminaban los bailes, nuestros pretendientes nos iban a dar gallo, nos tocaban canciones románticas, y el que hoy es mi esposo, le gustaba demostrarme su amor, llevándome gallo. Lamentablemente hoy en día a sus 95 años solo se la pasa leyendo el periódico, y bailando con la bisnieta más pequeña de 5 años; canta puras melodías porfirianas, y sus favoritas “La Mocosita” y “Valencia”.

Por cierto, mis nietos le dicen que no más esas canciones se sabe; les platica muchas cosas de su infancia y afortunadamente algunos domingos, estamos acostumbramos a reunirnos en casa, casi todos mis hijos, yernos, nueras, nietos y bisnietos de modo que, parece una fiesta en grande, ya que cantamos, bailamos, nos gusta jugar y es que, a pesar de lo moderno, no me quitan mis costumbres antiguas. En fin, mis tiempos ya no volverán nunca jamás, sin embargo, todos esos cúmulos de recuerdos que se me han venido a la mente, son para mí, un alimento que sacia mi alma, al sentir que en mi existencia no perdí el tiempo, antes, al contrario, lo disfruté intensamente al lado de mis padres, hermanos y hermanas que éramos un montón, ¡diez nomás! Para que se den una idea y en donde siempre convivimos en familia, acudiendo además a la iglesia todos juntos, sin duda era un verdadero hogar. Y no se diga de todos mis amigas, amigos, maestros y familiares que la verdad les guardo un profundo respeto a todos, aún y cuando ya muchos de ellos han partido con el Señor. Creo que esto que le acabo de contar es un “puñito” de lo que viví, espero que este relato, nos motive a seguir luchando como familia para hacer de la sociedad, un verdadero pilar para que nuestra patria que en estos momentos anda toda “revuelta”, encuentre el camino correcto que nos ayude a tener un mejor bienestar para todos”. Con estas palabras, nuestra amiga, doña Eduviges Arteaga de 95 años, concluía este interesante relato en medio de un “mar de recuerdos”, en su modesto domicilio en el Barrio del Norte.

“Los nostálgicos recuerdos de doña Eduviges”, forma parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si usted desea adquirir los libros Crónicas Urbanas de Chihuahua, tomos del I al XIII, pueden llamar al cel. 614 148 85 03 y con gusto se los llevamos a domicilio o bien, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111).