Por: Gustavo Madero
Falta un año y ocho meses para las elecciones presidenciales del 2 de junio de 2024, pero la agenda nacional orbita cada vez más en el precoz proceso sucesorio, que el propio López Obrador ha precipitado y destapado a sus corcholatas para hacer campaña anticipada, violando flagrantemente la ley.
En la vida diaria de la población, los grandes problemas y carencias siguen sin resolverse: la violencia imparable, la impunidad resiliente, la pobreza y la desigualdad en aumento, la falta de atención de los servicios de salud, persisten como una terca y dolorosa realidad para la mayoría de la población.
Aun así, la popularidad del presidente se mantiene elevada y continúa existiendo un gran número de ciudadanos que mantienen su confianza en él y en su proyecto.
Sin embargo, una parte importante de quienes votaron por él en 2018 hoy está desencantada o se siente traicionada por asuntos como la descarada militarización de la seguridad pública y de las 227 funciones civiles transferidas al Ejército; por su poca empatía con el movimiento feminista; por el maltrato a los académicos e investigadores; por el desmantelamiento de estancias infantiles; por el recorte a los programas de apoyo al campo y a las pequeñas empresas.
En esta paradoja de un gobierno sin resultados, pero un presidente popular no ha logrado ser capitalizada por los partidos de oposición que no han logrado consolidar una propuesta alternativa atractiva para la mayoría de la población y propiciado que Morena llegara ya a ocupar el lugar del otrora imbatible PRI hegemónico.
A diario escuchamos de los ciudadanos preocupados por el rumbo que está tomando este país un enérgico reclamo a los partidos de la oposición: no se dividan, únanse y elijan a la mejor persona para ganar las elecciones presidenciales.
En tiempos de polarización y populismo, adolecer de un líder que unifique a la oposición comienza a ser una fuerte desventaja frente al partido del gobierno que cuenta con los enormes recursos públicos y el velo protector del narco.
El PAN ha iniciado una pasarela de fantasía tratando de encontrar a su abanderado. El método diseñado para una contienda simulada, tibia y de algodón no logrará encontrar al líder requerido para darle la vuelta a la situación.
La terrible traición de Alejandro Moreno, líder nacional del PRI, a sus aliados electorales al romper su compromiso de no apoyar la militarización que firmó lo convirtió en un aliado no confiable para construir acuerdos y compromisos futuros con el PAN y el PRD.
Esta situación ha llevado a la posibilidad de que el PAN reconsidere su alianza con un PRI inconsistente, conflictuado y desprestigiado que está siendo devorado por su álter ego Morena.
Las elecciones recientes en otros países parecen sugerir que se requieren perfiles nuevos y disruptivos para ganar. No son las propuestas, los métodos inerciales ni los perfiles tradicionales los que logran cautivar a una población indignada e insatisfecha.
No es casualidad que el joven alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio, aparezca junto con Ricardo Anaya, ex candidato presidencial del PAN, tan arriba en la mayoría de las encuestas.
Los partidos de oposición deben abrirse y reformular sus propuestas rumbo al 24 con perfiles, plataformas y métodos innovadores.
El PAN, el PRI, el PRD y MC deben abrirse a la posibilidad de construir una propuesta más ambiciosa y convincente rumbo al 24 porque es la única manera de enfrentar los grandes retos que tiene nuestro país. De otra forma, el resultado está cantado.