Es normal que cada vez que sucede un cambio en la Presidencia de la República renace la esperanza de mejorar las condiciones de vida de los mexicanos, máxime ahora que llega una mujer al poder.
Claudia Sheinbaum Pardo es la primera mujer en la historia que es presidenta, por lo que crece la idea que nuestro país habrá de cambiar para bien por cuestión de género, pero desafortunadamente la realidad es terrible, ya que ha crecido la desigualdad económica, la corrupción y la inseguridad y por supuesto el poder del “obradorismo”.
No se apuesta al fracaso, al contrario un buen gobierno beneficia a todos, en un marco de autonomía y democracia. Ella tendrá que dejar su huella personal como gobernante. Esto lo veremos con el paso del tiempo.
La historia ha colocado en su lugar a cada uno de los hombres que han ocupado la silla presidencial.
En el juicio histórico (dictamen) aparecen gobernantes como traidores, vendidos, mediocres, timoratos y por supuesto patriotas, Pero siempre ha habido expresidentes “tentados” en dejar en la silla a incondicionales, como lo hizo Plutarco Elías Calles con el llamado “Maximato”, dejando en el poder a Pascual Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez, pero luego se topó con Lázaro Cárdenas, quien lo mandó al exilio.
Quizá el caso más reciente, ocurrió en 1994. Tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, su coordinador de campaña Ernesto Zedillo Ponce de León fue designado como candidato. El 21 de agosto, resulta elegido presidente. Una de las primeras acciones de Zedillo, fue encarcelar a Raúl Salinas de Gortari y su hermano Carlos, prácticamente permaneció en el exilio, esto en Irlanda.
El primero de octubre de este año, en San Lázaro, hubo múltiples mensajes, más allá de los elogios y buenas intenciones al exjefe del ejecutivo, en donde se empezó a ver el estilo de gobernar de la presidenta.
Para empezar el saludo de beso a la ministra Norma Piña. Es un mensaje institucional, que jamás hizo López Obrador. aunque el pasado jueves la Suprema Corte de Justicia aceptó abrir la discusión sobre la controversial reforma al Poder Judicial, que podría ponerle un freno a la iniciativa aprobada por el Congreso. Un asunto candente que se pone en la cancha de la presidenta.
El gobierno saliente se enfocó en un ataque sistemático a las instituciones responsables del cumplimiento del Estado de derecho, como el Poder Judicial y los órganos autónomos, hoy a punto de desaparecer.
Otro aspecto importante que destaca en el discurso, fue el compromiso de fomentar la inversión, seguir con los apoyos económicos a la sociedad, mejorar la educación y fortalecer el sector salud. Pasar a los hechos, como la incorporación de los jóvenes al mercado laboral; superar la crisis de salud y competir en calidad educativa a nivel global.
En la estrategia de seguridad pública; en el ataque a la corrupción y en terminar con la desigualdad económica, han fallado los gobernantes de los últimos tres sexenios, por lo que estos temas se convierten en los principales retos de la presidenta.
Apostamos por una verdadera transformación del país, sustentada en independencia, autonomía, respeto a las libertades (prensa y expresión) y en la unidad nacional.