La libertad y el desarrollo, a punto de cancelarse en una patria que era libre, en la que no trabajaba el que no quería, en la que había una auténtica libertad de expresión, una verdadera independencia para ejercer el culto que cada mexicano decidiera y un México limpio con un panorama prometedor pese a los yerros en que pudieran haber incurrido alguno o todos los ex presidentes.
Chihuahua, como en la Revolución, ya es punta de lanza para disentir del manejo presidencial que solamente los sordos y los ciegos no quieren oír ni ver, no entienden que vamos derecho al despeñadero por una equivocada democracia que un grupo de mexicanos, no todos, ni siquiera la mayoría, hicieran que Andrés Manuel López Obrador llegara a la presidencia de la República, con todos sus rencores acumulados producto de sus frustraciones quizá por los intentos fallidos anteriores de llegar a la presidencia de la república.
Pero como que ahora con el asunto del agua de Chihuahua, le está haciendo cosquillas al tigre, buscando un zarpazo que nadie quisiera, cuando casi concluye la segunda década ya del siglo XXI.
Pocos, por no decir que nulos, han sido los acercamientos del presidente López Obrador, respecto al problema de la deuda del agua, con el gobernador del estado Javier Corral, aún cuando éste ya ha declarado a diferentes medios que el presidente siempre será bienvenido al estado y que aquí se respeta la investidura presidencial, aunque no deja pasar el aviso de que siempre y cuando se respete la integridad y la dignidad de los chihuahuenses.
Se hacen bolas con la contabilidad de los millones de metros cúbicos que hasta el momento se han pagado con motivo de la deuda de este quinquenio, sacan otros atrasados, así es que se vuelve el cuento de nunca acabar, cuando es nada más consultar los pluviómetros, llamar a los jefes de los CILA, el mexicano y el norteamericano, y hacer una evaluación real del agua que México ha entregado a Estados Unidos y verán que sacarán cuentas claras, pero con el cuento de la veneración que el presidente López Obrador le tiene al maniático de Trump, pues sencillamente, como se dice, nos lleva entre las patas.
No quieren que los chihuahuenses planten nogales, aun y cuando es un producto nativo de la región y Chihuahua es el principal productor de nuez en el mundo, rebasando a Nuevo México, que un tiempo fue la potencia nuecera; no quieren que se siembre alfalfa porque consume mucha agua, sin siquiera saber que también es un producto netamente chihuahuense y que con él se alimenta el ganado que produce la mejor carne y el leche con los mejores productos derivados de ella, quesos asaderos, etcétera.
La alfalfa no se produce ni en Tabasco, ni en Veracruz, ni en Sinaloa, ¿qué querían que sembraran los agricultores de Chihuahua, papayas, mangos, aguacates?, pues sí, si siembran y producen también todos estos frutos con un gran esfuerzo en el fondo de las sierras y cañadas de la Sierra Madre y con el tiempo y con el empeño y empuje de los productores chihuahuenses, seguramente le ganarán al mismo Tabasco, Oaxaca, Chiapas, para enojo y vergüenza de muchos.
Quizá lo de la comisión de senadores que estuvo en Chihuahua capital y en La Boquilla, en donde respaldaron la postura del gobernador, pudiera haber sido un adelanto si no fuera por los miembros de la comisión de Recursos Hidráulicos del Senado, con excepción del senador de Coahuila, Santana Guadiana, que es de Morena, al que la bola que le hicieron hizo que reconociera que el problema de sequía en Chihuahua es serio y que sería un error sacar el agua de sus presas, todos los demás senadores eran del PAN.
Pero para seis o siete senadores al siguiente día, el embajador de Estados Unidos en México habló fuerte pidiendo el pago del agua a su país. Le pediría el favor Marcelo Ebrard o el mismo presidente.