/ martes 24 de septiembre de 2024

México se seca junto con la expedición de la Ley General de Aguas, aprobada hace 12 años

El agua es, por antonomasia, el líquido vital y el elemento imprescindible para el crecimiento y desarrollo de los seres vivos y los procesos biológicos. Está presente en la mayoría de los ecosistemas y permite la reproducción de la vida en el planeta. Esta afirmación tiene base científica y aceptación generalizada en la sociedad, que se ha subestimado con el tiempo y el desarrollo de las civilizaciones.

Aunque se sabe que el 71% del planeta está cubierto de agua, el 97.5% es salada, no apta para uso humano, y solo el 2.5% es dulce. Este dato por sí solo debería implicar un uso racional para garantizar la propia subsistencia humana, pero su fácil acceso en algunas regiones y su bajo costo han llevado a devaluar a centavos este importante recurso y a usarlo de manera desmedida y predatoria.

En décadas recientes, el sistema de producción y consumo intensivos, el crecimiento poblacional y el uso irracional han llevado al límite las fuentes de agua, hasta el punto de agotarlas y rebasar la capacidad de regeneración. La contaminación, la sobreexplotación y el calentamiento global han alterado los ciclos hidrometeorológicos, generando problemas de sequía y escasez en varias regiones del mundo que viven los estragos de la sequía y la escasez. La ONU estima que 2 mil millones de personas (26% de la población) no tienen acceso a agua potable y 3 mil 600 millones (46%) carecen de saneamiento seguro.

Este escenario debería encender todas las alertas mundiales, pero solo cuando se vive en carne propia la falta de este recurso se dimensiona su importancia y su verdadero costo. México no es ajeno a esta realidad, y hay numerosos estudios y diagnósticos sobre los retos del abastecimiento, la arcaica infraestructura hídrica y la potabilización.

En el país consumimos al año el equivalente a 30 lagos de Chapala, el más extenso del país y la principal fuente de abastecimiento de agua de Guadalajara y su zona conurbada. Nuestra huella hídrica es de 1,978 metros cúbicos por persona al año, entendida como el impacto de las actividades humanas en el agua. Aun cuando es mayor que el promedio mundial de 1,385 metros cúbicos, el consumo per cápita es de 5,400 litros por día. Por si fuera poco, se requieren 1,222 litros para producir un kilo de maíz y 15,415 litros para un kilo de carne de res.

Al cierre de febrero de 2024, el 69% de la población mexicana padeció algún tipo de sequía. El país es vulnerable a sequías en el 52% de su territorio, pues cuenta con 14 estados donde predomina el clima árido o semiárido. 1,613 municipios experimentaron sequías severas, extremas y excepcionales. Las tarifas que se pagan por uso doméstico, comercial e industrial son insignificantes, desde 10 a 80 pesos el metro cúbico.

El Consejo Consultivo del Agua estima que para modernizar la infraestructura y tecnificarla se requiere un presupuesto de entre 150 mil y 180 mil millones de pesos anuales para comenzar a atender el problema. No obstante, el ideal es de 300 mil millones de pesos, un 1% del Producto Interno Bruto, como recomienda la ONU.

Estas son algunas piezas del rompecabezas de la realidad en la problemática del agua. Irónicamente, el Poder Legislativo Federal es y ha sido omiso en expedir la Ley General de Aguas que, a pesar de tener mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lleva 12 años sin expedirla.

Chihuahua tiene que seguir siendo punta de lanza para impulsar desde su Congreso estatal la expedición de esta ley. Al ser un estado fronterizo que comparte ríos y acuíferos internacionales, tenemos que estar presentes y hacer valer nuestras voces para que la nueva política hídrica nacional nos permita satisfacer nuestras necesidades humanas, agrícolas e industriales.


Maestría en Administración Pública, Diputado por el Partido Verde


El agua es, por antonomasia, el líquido vital y el elemento imprescindible para el crecimiento y desarrollo de los seres vivos y los procesos biológicos. Está presente en la mayoría de los ecosistemas y permite la reproducción de la vida en el planeta. Esta afirmación tiene base científica y aceptación generalizada en la sociedad, que se ha subestimado con el tiempo y el desarrollo de las civilizaciones.

Aunque se sabe que el 71% del planeta está cubierto de agua, el 97.5% es salada, no apta para uso humano, y solo el 2.5% es dulce. Este dato por sí solo debería implicar un uso racional para garantizar la propia subsistencia humana, pero su fácil acceso en algunas regiones y su bajo costo han llevado a devaluar a centavos este importante recurso y a usarlo de manera desmedida y predatoria.

En décadas recientes, el sistema de producción y consumo intensivos, el crecimiento poblacional y el uso irracional han llevado al límite las fuentes de agua, hasta el punto de agotarlas y rebasar la capacidad de regeneración. La contaminación, la sobreexplotación y el calentamiento global han alterado los ciclos hidrometeorológicos, generando problemas de sequía y escasez en varias regiones del mundo que viven los estragos de la sequía y la escasez. La ONU estima que 2 mil millones de personas (26% de la población) no tienen acceso a agua potable y 3 mil 600 millones (46%) carecen de saneamiento seguro.

Este escenario debería encender todas las alertas mundiales, pero solo cuando se vive en carne propia la falta de este recurso se dimensiona su importancia y su verdadero costo. México no es ajeno a esta realidad, y hay numerosos estudios y diagnósticos sobre los retos del abastecimiento, la arcaica infraestructura hídrica y la potabilización.

En el país consumimos al año el equivalente a 30 lagos de Chapala, el más extenso del país y la principal fuente de abastecimiento de agua de Guadalajara y su zona conurbada. Nuestra huella hídrica es de 1,978 metros cúbicos por persona al año, entendida como el impacto de las actividades humanas en el agua. Aun cuando es mayor que el promedio mundial de 1,385 metros cúbicos, el consumo per cápita es de 5,400 litros por día. Por si fuera poco, se requieren 1,222 litros para producir un kilo de maíz y 15,415 litros para un kilo de carne de res.

Al cierre de febrero de 2024, el 69% de la población mexicana padeció algún tipo de sequía. El país es vulnerable a sequías en el 52% de su territorio, pues cuenta con 14 estados donde predomina el clima árido o semiárido. 1,613 municipios experimentaron sequías severas, extremas y excepcionales. Las tarifas que se pagan por uso doméstico, comercial e industrial son insignificantes, desde 10 a 80 pesos el metro cúbico.

El Consejo Consultivo del Agua estima que para modernizar la infraestructura y tecnificarla se requiere un presupuesto de entre 150 mil y 180 mil millones de pesos anuales para comenzar a atender el problema. No obstante, el ideal es de 300 mil millones de pesos, un 1% del Producto Interno Bruto, como recomienda la ONU.

Estas son algunas piezas del rompecabezas de la realidad en la problemática del agua. Irónicamente, el Poder Legislativo Federal es y ha sido omiso en expedir la Ley General de Aguas que, a pesar de tener mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lleva 12 años sin expedirla.

Chihuahua tiene que seguir siendo punta de lanza para impulsar desde su Congreso estatal la expedición de esta ley. Al ser un estado fronterizo que comparte ríos y acuíferos internacionales, tenemos que estar presentes y hacer valer nuestras voces para que la nueva política hídrica nacional nos permita satisfacer nuestras necesidades humanas, agrícolas e industriales.


Maestría en Administración Pública, Diputado por el Partido Verde