“Cuando menos mi hijo ya compró su casa”
Es una frase que he escuchado de todos los padres, abuelos, suegros y familiares de cualquier joven que, por gusto o por necesidad, ha decidido contratar un crédito, que en muchos casos no puede pagar, para comprar una casa, que en muchos casos no necesita. “Para qué tirar mi dinero en rentar si con lo mismo me compro una casa”, es el ineludible argumento que le sigue a firmar una hipoteca que fija el curso financiero de una familia por un plazo -promedio en México- de 20 años.
“Si tuviera 20 años menos y un pequeño capital, todos los negocios que pudiera hacer”, es una frase igual de común entre adultos mayores que por fin han terminado de pagar su casa.
Una casa no es una inversión, es un costo hundido en un bien de consumo que no genera un retorno financiero en flujo. Comprar una casa no es equivalente a rentarla, aun cuando el pago de la mensualidad sea el mismo (sumamente dudoso) debido a que te eliminan tu capacidad de obtener créditos para la compra de activos productivos.
Todo empresario, emprendedor o persona de negocios debería aclarar sus prioridades. Primero se ahorra, luego se invierte en activos productivos que generen flujo y únicamente después de que se cuenta con un capital significativo debería usted pensar en adquirir una deuda de largo plazo en un bien de consumo, como una casa habitación donde vivirá.