/ martes 18 de junio de 2024

Perfil humano | Bajo la sombra del caudillo

Todo parece indicar que la próxima presidenta de la república continuará bajo la sombra del caudillo que la eligió por ser la más fiel y adecuada para sus proyectos personales.

No es nada nuevo en nuestro país pues desde que fue independiente ha estado regido por caudillos al igual que en otros países latinoamericanos.

El primero de ellos fue Agustín de Iturbide quien logró la independencia de México a pesar de haber sido un destacado oficial de las tropas realistas españolas que combatían a los insurgentes.

Los colores del lábaro patrio se derivan de los usados por Iturbide, el cual cometió el error de intentar convertirse en un emperador en lugar de ser solo un modesto monarca temporal republicano.

El primer caudillo de este tipo lo fue Guadalupe Victoria y lo sucedieron otros hasta que tomó el poder López de Santa Anna, quien fue presidente once veces y duró en el poder oficialmente menos de seis años.

Luego Benito Juárez parecía que se iba a convertir en otro caudillo de larga duración cuando la muerte lo sorprendió después de haber sido reelecto.

Un ambicioso general paisano suyo que se le había insubordinado antes pues también quería estar en la silla presidencial al fin la obtuvo con otra rebelión.

Díaz permaneció como caudillo único por más de treinta años hasta que los revolucionarios lo obligaron a desterrarse a Francia.

Carranza, después de vencer a los revolucionarios disidentes comandos por Villa y Zapata, al amparo de la nueva constitución política pretendió seguir como caudillo dejando en su lugar a un incondicional poco conocido y menos popular.

Obregón se rebeló al que había sido su jefe militar y ocupó la presidencia después de que su paisano Adolfo de la Huerta estuviera en ella como interino.

El sonorense intentó imitar a su admirado Porfirio Díaz y después de dejar temporalmente a Calles en el poder pretendió volver a ser el caudillo único cuando fue asesinado después de haber sido reelecto.

Calles aprendió la lección y en lugar de pretender ser presidente de nueva cuenta mejor creó un partido que uniera a los revolucionarios y los pudiera controlar como el jefe máximo.

Al principio pudo imponer al presidente en turno hasta que Lázaro Cárdenas lo mandó al exilio consolidando así el presidencialismo o sea una monarquía sexenal constitucional.

Otros presidentes en su época también intentaron perpetuarse en el poder y fallaron, afortunadamente.

Después de la reforma electoral de 1997 con la alternancia parecía que el caudillismo sería dejado a un lado y México al fin se convertiría en una república democrática moderna.

Sin embargo en este milenio parece que se ha revivido el populismo nacionalista que produjo nefastos caudillos fascistas y comunistas en el pasado siglo que causaron la segunda guerra mundial.

La globalización y sus consecuencias negativas alentaron a los populistas de izquierda y derecha para atacar al liberalismo democrático y así tomar el poder.

Así lo hicieron líderes de masas en Latinoamérica con pésimos resultados como sucedió en Venezuela y otros países.

En México ahora lidiamos con un nuevo aspirante a caudillo que logró concentrar el poder ejecutivo y legislativo.

Al ser limitado por el poder judicial ahora pretende desmantelarlo y colocar en él a jueces incondicionales.

La prueba de fuego para la presidenta electa es evitarlo y dejar de ser una mera corcholata más para convertirse en una verdadera representante democrática de un auténtico estado de derecho.


Investigador. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UACh

efernandezarmendariz@gmail.com



Todo parece indicar que la próxima presidenta de la república continuará bajo la sombra del caudillo que la eligió por ser la más fiel y adecuada para sus proyectos personales.

No es nada nuevo en nuestro país pues desde que fue independiente ha estado regido por caudillos al igual que en otros países latinoamericanos.

El primero de ellos fue Agustín de Iturbide quien logró la independencia de México a pesar de haber sido un destacado oficial de las tropas realistas españolas que combatían a los insurgentes.

Los colores del lábaro patrio se derivan de los usados por Iturbide, el cual cometió el error de intentar convertirse en un emperador en lugar de ser solo un modesto monarca temporal republicano.

El primer caudillo de este tipo lo fue Guadalupe Victoria y lo sucedieron otros hasta que tomó el poder López de Santa Anna, quien fue presidente once veces y duró en el poder oficialmente menos de seis años.

Luego Benito Juárez parecía que se iba a convertir en otro caudillo de larga duración cuando la muerte lo sorprendió después de haber sido reelecto.

Un ambicioso general paisano suyo que se le había insubordinado antes pues también quería estar en la silla presidencial al fin la obtuvo con otra rebelión.

Díaz permaneció como caudillo único por más de treinta años hasta que los revolucionarios lo obligaron a desterrarse a Francia.

Carranza, después de vencer a los revolucionarios disidentes comandos por Villa y Zapata, al amparo de la nueva constitución política pretendió seguir como caudillo dejando en su lugar a un incondicional poco conocido y menos popular.

Obregón se rebeló al que había sido su jefe militar y ocupó la presidencia después de que su paisano Adolfo de la Huerta estuviera en ella como interino.

El sonorense intentó imitar a su admirado Porfirio Díaz y después de dejar temporalmente a Calles en el poder pretendió volver a ser el caudillo único cuando fue asesinado después de haber sido reelecto.

Calles aprendió la lección y en lugar de pretender ser presidente de nueva cuenta mejor creó un partido que uniera a los revolucionarios y los pudiera controlar como el jefe máximo.

Al principio pudo imponer al presidente en turno hasta que Lázaro Cárdenas lo mandó al exilio consolidando así el presidencialismo o sea una monarquía sexenal constitucional.

Otros presidentes en su época también intentaron perpetuarse en el poder y fallaron, afortunadamente.

Después de la reforma electoral de 1997 con la alternancia parecía que el caudillismo sería dejado a un lado y México al fin se convertiría en una república democrática moderna.

Sin embargo en este milenio parece que se ha revivido el populismo nacionalista que produjo nefastos caudillos fascistas y comunistas en el pasado siglo que causaron la segunda guerra mundial.

La globalización y sus consecuencias negativas alentaron a los populistas de izquierda y derecha para atacar al liberalismo democrático y así tomar el poder.

Así lo hicieron líderes de masas en Latinoamérica con pésimos resultados como sucedió en Venezuela y otros países.

En México ahora lidiamos con un nuevo aspirante a caudillo que logró concentrar el poder ejecutivo y legislativo.

Al ser limitado por el poder judicial ahora pretende desmantelarlo y colocar en él a jueces incondicionales.

La prueba de fuego para la presidenta electa es evitarlo y dejar de ser una mera corcholata más para convertirse en una verdadera representante democrática de un auténtico estado de derecho.


Investigador. Profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la UACh

efernandezarmendariz@gmail.com