/ martes 1 de octubre de 2024

Perfil humano / El relevo presidencial bajo la sombra del Maximato

En este primero de octubre Claudia Sheinbaum tomó posesión como presidente siendo la primera mujer en ocupar este cargo en 200 años de república.

Llega en un ambiente intranquilo debido la inseguridad pública, como la guerra en Sinaloa entre los Chapitos y los Mayitos que amenaza extenderse al resto del país.

Al recibir la mayoría electoral podría decirse que tiene el apoyo popular, más este es relativo pues arriba a Palacio Nacional bajo la sombra de su padrino político López Obrador.

A la jefa del ejecutivo federal su antecesor le dejó una herencia explosiva con la reforma judicial y otros pendientes por resolver que pondrán a prueba no solo su capacidad administrativa sino también política para aplicar su estilo personal de gobernar.

Al ser destapada entre las corcholatas designadas por AMLO debió comprometerse a seguir los lineamientos fijados por su elector y continuar con las políticas trazadas por él encubiertas por una supuesta cuarta transformación.

Para empezar las arcas del erario están casi vacías y tendrá que reducir el presupuesto del próximo año cuando menos en un billón de pesos para sortear el déficit público que le dejó su antecesor.

También para cumplir con los apoyos económicos que se otorgaron en el anterior sexenio y los nuevos que se comprometió llevar a cabo se verá obligada a hacerlo parcialmente o a subir los impuestos y adquirir más empréstitos.

Pero para ello primero tendrá que pagar los cuantiosos intereses anuales de la actual deuda pública que ya tiene un monto cercano a la mitad del PIB anual.

Con poco dinero y carisma no será fácil para Sheinbaum convencer a los mexicanos que se ajusten más el cinturón y pospongan sus demandas de mejoría social.

Además tendrá que continuar pagando las obras faraónicas que no se han terminado y subsidiarlas después ya que serán deficitarias al ser poco redituables.

Obviamente para convencer a más de la mitad de los ciudadanos que no votamos por ella deberá demostrar que realmente va a gobernar para todos los mexicanos y no solo para la facción oficialista.

El deteriorado sistema público de salud requiere como paciente agonizante de recursos para funcionar, ya no mejor que el de Dinamarca sino cuando menos como lo hacía en los anteriores sexenios.

Y como si fuera poco además la presidente deberá apoyar a las entidades federativas con presupuestos adecuados para que estas superen cataclismos como sequías, inundaciones y desde luego la acción nefasta de las bandas criminales.

Ni siquiera se podría afirmar que tiene el control de las mayorías legislativas pues estas fueron designadas por su mentor político y es poco probable que le vaya a ceder el control de los rebaños, aunque simbólicamente le haya dado el bastón de mando.

Por ello dejó a sus fieles cancerberos a cargo de las bancadas: Augusto López y Noroña en el Senado y Monreal en la Cámara de Diputados.

Y menos le delegará al partido que fundó, Morena, donde ya impuso a su porrista la pequeña Lulú como presidente, a una de sus ayudantes presidenciales en la secretaría general y de pilón a su hijito Andy en la secretaría de organización.

En el ámbito internacional le deja una pésima imagen y peores relaciones con España y los socios comerciales Estados Unidos y Canadá con los tendrá que negociar la renovación del tratado de libre comercio.

Los retos de la nueva presidente son abundantes y riesgosos pero el prioritario será liberarse del Maximato de López Obrador como en su momento lo hizo Cárdenas con Calles.