/ domingo 2 de junio de 2024

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua (Multitudes eran sanadas)

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


En la CUARTA parte de esta mítica crónica, Fidencio tenía la costumbre de llevar una gran canasta amarrada a su costado, y con algunos de sus muchachos que le ayudaban, lo seguían con enorme tina llena de pomada, la que, repartiría a los enfermos con gran amor. Cuando curaba alguna persona, lo lavaba con sus medicinas y después, le daba algunas frotaciones con dicha pomada, y le vendaba la parte enferma, ordenando que el paciente se fuera a su casa para que reposara y volviera después para seguir con la curación, recomendándole llevara y utilizara los medicamentos sugeridos. Mientras que Constantino andaba haciendo esas curaciones, platicaba con los enfermos y los divertía, contándoles chistes o gesticulando como un payaso, pero las más de las veces, se la pasaba cantando, siendo de sus canciones preferidas los tangos.

Los casos de enfermos y curaciones no cesaban, y para marzo 1 de 1928, un grupo de personas muy conocidas en el ámbito político, habían emprendido un viaje largo desde la Ciudad de México hasta El Espinazo, Nuevo León, para entrevistarse con el Niño Fidencio, era ni más ni menos que, la familia del general Álvaro Obregón, encabezada por la señora María Tapia de Obregón que estaba acompañada de otras personas, junto a otros servidores como el capitán Justino Palomino de la ciudad de Chihuahua, ayudante y miembro del Estado Mayor del señor general Obregón, quién había ido también a curarse de una añeja parálisis del lado izquierdo, provocado en un zafarrancho de armas, siendo este oficial ampliamente conocido en los círculos militares. Cabe recordar que otro de los personajes sobresalientes en la vida del México de aquellos tiempos, el general Plutarco Elías Calles, también había necesitado los servicios de Fidencio y que se comentó en la primera crónica de esta fascinante historia. Para recibir a la familia de tan alto personaje de la política mexicana, se formó en Espinazo, Nuevo León por indicaciones de Fidencio, un comité el cual, quedó integrado por los más caracterizados visitantes de ese lugar, presidiéndolo el periodista Francisco Álvarez González, quien tenía una agenda de información muy importante para la prensa, y que, estaría pendiente de todos los acontecimientos que sucediera con la familia de Obregón y el capitán Palomino, durante la visita con Fidencio. Ellos permanecieron en el campamento, al cual, lo recorrieron de manera detallada para conocer la fuerte organización que tenía el “niñito” en el lugar. Este, se sintió complacido con tan respetable visita, y con un gesto amable, se puso a las órdenes de todos ellos, más aún, para curar a quienes demandaran sus servicios. Por espacio de quince horas, los hizo esperar, mientras atendía a otros enfermos y con toda la paciencia del mundo, la familia de Obregón, aguardó su turno, pues una de las prioridades era atender al militar que tenía mucha estima por Obregón.

En eso, el capitán Palomino, quien había recibido un balazo y le había provocado una parálisis en una escaramuza de guerra, recordaba a su nostálgico Chihuahua, cuando caminaba sin ningún problema por sus calles tranquilas y al escucharlo el Niño, le comentó: “No te preocupes, pronto estarás bien”. En eso se acercó y levantando la mano, indicó que el turno era para Palomino. Fidencio, aseguró que no tardaría ni medio minuto en aliviarse; le impuso sus manos prodigiosas, le dio un vaso de medicina, particularmente en el miembro que estaba anquilosado por una herida de proyectil, cuya inmovilización le originó la parálisis del costado izquierdo.

Aprovechó este caso Fidencio, para hacer una explicación a la familia como una desorganización o fractura de un miembro óseo, la cual, originaba otros desastres orgánicos, de tal manera que, el taponamiento de un riñón por vicios o defectos, paralizaban algunos músculos, ocasionando una afección cardiaca que además de la parálisis, había detectado en el pobre militar: “A veces la inmovilidad de las piernas, y en muchos casos, la muerte por causas que se desconocen a simple análisis de vista o de informaciones científicas, surgen por la complicación de otras partes del cuerpo, pero veras que pronto estarás bien”. Por lo pronto el capitán Palomino, al ser frotado con la pomada, empezó a mover sus miembros que carecían de articulación, sanándolo de ese desarreglo producido por causas del disparo, y esa misma tarde, el militar dominó sus facultades impedidas desde meses atrás.

Al ver la familia este “milagro”, se arrodillaron ante el Niño Fidencio manifestando que, lo que había hecho, era algo inexplicable para todos, pero que, gracias a los poderes de Constantino, el militar había quedado sanado de ese problema. Fidencio fue gratificado por la familia, los cuales, le prometieron que le iban a mandar ayuda para su campamento. De esta manera, de nueva cuenta tomaron maletas y se encaminaron a la Ciudad de México, y Palomino, se regresó a la ciudad de Chihuahua para decirle a los suyos sobre el milagro que había recibido del “doctor de doctores”. Muchos casos seguían, y él, sin llegar a tener un descanso no le importaba seguir adelante, sobre todo, cuando se topó en la medida que pasaba el tiempo, con un incremento de leprosos que, estaba poniendo en riesgo la salud del campamento, por lo que Fidencio, determinó cambiarlos a un sitio aparte, pero dijo que, solo él sería la persona que los llegara a visitar, pues les limpiará de la infección en un solo día, por medio de la curación natural y rayos del sol, tomando las medicinas elaboradas por él, y junto con ejercicios físicos, para lo cual, instaló un puesto para algunos paralíticos, siendo ayudado por personas que habían sanado de lepra, siendo escogidos para que, construyeran los aparatos necesarios.

Con sus intensas jornadas de trabajo, el Niño Fidencio, empezaba a mostrar muestras de agotamiento, lo que impedía atender a más personas y ya varios rumoraban que estaba enfermo (Fuente: https://drtonyzavaleta.com/category/el-nino-fidencio-research/).

Uno a uno fue tendido y “curado” con las manos del Niño, y muchos se sorprendían de tantos milagros que se veían a cada minuto en el campamento: “¡Gracias, niñito, por ser tan caritativo con los pobres!”, así, manifestaban muchos sanados al doctor del Espinazo. Otro caso de alivio que impactó a los ahí presentes, fue la sanación del señor Donaciano Tamez, conocido hombre de la ciudad de Camargo, Chihuahua, quien, a causa de su trabajo, donde tenía que estar en continuo cambio de temperatura debido al contacto con algunas lagunas de petróleo en Tampico, Tamaulipas, así por el contacto con el agua fría, originó un padecimiento grave que lo había dejado con cierto grado de parálisis y una sarnocidad purulenta. Por lo que, al verlo Fidencio, se compadeció de él, imponiéndole sus famosas medicinas y la pomada milagrosa, lo que, al poco tiempo, empezó a ver la curación. Así mismo, le aplicó algunos bandejasos o baños corporales, arrojándole yerbas pulverizadas en las llagas y lugares donde estaba la parálisis. El hombre de Camargo, sintió de manera real el cambio antes y después del tratamiento, por lo que expresaría gran felicidad, al ver que, el milagro se había realizado en manos de Constantino. Al poco tiempo, lo abrazó y gratificó, encaminándose a su tierra Camargo, Chihuahua, para contar lo que le había sucedido.

Diariamente llegaban más y más enfermos con Fidencio que, buscaban la salud en el Espinazo y un caso registrado fue, el de los señores, Norberto Fernández y Manuel Aragón, a éste último, lo había curado de una parálisis meses atrás, y parecía que la curación no había durado mucho, por lo que, tuvo de nueva cuenta utilizar un bordón para caminar, lo cual, lo hacía con dificultad, sobre todo, para levantar su brazo. En eso, uno de los reporteros de El Heraldo de Chihuahua, que seguían en el campamento, lo abordó para interrogarle sobre la causa de su mejoría, el cual, dijo que hacía un mes, Fidencio no lo quería curar, y sólo lo tenía en espera, y que, continuamente, le había cambiado la fecha hasta que ya cansado de esperar, y no ver mejoría en su estado, más de cómo lo había dejado la última curación. Cuando fue sanado, hasta se había levantado a cantar de alegría por la sanación, así mismo, había dado muchos saltos, gritando a todos los “vientos” que la curación se debía primeramente a Dios y luego a Fidencio, pero ahora parece que Aragón estaba un poco descontento. También manifestaba que cada día, eran más difíciles las curaciones, debido al gran número de enfermos en el campamento. Además, Aragón comentaba que Fidencio estaba perdiendo algo de fuerza mental, pues ya ni resistía las largas jornadas que invertía a sus enfermos, encontrándose demasiado extenuado, y según decía por ahí la gente, que de esa forma ya no podrá seguir curando por mucho tiempo.

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua (Multitudes eran sanadas), forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

  3. El Heraldo de Chihuahua (1928).

  4. El niño Fidencio y el Fidencismo: ---- Fernando Garza Quiroz.

  5. Artículos del Dr. Francisco Vela--- El Porvenir 27 mayo, 4 junio de 1930.

Por: Óscar A. Viramontes Olivas

violioscar@gmail.com


En la CUARTA parte de esta mítica crónica, Fidencio tenía la costumbre de llevar una gran canasta amarrada a su costado, y con algunos de sus muchachos que le ayudaban, lo seguían con enorme tina llena de pomada, la que, repartiría a los enfermos con gran amor. Cuando curaba alguna persona, lo lavaba con sus medicinas y después, le daba algunas frotaciones con dicha pomada, y le vendaba la parte enferma, ordenando que el paciente se fuera a su casa para que reposara y volviera después para seguir con la curación, recomendándole llevara y utilizara los medicamentos sugeridos. Mientras que Constantino andaba haciendo esas curaciones, platicaba con los enfermos y los divertía, contándoles chistes o gesticulando como un payaso, pero las más de las veces, se la pasaba cantando, siendo de sus canciones preferidas los tangos.

Los casos de enfermos y curaciones no cesaban, y para marzo 1 de 1928, un grupo de personas muy conocidas en el ámbito político, habían emprendido un viaje largo desde la Ciudad de México hasta El Espinazo, Nuevo León, para entrevistarse con el Niño Fidencio, era ni más ni menos que, la familia del general Álvaro Obregón, encabezada por la señora María Tapia de Obregón que estaba acompañada de otras personas, junto a otros servidores como el capitán Justino Palomino de la ciudad de Chihuahua, ayudante y miembro del Estado Mayor del señor general Obregón, quién había ido también a curarse de una añeja parálisis del lado izquierdo, provocado en un zafarrancho de armas, siendo este oficial ampliamente conocido en los círculos militares. Cabe recordar que otro de los personajes sobresalientes en la vida del México de aquellos tiempos, el general Plutarco Elías Calles, también había necesitado los servicios de Fidencio y que se comentó en la primera crónica de esta fascinante historia. Para recibir a la familia de tan alto personaje de la política mexicana, se formó en Espinazo, Nuevo León por indicaciones de Fidencio, un comité el cual, quedó integrado por los más caracterizados visitantes de ese lugar, presidiéndolo el periodista Francisco Álvarez González, quien tenía una agenda de información muy importante para la prensa, y que, estaría pendiente de todos los acontecimientos que sucediera con la familia de Obregón y el capitán Palomino, durante la visita con Fidencio. Ellos permanecieron en el campamento, al cual, lo recorrieron de manera detallada para conocer la fuerte organización que tenía el “niñito” en el lugar. Este, se sintió complacido con tan respetable visita, y con un gesto amable, se puso a las órdenes de todos ellos, más aún, para curar a quienes demandaran sus servicios. Por espacio de quince horas, los hizo esperar, mientras atendía a otros enfermos y con toda la paciencia del mundo, la familia de Obregón, aguardó su turno, pues una de las prioridades era atender al militar que tenía mucha estima por Obregón.

En eso, el capitán Palomino, quien había recibido un balazo y le había provocado una parálisis en una escaramuza de guerra, recordaba a su nostálgico Chihuahua, cuando caminaba sin ningún problema por sus calles tranquilas y al escucharlo el Niño, le comentó: “No te preocupes, pronto estarás bien”. En eso se acercó y levantando la mano, indicó que el turno era para Palomino. Fidencio, aseguró que no tardaría ni medio minuto en aliviarse; le impuso sus manos prodigiosas, le dio un vaso de medicina, particularmente en el miembro que estaba anquilosado por una herida de proyectil, cuya inmovilización le originó la parálisis del costado izquierdo.

Aprovechó este caso Fidencio, para hacer una explicación a la familia como una desorganización o fractura de un miembro óseo, la cual, originaba otros desastres orgánicos, de tal manera que, el taponamiento de un riñón por vicios o defectos, paralizaban algunos músculos, ocasionando una afección cardiaca que además de la parálisis, había detectado en el pobre militar: “A veces la inmovilidad de las piernas, y en muchos casos, la muerte por causas que se desconocen a simple análisis de vista o de informaciones científicas, surgen por la complicación de otras partes del cuerpo, pero veras que pronto estarás bien”. Por lo pronto el capitán Palomino, al ser frotado con la pomada, empezó a mover sus miembros que carecían de articulación, sanándolo de ese desarreglo producido por causas del disparo, y esa misma tarde, el militar dominó sus facultades impedidas desde meses atrás.

Al ver la familia este “milagro”, se arrodillaron ante el Niño Fidencio manifestando que, lo que había hecho, era algo inexplicable para todos, pero que, gracias a los poderes de Constantino, el militar había quedado sanado de ese problema. Fidencio fue gratificado por la familia, los cuales, le prometieron que le iban a mandar ayuda para su campamento. De esta manera, de nueva cuenta tomaron maletas y se encaminaron a la Ciudad de México, y Palomino, se regresó a la ciudad de Chihuahua para decirle a los suyos sobre el milagro que había recibido del “doctor de doctores”. Muchos casos seguían, y él, sin llegar a tener un descanso no le importaba seguir adelante, sobre todo, cuando se topó en la medida que pasaba el tiempo, con un incremento de leprosos que, estaba poniendo en riesgo la salud del campamento, por lo que Fidencio, determinó cambiarlos a un sitio aparte, pero dijo que, solo él sería la persona que los llegara a visitar, pues les limpiará de la infección en un solo día, por medio de la curación natural y rayos del sol, tomando las medicinas elaboradas por él, y junto con ejercicios físicos, para lo cual, instaló un puesto para algunos paralíticos, siendo ayudado por personas que habían sanado de lepra, siendo escogidos para que, construyeran los aparatos necesarios.

Con sus intensas jornadas de trabajo, el Niño Fidencio, empezaba a mostrar muestras de agotamiento, lo que impedía atender a más personas y ya varios rumoraban que estaba enfermo (Fuente: https://drtonyzavaleta.com/category/el-nino-fidencio-research/).

Uno a uno fue tendido y “curado” con las manos del Niño, y muchos se sorprendían de tantos milagros que se veían a cada minuto en el campamento: “¡Gracias, niñito, por ser tan caritativo con los pobres!”, así, manifestaban muchos sanados al doctor del Espinazo. Otro caso de alivio que impactó a los ahí presentes, fue la sanación del señor Donaciano Tamez, conocido hombre de la ciudad de Camargo, Chihuahua, quien, a causa de su trabajo, donde tenía que estar en continuo cambio de temperatura debido al contacto con algunas lagunas de petróleo en Tampico, Tamaulipas, así por el contacto con el agua fría, originó un padecimiento grave que lo había dejado con cierto grado de parálisis y una sarnocidad purulenta. Por lo que, al verlo Fidencio, se compadeció de él, imponiéndole sus famosas medicinas y la pomada milagrosa, lo que, al poco tiempo, empezó a ver la curación. Así mismo, le aplicó algunos bandejasos o baños corporales, arrojándole yerbas pulverizadas en las llagas y lugares donde estaba la parálisis. El hombre de Camargo, sintió de manera real el cambio antes y después del tratamiento, por lo que expresaría gran felicidad, al ver que, el milagro se había realizado en manos de Constantino. Al poco tiempo, lo abrazó y gratificó, encaminándose a su tierra Camargo, Chihuahua, para contar lo que le había sucedido.

Diariamente llegaban más y más enfermos con Fidencio que, buscaban la salud en el Espinazo y un caso registrado fue, el de los señores, Norberto Fernández y Manuel Aragón, a éste último, lo había curado de una parálisis meses atrás, y parecía que la curación no había durado mucho, por lo que, tuvo de nueva cuenta utilizar un bordón para caminar, lo cual, lo hacía con dificultad, sobre todo, para levantar su brazo. En eso, uno de los reporteros de El Heraldo de Chihuahua, que seguían en el campamento, lo abordó para interrogarle sobre la causa de su mejoría, el cual, dijo que hacía un mes, Fidencio no lo quería curar, y sólo lo tenía en espera, y que, continuamente, le había cambiado la fecha hasta que ya cansado de esperar, y no ver mejoría en su estado, más de cómo lo había dejado la última curación. Cuando fue sanado, hasta se había levantado a cantar de alegría por la sanación, así mismo, había dado muchos saltos, gritando a todos los “vientos” que la curación se debía primeramente a Dios y luego a Fidencio, pero ahora parece que Aragón estaba un poco descontento. También manifestaba que cada día, eran más difíciles las curaciones, debido al gran número de enfermos en el campamento. Además, Aragón comentaba que Fidencio estaba perdiendo algo de fuerza mental, pues ya ni resistía las largas jornadas que invertía a sus enfermos, encontrándose demasiado extenuado, y según decía por ahí la gente, que de esa forma ya no podrá seguir curando por mucho tiempo.

Personajes: el misterioso pasaje del “Niño Fidencio” en Chihuahua (Multitudes eran sanadas), forman parte de los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua. Si desea la colección de libros “Los Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua”, tomos del I al XIII, adquiéralos en Librería Kosmos (Josué Neri Santos No. 111) y si está interesado en los libros, mande un WhatsApp al 614 148 85 03 y con gusto le brindamos información.


Fuentes

  1. Fotos INAH.

  2. Libro Archivos Perdidos de las Crónicas Urbanas de Chihuahua, Tomo 1.

  3. El Heraldo de Chihuahua (1928).

  4. El niño Fidencio y el Fidencismo: ---- Fernando Garza Quiroz.

  5. Artículos del Dr. Francisco Vela--- El Porvenir 27 mayo, 4 junio de 1930.