/ jueves 13 de junio de 2024

“Pienso, luego estorbo”

Quienes se atrevan a cuestionar cualquier cosa ya preestablecida: el Poder, el Sistema, etc., la frase deformada de Descartes: “Pienso, luego existo” bien podría sustituirse por ésta: “Pienso, luego estorbo”.


Cuestionar la actuación de personas de la vida pública se ha convertido en una práctica recurrente. Pero atreverse a cuestionar abiertamente con nombre y apellido, podría ser un alto riesgo en la actualidad. Pensar diferente es ir contra corriente.


Las redes sociales son ahora una forma rápida y efectiva para llegar simultáneamente a muchas audiencias, así que las críticas y denuncias ciudadanas son muy difundidas; sin embargo, muchas son anónimas, arropadas en el clandestinaje, seudónimos, perfiles falsos o intermediarios anónimos.


Tenemos una mayor libertad de expresión gracias al uso de la tecnología de la información. Accedemos a múltiples informaciones digitalizadas, aunque también nos hemos desconectado de la capacidad de análisis profundo. Nos movemos demasiado en la superficie. La reflexión se adormece, así como la habilidad para discriminar la información real de la que es solo útil.


Noam Chomsky plantea que existen estrategias identificables desde el poder para moldear la opinión pública. Una agenda oculta que revela intereses mayores detrás de una acción específica manifiesta en una entrega noticiosa, una columna política, o artículo de opinión.


El objetivo es producir un bloqueo en la capacidad de análisis racional y de sentido crítico. La utilización de lo emocional más que la reflexión. Esto significa que, entre menos pensemos o cuestionemos, más dóciles, controlables, vulnerables somos.


Pensar, es una habilidad natural. Cuestionar es una de las mayores libertades de la que las personas podemos gozar. Pero, como si se tratara de un “dogma de fe”, resulta más sencillo y nos evita problemas, aceptar todo porque lo dice alguien con el poder de afirmarlo. El reto es cuestionar y solo aceptar, para no estorbar.


Con seguridad estas afirmaciones condescendientes molestarán a quienes esto lean. ¿Y cómo no? Permitir que alguien piense, decida y actúe por nosotros resulta casi grosero, empero nos ocurre de manera cotidiana.


“Pienso, luego estorbo”. Encontré esta frase en el perfil de Facebook de una amiga venezolana. Y quizá por tratarse de una disidente y exiliada en los Estados Unidos, artista plástica y poeta independiente, resulta sencillo interpretar el sentido de la expresión. Ignoro si la frase acomodada de la original de Descartes: “Pienso, luego existo”, cuyo origen positivista impone la capacidad de raciocinio sobre cualquier emoción, le pertenece a mi amiga como autora. De cualquier forma, la frase me prendió los focos y alertó sobre lo que observo con demasiada frecuencia: estamos deslegitimando nuestra capacidad de analizar, de cuestionar, de constatar las fuentes sobre afirmaciones publicadas en forma de hechos noticiosos. Estamos perdiendo nuestra capacidad de pensar.


Palabras, ideas, expresiones, conductas, decisiones, una enorme porción de ellas están condicionadas indefectiblemente por el cerebro de alguien más. En todo caso, por omisión, voluntad, ignorancia, comodidad, etc., pareciera que, en muchas ocasiones, alguien más piensa por nosotros, por nosotras.


Ya lo decía el comentarista de prensa y autor estadounidense Walter Lippmann “Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”


Licenciada en Ciencias de la Información, Consultora en Comunicación y Desarrollo Humano.

airefresco760@gmail.com

Twitter: dinorahga


Quienes se atrevan a cuestionar cualquier cosa ya preestablecida: el Poder, el Sistema, etc., la frase deformada de Descartes: “Pienso, luego existo” bien podría sustituirse por ésta: “Pienso, luego estorbo”.


Cuestionar la actuación de personas de la vida pública se ha convertido en una práctica recurrente. Pero atreverse a cuestionar abiertamente con nombre y apellido, podría ser un alto riesgo en la actualidad. Pensar diferente es ir contra corriente.


Las redes sociales son ahora una forma rápida y efectiva para llegar simultáneamente a muchas audiencias, así que las críticas y denuncias ciudadanas son muy difundidas; sin embargo, muchas son anónimas, arropadas en el clandestinaje, seudónimos, perfiles falsos o intermediarios anónimos.


Tenemos una mayor libertad de expresión gracias al uso de la tecnología de la información. Accedemos a múltiples informaciones digitalizadas, aunque también nos hemos desconectado de la capacidad de análisis profundo. Nos movemos demasiado en la superficie. La reflexión se adormece, así como la habilidad para discriminar la información real de la que es solo útil.


Noam Chomsky plantea que existen estrategias identificables desde el poder para moldear la opinión pública. Una agenda oculta que revela intereses mayores detrás de una acción específica manifiesta en una entrega noticiosa, una columna política, o artículo de opinión.


El objetivo es producir un bloqueo en la capacidad de análisis racional y de sentido crítico. La utilización de lo emocional más que la reflexión. Esto significa que, entre menos pensemos o cuestionemos, más dóciles, controlables, vulnerables somos.


Pensar, es una habilidad natural. Cuestionar es una de las mayores libertades de la que las personas podemos gozar. Pero, como si se tratara de un “dogma de fe”, resulta más sencillo y nos evita problemas, aceptar todo porque lo dice alguien con el poder de afirmarlo. El reto es cuestionar y solo aceptar, para no estorbar.


Con seguridad estas afirmaciones condescendientes molestarán a quienes esto lean. ¿Y cómo no? Permitir que alguien piense, decida y actúe por nosotros resulta casi grosero, empero nos ocurre de manera cotidiana.


“Pienso, luego estorbo”. Encontré esta frase en el perfil de Facebook de una amiga venezolana. Y quizá por tratarse de una disidente y exiliada en los Estados Unidos, artista plástica y poeta independiente, resulta sencillo interpretar el sentido de la expresión. Ignoro si la frase acomodada de la original de Descartes: “Pienso, luego existo”, cuyo origen positivista impone la capacidad de raciocinio sobre cualquier emoción, le pertenece a mi amiga como autora. De cualquier forma, la frase me prendió los focos y alertó sobre lo que observo con demasiada frecuencia: estamos deslegitimando nuestra capacidad de analizar, de cuestionar, de constatar las fuentes sobre afirmaciones publicadas en forma de hechos noticiosos. Estamos perdiendo nuestra capacidad de pensar.


Palabras, ideas, expresiones, conductas, decisiones, una enorme porción de ellas están condicionadas indefectiblemente por el cerebro de alguien más. En todo caso, por omisión, voluntad, ignorancia, comodidad, etc., pareciera que, en muchas ocasiones, alguien más piensa por nosotros, por nosotras.


Ya lo decía el comentarista de prensa y autor estadounidense Walter Lippmann “Donde todos piensan igual, nadie piensa mucho”


Licenciada en Ciencias de la Información, Consultora en Comunicación y Desarrollo Humano.

airefresco760@gmail.com

Twitter: dinorahga