Por: Francisco Javier Pizarro Chávez
Durante la conquista de las comunidades indígenas, la “política educativa” fue literalmente el inicio del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición promovido por el monarca español a partir del cual se creó un sistema teológico-metafísico.
La educación quedó en manos del clero católico que fue el poder más poderoso de la colonización. Su intervención, que abarcó tres siglos de la dominación española, fue predominante. La teocracia española consideraba obligatoria y fundamental la enseñanza religiosa en todo tipo de instituciones docentes, integrada por el Estado monárquico y el clero.
Para cumplir con ello, crearon un sistema escolar unificado. El objetivo principal para la conformación colonial, no fue enseñar, sino catequizar, esto es, convertir a la “religión oficial” en su eje fundamental de todos los colegios, y en la Real y Pontificada Universidad de México.
Los fines de la educación colonial tuvieron como meta el dogma de la religión católica; que la sociedad aceptara como única verdad que emanaba de la “autoridad real” y de “la revelación divina”, con el propósito de cumplir que la misión fundamental que tiene el hombre en la tierra, de “servir a Dios y a su Rey”.
Para ellos, la base de la enseñanza tenía que estar fincada en el latín y el conocimiento de la Teología y crear medios de la comunicación por medio de la evangelización de los indígenas, los cuales fueron desapareciendo cuando los jesuitas quienes, en general, se ocuparon de la educación confesional para los españoles y sus criollos descendientes.
Debido al descontento y a las grandes transformaciones políticas y sociales, se gesta el Renacimiento, que generó el cambio de la dinastía de España; la Casa de Habsburgo por la de Borbón, que ya no tuvo buenas relaciones con el Vaticano, el cual llegó a la expulsión de los miembros de la Compañía de Jesús de la misma España y sus dominios en América.
Los hombres que rodeaban a Felipe V y especialmente a Carlos III, se volvieron tolerantes en cuanto a las ideas religiosas y permitieron el cambio de fines en lo referente a la cultura y a la educación, sustituyendo la educación eminentemente religiosa, trascendente, por “una formación política nacional” para formar súbditos respetuosos del rey, hombres capaces para el trabajo industrial, el comercio y la vida pública, corriente pedagógica que no tardó mucho tiempo en tener resonancias en el “Nuevo Mundo”.
La aplicación de este sentido a la actividad gubernamental del “despotismo ilustrado”, el cual quería gobernar conforme a la razón y en vista del bien público, periodo que se conoce con el nombre de “Ilustración” entendiéndose por esto el movimiento filosófico y cultural del siglo XVIII que tuvo entre otras características, medir todos los aspectos de la vida y de las costumbres por medio de la razón hasta considerar el pasado como un largo periodo oscuro y lleno de absurdos.
Las ideas de los grandes pensadores del siglo XVIII fueron conocidas por monarcas y hombres de Estado. Desde entonces empezó a disminuir el afecto al clero por la metrópoli, que ya no contó por suyas las altas dignidades de esa clase privilegiada. Ese fue uno de los factores que influyeron más tarde poderosamente en la consecución de la independencia.
La ilustración mexicana se manifestó gracias a que el monopolio de la enseñanza ya no se acuerda en manos del clero, ni hay preocupación solamente por la religión, también porque la Inquisición disminuyó su dominio que ya no se manifiesta tan exigente, porque “Carlos III se ha preocupado por sacar a España y sus colonias de la ignorancia que yacían, dando un importo fuerte a todos los ramos de la prosperidad pública y de la instrucción nacional; entonces fue cuando México se lanzó en la carrera de los conocimientos útiles, logrando en ello conquistas más importantes que las que antes habían hecho en dos siglos y medio.
El “racionalismo” preparó a los mexicanos para entender las doctrinas políticas de los enciclopedistas. El presbítero Juan Benito Díaz de Gamarra y Dávalos, inspirado en Descartes, descubre y afirma resueltamente “la autonomía de la razón”, frente al principio de autoridad y dogmatismo escolástico. La filosofía dice, es el “conocimiento de lo verdadero, de lo bueno y lo honesto, obtenido por la sola luz de la razón y el ejercicio del razonamiento. En esta definición queda estampada la declaración de principios del “racionalismo”.
Los antecedentes de este acontecimiento surgen en 1808, permitiendo que se desplegaran los sentimientos nacionales en favor de la independencia de México, con la intervención del Ayuntamiento de la Ciudad y, en particular, de su síndico, el Lic. Francisco Primero de Verdad y Ramos, quien sustenta el principio de la “soberanía nacional” que permite la delimitación de dos partidos: el de los peninsulares y el de los mexicanos.
Estas dos tendencias provocaron la segunda guerra de la Independencia. El alto clero y la clase privilegiada presentaron la más tenaz oposición a los insurgentes. La primera etapa estuvo a cargo de don Miguel Hidalgo y Costilla y don Ignacio Allende. En la segunda actuó José María Morelos y Pavón, que pertenecía a la
clase de los desheredados, etapa que cobró su mayor grado de elevación humana
Veremos y diremos, en la tercera fase, cómo se constituyó el Plan de Iguala, los Tratados de Córdova, el Acta de Independencia y la Constitución de 1824.