/ jueves 13 de enero de 2022

¿Qué no sabíamos?

Resulta molesto, que no sorpresivo, apreciar los niveles de contagio de esta nueva ola en nuestro país, desde donde podemos apreciar no solamente una elevación exponencial, sino también sus consecuencias, ahora que más de la mitad de las entidades de la república tomaron la decisión y muchos de ellos retrocedieron para la semana del 10 al 23 de enero en cuanto al color del semáforo epidemiológico, incluidos en naranja Tamaulipas, Baja California Sur y Chihuahua.

Explico en el primer párrafo que no es sorpresiva esta situación, en virtud de los acontecimientos que se llevaron a cabo durante la temporada decembrina, en el que, tanto autoridades como sociedad civil no entendimos el riesgo que llevaba implícito tal desborde de actividades, multitudes en centros comerciales, reuniones, fiestas y desorden acumulado que terminó por dejar atrás un tiempo de esperanza que pudiéramos tener una temporada con menor temor a la virulenta enfermedad.

Instituciones Internacionales como es el caso de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés) así como la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), han expuesto hasta el cansancio que el cierre de escuelas debe estar como la última de las opciones a tomar por los gobiernos de los diferentes países en el mundo.

A pesar de lo anterior vemos con tristeza que las decisiones que se debieron haber tomado antes y durante la temporada navideña pasaron desapercibidas, dejando en primer lugar las actividades económicas por encima de las del Sector Salud y el sector educativo, donde pareciera que los consejos de salud en las entidades les fue más importante el comercio por encima de las consecuencias que ahora vivimos.

En este sentido, es importante observar un ejemplo puntual, como lo es la ciudad de Chihuahua, donde medios de comunicación como esta casa editorial publicaron hasta el cansancio los enormes conglomerados que se formaban en el Centro Histórico, en los grandes centros comerciales, donde, además, fueron instalados atractivos para la atracción de personas como una pista de hielo, la casa navideña, esculturas y grandes figuras alusivas a la temporada, donde para “protección” de las personas se instalaron “filtros sanitarios” donde solamente se aplicaba gel antibacterial, pero dentro de las tiendas era un mar de personas sin menor temor a lo que ya se veía venir.

Es por ello que surgen cuestionamientos serios con respecto a nuestro comportamiento como sociedad civil y como sociedad organizada en el gobierno. En el primer caso al actuar despectivamente pensando que estando vacunados la mayor parte de la población “no pasaría nada” y en segundo, en el actuar gubernamental al permitir, impulsar, proteger y desarrollar actividades de aglomeración, sabiendo que la nueva variante del virus se propaga de mayor medida de manera aérea, en la respiración o al hablar, situación que despertó un sinnúmero de contagios que hoy están a la vista.

Así, regresando el año, se citó “de urgencia” al Consejo Estatal de Salud, donde, dentro de otras medidas, se pusieron tope a las personas en los espacios y se suspendieron las clases al menos por dos semanas más. La pregunta obligada como sociedad es: Si ya sabíamos tantas cosas sobre la nueva variante y la nueva forma de transmisión, ¿no hubiera sido adecuado citar al Consejo Estatal de Salud a inicios de diciembre y poner tope a estas aglomeraciones, evitando todo lo ya citado anteriormente para que ahora no tuviéramos estas consecuencias que ahora vivimos?


Doctor en Gerencia Pública y Política Social

manuelnavarrow@gmail.com

https://manuelnavarrow.com


Resulta molesto, que no sorpresivo, apreciar los niveles de contagio de esta nueva ola en nuestro país, desde donde podemos apreciar no solamente una elevación exponencial, sino también sus consecuencias, ahora que más de la mitad de las entidades de la república tomaron la decisión y muchos de ellos retrocedieron para la semana del 10 al 23 de enero en cuanto al color del semáforo epidemiológico, incluidos en naranja Tamaulipas, Baja California Sur y Chihuahua.

Explico en el primer párrafo que no es sorpresiva esta situación, en virtud de los acontecimientos que se llevaron a cabo durante la temporada decembrina, en el que, tanto autoridades como sociedad civil no entendimos el riesgo que llevaba implícito tal desborde de actividades, multitudes en centros comerciales, reuniones, fiestas y desorden acumulado que terminó por dejar atrás un tiempo de esperanza que pudiéramos tener una temporada con menor temor a la virulenta enfermedad.

Instituciones Internacionales como es el caso de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO por sus siglas en inglés), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF por sus siglas en inglés) así como la propia Organización Mundial de la Salud (OMS), han expuesto hasta el cansancio que el cierre de escuelas debe estar como la última de las opciones a tomar por los gobiernos de los diferentes países en el mundo.

A pesar de lo anterior vemos con tristeza que las decisiones que se debieron haber tomado antes y durante la temporada navideña pasaron desapercibidas, dejando en primer lugar las actividades económicas por encima de las del Sector Salud y el sector educativo, donde pareciera que los consejos de salud en las entidades les fue más importante el comercio por encima de las consecuencias que ahora vivimos.

En este sentido, es importante observar un ejemplo puntual, como lo es la ciudad de Chihuahua, donde medios de comunicación como esta casa editorial publicaron hasta el cansancio los enormes conglomerados que se formaban en el Centro Histórico, en los grandes centros comerciales, donde, además, fueron instalados atractivos para la atracción de personas como una pista de hielo, la casa navideña, esculturas y grandes figuras alusivas a la temporada, donde para “protección” de las personas se instalaron “filtros sanitarios” donde solamente se aplicaba gel antibacterial, pero dentro de las tiendas era un mar de personas sin menor temor a lo que ya se veía venir.

Es por ello que surgen cuestionamientos serios con respecto a nuestro comportamiento como sociedad civil y como sociedad organizada en el gobierno. En el primer caso al actuar despectivamente pensando que estando vacunados la mayor parte de la población “no pasaría nada” y en segundo, en el actuar gubernamental al permitir, impulsar, proteger y desarrollar actividades de aglomeración, sabiendo que la nueva variante del virus se propaga de mayor medida de manera aérea, en la respiración o al hablar, situación que despertó un sinnúmero de contagios que hoy están a la vista.

Así, regresando el año, se citó “de urgencia” al Consejo Estatal de Salud, donde, dentro de otras medidas, se pusieron tope a las personas en los espacios y se suspendieron las clases al menos por dos semanas más. La pregunta obligada como sociedad es: Si ya sabíamos tantas cosas sobre la nueva variante y la nueva forma de transmisión, ¿no hubiera sido adecuado citar al Consejo Estatal de Salud a inicios de diciembre y poner tope a estas aglomeraciones, evitando todo lo ya citado anteriormente para que ahora no tuviéramos estas consecuencias que ahora vivimos?


Doctor en Gerencia Pública y Política Social

manuelnavarrow@gmail.com

https://manuelnavarrow.com