/ jueves 21 de noviembre de 2024

Revolución mexicana o caudillismo oportunista


“Aquellos hombres que lucharon con la

bandera de Sufragio efectivo; No relección

al llegar al poder, fueron los primeros en

olvidar ese lema. (cita)

Daniel Cosío Villegas (1898 -1976)


Cuando niños, todos nosotros desde la primaria, nuestros maestros nos “recitaban” que la revolución se hizo para derrocar al dictador Porfirio Diaz, por parte de hombres nobles y justos como Madero, Carranza, Obregón, Villa, Zapata, entre otros. Contando para ello con la respuesta de miles de campesinos y obreros que se sumaron a la lucha armada. Así de entrada pareciera una epopeya gloriosa para desterrar un sistema semifeudal y todos felices. A partir de entonces hemos vivido engañados pues por muchos años la ritual palabra de “Revolución Mexicana” significaba la purificación de las instituciones emanadas de ese movimiento armado.

Con el tiempo debimos entender que todo ello era un cúmulo de verdades a medias, pues con mayor claridad, historiadores de la talla de Cosío Villegas, Enrique Krause, García Cantú, Meyer, etc. los distintos hechos registrados entre fines de 1911 y 1929 nunca hubo una presencia en México del dictador Diaz, sino un caudillismo oportunista que concluiría con Cárdenas pocos años más tarde.

La renuncia de Porfirio Diaz fue como consecuencia de la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911 por los revolucionarios, que parecería la conclusión de la dictadura y por ende se evitaría un mayor derramamiento de sangre. Diaz en su exilio en París, falleció a los 85 años, pero a dos años de su emprendida empezó con diversos padecimientos, que seguramente hubiera renunciado a la presidencia en 1913.

Con la eliminación de Madero por el chacal Huerta, los ambiciosos revolucionarios ya algunos con autodesignación de casta y fuero militar, emprendieron sus ataques contra quienes pretendían el poder (una vez caído el dictador Díaz), de ahí, como éste mismo lo hizo con el Plan de Tuxtepec contra Juárez, ahora se erigían salvadores del pueblo al pronunciar diversos “Planes” como: la Empacadora, Carranza, Ayala, Guadalupe, Agua Prieta, etc.

En esa década (1910-20) México había tenido 9 presidentes denotando ausencia de gobernabilidad. El historiador Alejandro Rosas en su obra: “La Silla Embrujada” hace una reseña puntual de hechos, anécdotas, intrigas, traiciones, ejecuciones, etc. entre un mismo grupo que pregonaban luchar por un mejor país, pero en suma fueron peores que una dictadura de 35 años, para traer en poco tiempo, muerte, enfermedades, desempleo, migración masiva, incertidumbre y sin esperanza de salir adelante.

El Censo de población en 1910 era de 15 millones en cambio el Censo de 1921 de 14 millones de habitantes. Para los demógrafos y economistas el dato clave es: Aunque la población no hubiera crecido a una tasa habitual, ese millón de mexicanos faltante, estaba bajo tierra por los enfrentamientos armados, las enfermedades y la migración “afortunada” a los campos agrícolas del vecino país, (que da inicio a las remesas) de lo contrario la hambruna se hubiera apoderado de México. Eso es los que ocasionaron la podredumbre de las “pandillas” de los caudillos de la revolución y que a la postre se les trataría en la historia oficial como héroes nacionales.

Para entonces sólo una pequeña minoría podía vivir en México sin hambre y con comodidades. Estos eran los antiguos hacendados, mineros, comerciantes mayores, pero sobre todo los militares de la escuela llamada Revolución Mexicana, que ascendieron muy pronto como gobernadores, secretarios de Estado, directores de ferrocarriles y puertos, jefes de las aduanas, jefes de zonas militares, embajadores, legisladores, etc. finalmente la revolución les había hecho justicia.

Pese a todo ello, si hubo hombres recios y reconocidos como Madero, Pino Suarez, Felipe Ángeles, Cárdenas, los Serdán, Orozco, Zapata, entre otros. Hoy en día a pesar de no estar de acuerdo con el mito de la revolución, se debe analizar objetivamente lo que realmente se debe a ese periodo revolucionario de 1910 a 1920, sin enjuiciar a nadie.



“Aquellos hombres que lucharon con la

bandera de Sufragio efectivo; No relección

al llegar al poder, fueron los primeros en

olvidar ese lema. (cita)

Daniel Cosío Villegas (1898 -1976)


Cuando niños, todos nosotros desde la primaria, nuestros maestros nos “recitaban” que la revolución se hizo para derrocar al dictador Porfirio Diaz, por parte de hombres nobles y justos como Madero, Carranza, Obregón, Villa, Zapata, entre otros. Contando para ello con la respuesta de miles de campesinos y obreros que se sumaron a la lucha armada. Así de entrada pareciera una epopeya gloriosa para desterrar un sistema semifeudal y todos felices. A partir de entonces hemos vivido engañados pues por muchos años la ritual palabra de “Revolución Mexicana” significaba la purificación de las instituciones emanadas de ese movimiento armado.

Con el tiempo debimos entender que todo ello era un cúmulo de verdades a medias, pues con mayor claridad, historiadores de la talla de Cosío Villegas, Enrique Krause, García Cantú, Meyer, etc. los distintos hechos registrados entre fines de 1911 y 1929 nunca hubo una presencia en México del dictador Diaz, sino un caudillismo oportunista que concluiría con Cárdenas pocos años más tarde.

La renuncia de Porfirio Diaz fue como consecuencia de la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911 por los revolucionarios, que parecería la conclusión de la dictadura y por ende se evitaría un mayor derramamiento de sangre. Diaz en su exilio en París, falleció a los 85 años, pero a dos años de su emprendida empezó con diversos padecimientos, que seguramente hubiera renunciado a la presidencia en 1913.

Con la eliminación de Madero por el chacal Huerta, los ambiciosos revolucionarios ya algunos con autodesignación de casta y fuero militar, emprendieron sus ataques contra quienes pretendían el poder (una vez caído el dictador Díaz), de ahí, como éste mismo lo hizo con el Plan de Tuxtepec contra Juárez, ahora se erigían salvadores del pueblo al pronunciar diversos “Planes” como: la Empacadora, Carranza, Ayala, Guadalupe, Agua Prieta, etc.

En esa década (1910-20) México había tenido 9 presidentes denotando ausencia de gobernabilidad. El historiador Alejandro Rosas en su obra: “La Silla Embrujada” hace una reseña puntual de hechos, anécdotas, intrigas, traiciones, ejecuciones, etc. entre un mismo grupo que pregonaban luchar por un mejor país, pero en suma fueron peores que una dictadura de 35 años, para traer en poco tiempo, muerte, enfermedades, desempleo, migración masiva, incertidumbre y sin esperanza de salir adelante.

El Censo de población en 1910 era de 15 millones en cambio el Censo de 1921 de 14 millones de habitantes. Para los demógrafos y economistas el dato clave es: Aunque la población no hubiera crecido a una tasa habitual, ese millón de mexicanos faltante, estaba bajo tierra por los enfrentamientos armados, las enfermedades y la migración “afortunada” a los campos agrícolas del vecino país, (que da inicio a las remesas) de lo contrario la hambruna se hubiera apoderado de México. Eso es los que ocasionaron la podredumbre de las “pandillas” de los caudillos de la revolución y que a la postre se les trataría en la historia oficial como héroes nacionales.

Para entonces sólo una pequeña minoría podía vivir en México sin hambre y con comodidades. Estos eran los antiguos hacendados, mineros, comerciantes mayores, pero sobre todo los militares de la escuela llamada Revolución Mexicana, que ascendieron muy pronto como gobernadores, secretarios de Estado, directores de ferrocarriles y puertos, jefes de las aduanas, jefes de zonas militares, embajadores, legisladores, etc. finalmente la revolución les había hecho justicia.

Pese a todo ello, si hubo hombres recios y reconocidos como Madero, Pino Suarez, Felipe Ángeles, Cárdenas, los Serdán, Orozco, Zapata, entre otros. Hoy en día a pesar de no estar de acuerdo con el mito de la revolución, se debe analizar objetivamente lo que realmente se debe a ese periodo revolucionario de 1910 a 1920, sin enjuiciar a nadie.