Los riesgos psicosociales y el estrés relacionado al trabajo conforman un problema global que afecta a todos los países, a todas las profesiones y a todas las personas que trabajan. La salud mental es un tema que cada vez recibe más atención en círculos empresariales, sindicales y/o de trabajadoras y trabajadores porque una salud mental deficiente es dañina no sólo individualmente, sino que, además, tiene efectos sobre las familias, así como sobre la misma economía de un estado o un país.
En consecuencia, este pasado viernes 23 de octubre entró en vigor la segunda etapa de la norma NOM-035-STPS-2018, Factores de riesgo psicosocial en el trabajo, cuyo principal objetivo es establecer los elementos para identificar, analizar y prevenir los factores de riesgo psicosocial, así como para promover un entorno organizacional favorable en los centros de trabajo.
La aplicación de esta norma no podría llegar en mejor momento, ya que, actualmente, muchas personas sienten angustia por la posibilidad de contagio de Covid-19; y muchas otras personas están ansiosas, pero por ya regresar a trabajar. Esta pandemia ha provocado mucho estrés y hay personas que incluso han experimentado recientemente la muerte de un ser querido, o sufren ansiedad por el simple hecho de saber que esto es una posibilidad muy real y cercana.
Los factores de riesgo psicosocial son aquellos que pueden provocar trastornos de ansiedad, no orgánicos del ciclo sueño-vigilia y de estrés grave y de adaptación, derivado de la naturaleza de las funciones del puesto de trabajo, el tipo de jornada de trabajo y la exposición a acontecimientos traumáticos severos o a actos de violencia laboral a la trabajadora o el trabajador, por el trabajo desarrollado.
Comprenden las condiciones peligrosas e inseguras en el ambiente de trabajo, las cargas de trabajo cuando exceden la capacidad de la o el trabajador; la falta de control sobre el trabajo; las jornadas de trabajo superiores a las previstas en la Ley Federal del Trabajo, como la rotación de turnos sin períodos de recuperación y descanso; la interferencia en la relación trabajo-familia; el liderazgo negativo, y las relaciones negativas en el trabajo.
Por otro lado, un entorno organizacional favorable es aquel en el que se promueve el sentido de pertenencia de las y los trabajadores a la empresa; la formación para la adecuada realización de las tareas encomendadas; la definición precisa de responsabilidades; la distribución adecuada de cargas de trabajo, y la evaluación y el reconocimiento del desempeño.
En esta situación de pandemia, las actividades dentro y fuera del trabajo tienen que cambiar y adaptarse. Los trabajadores quieren y deben tener la absoluta certeza de que no van a tomar riesgos innecesarios. De lo contrario, la incertidumbre genera angustia y estrés.
El lugar de trabajo es una fuente importante de este tipo de riesgos, pero también el lugar idóneo para tratarlos y proteger la salud mental y el bienestar de las y los trabajadores. En este proceso de reactivación económica vamos a tener que hacer un gran esfuerzo de coordinación entre todos los sectores de la sociedad para efectuar las medidas necesarias para evitar nuevos contagios y brotes comunitarios, y al mismo tiempo ir reabriendo poco a poco la economía. El diálogo y la constante capacitación son clave para generar confianza y regresar de manera segura, sin generar dudas o incertidumbres en los trabajadores sobre la posibilidad de verse expuestos a riesgos indebidos.