Por Alex Batista
Hoy, en las elecciones de Estados Unidos (EU), con Donald Trump como candidato del Partido Republicano y Kamala Harris del Partido Demócrata, es crucial analizar cómo independientemente de quién gane, se proyecta el futuro de esta relación con nuestro país.
Según Real Clear Politics, una empresa que realiza un promedio de encuestas (el famoso poll of polls), Trump se encuentra ligeramente a la cabeza con un 48.5% de las preferencias, frente al 48.4% de Harris.
No obstante, es importante recordar que las elecciones presidenciales en EU se determinan mediante el colegio electoral, en el que los estados tienen una ponderación proporcional según su población.
Para ganar, un candidato debe reunir 270 de los 538 votos electorales. En este sentido, la misma encuestadora señala que Trump cuenta con una ventaja significativa, con 287 votos proyectados contra 251 de Harris.
Pero independientemente del resultado, la relación con México seguirá siendo compleja debido a varios factores relacionados con ambos candidatos, especialmente en el ámbito económico.
Actualmente, el 83% de las exportaciones mexicanas tienen como destino EU, y el 41% de las importaciones mexicanas provienen de ese país. Por ello, la renegociación del T-MEC en 2026 es clave para la economía binacional y ha sido motivo de debate durante las campañas de EU.
Trump, por ejemplo, ha enfatizado en numerosas ocasiones que ha logrado que fábricas estadounidenses no se trasladen a México, como el caso reciente de una planta automotriz en Michigan que iba a establecerse en San Luis Potosí, pues, según él, los empleos estadounidenses estaban siendo “robados” por México.
Asimismo, en un mitin reciente, Trump prometió imponer aranceles a los vehículos producidos en México, lo cual llevó a Elon Musk a detener la instalación de una planta de Tesla en Monterrey, posponiendo una inversión inicial de 5 millones de dólares.
Kamala Harris, por su parte, ha recordado que fue una de las diez senadoras que votaron en contra del T-MEC, argumentando que el tratado no era suficiente para proteger a los trabajadores estadounidenses y que ha generado una pérdida de empleos en EU.
También, no se puede hablar de la relación bilateral sin mencionar el tema de la migración.
Mientras Trump mantiene un discurso de odio, señalando que la migración mexicana trae delincuencia, tráfico de drogas y riesgos para los ciudadanos estadounidenses. Por otro lado, Kamala Harris adopta una postura aparentemente más moderada y humanitaria, mientras su administración demócrata, al igual que la republicana, mantiene políticas migratorias estrictas, deteniendo y deportando a cientos de miles de migrantes cada año.
La relación entre México y Estados Unidos es compleja, independientemente del partido en el poder.
Aunque, si es que Trump llegara a ganar, aprovechando su ventaja actual, cabría la esperanza de que actúe como un factor de cambio capaz de gestionar las complejidades económicas y migratorias de la relación bilateral.
Su liderazgo geopolítico también podría servir como contrapeso ante la creciente influencia de los gobiernos de izquierda en América Latina, que cuentan con un respaldo significativo de China.
A pesar de su retórica radical, Trump ha demostrado cierta moderación al gobernar, logrando una relación relativamente diplomática con el gobierno de López Obrador. Esperemos que pueda seguir igual en este posible nuevo gobierno.
Si este escenario se concreta, ¿El gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum tendrá la misma habilidad para establecer una relación que beneficie a ambos países?