/ sábado 2 de febrero de 2019

Trampas frecuentes en las empresas familiares

Al tratar el tema de la comunicación entre los familiares de inmediato surgen dos conceptos que la bloquean: “la armonía familiar” y “la bola de cristal”.


En el caso de la “armonía familiar”, en efecto, no expresar los desacuerdos o las tensiones que un familiar puede sentir en su interacción con el resto, con el fin de preservar el buen ambiente y la armonía es un recurso muy frecuente, que lejos de alcanzar el objetivo que se pretende, dificulta las relaciones entre los familiares.


¿Quién no ha pensado alguna vez: “En fin, mejor a callar y ya pasará todo esto…”?


Los disgustos o las diferencias que se espera ver disueltas con el paso del tiempo, desafortunadamente quedan estancados. De hecho, si éstas son importantes, se agrandan, ya que sin nadie con quien contrastar los sentimientos personales, los posicionamientos son llevados al extremo.


Si en cambio, de otra manera más precisa, lo que se pretende es mantener la armonía familiar, el primer paso que será necesario dar es hablar de aquello que nos preocupa, porque eso es lo que va a proporcionar la oportunidad de encontrar entre todos una solución.


Paso ahora a “la bola de cristal”. Asumir que la otra persona tiene que ser capaz de suponer lo que nos pasa es la otra gran trampa. Nos molestamos porque el otro “debería haber visto que yo no estaba bien, o lo que yo necesitaba…”. Sin pensar que ese otro no tiene la bola de cristal que le permita adivinar cuál es nuestro estado de ánimo y sobre todo nuestra situación personal, familiar, emocional, física, económica, etc. De hecho, seguramente tiene sus propios problemas, pensamientos y necesidades. Y seguramente le mantienen igual de ocupado.


De ahí que sea importante comunicar a nuestro entorno lo que nos preocupa o nos hace falta. Sólo así podremos estar seguros de que el mensaje es recibido, hecho que es imprescindible para empezar a buscar acuerdos de mejora.

Al tratar el tema de la comunicación entre los familiares de inmediato surgen dos conceptos que la bloquean: “la armonía familiar” y “la bola de cristal”.


En el caso de la “armonía familiar”, en efecto, no expresar los desacuerdos o las tensiones que un familiar puede sentir en su interacción con el resto, con el fin de preservar el buen ambiente y la armonía es un recurso muy frecuente, que lejos de alcanzar el objetivo que se pretende, dificulta las relaciones entre los familiares.


¿Quién no ha pensado alguna vez: “En fin, mejor a callar y ya pasará todo esto…”?


Los disgustos o las diferencias que se espera ver disueltas con el paso del tiempo, desafortunadamente quedan estancados. De hecho, si éstas son importantes, se agrandan, ya que sin nadie con quien contrastar los sentimientos personales, los posicionamientos son llevados al extremo.


Si en cambio, de otra manera más precisa, lo que se pretende es mantener la armonía familiar, el primer paso que será necesario dar es hablar de aquello que nos preocupa, porque eso es lo que va a proporcionar la oportunidad de encontrar entre todos una solución.


Paso ahora a “la bola de cristal”. Asumir que la otra persona tiene que ser capaz de suponer lo que nos pasa es la otra gran trampa. Nos molestamos porque el otro “debería haber visto que yo no estaba bien, o lo que yo necesitaba…”. Sin pensar que ese otro no tiene la bola de cristal que le permita adivinar cuál es nuestro estado de ánimo y sobre todo nuestra situación personal, familiar, emocional, física, económica, etc. De hecho, seguramente tiene sus propios problemas, pensamientos y necesidades. Y seguramente le mantienen igual de ocupado.


De ahí que sea importante comunicar a nuestro entorno lo que nos preocupa o nos hace falta. Sólo así podremos estar seguros de que el mensaje es recibido, hecho que es imprescindible para empezar a buscar acuerdos de mejora.