Mientras conducía por un tramo de la Vialidad Sacramento, construida paralela al río
del mismo nombre en la Cd. de Chihuahua, vi que cada vez más flores de cemento y
alambre retorcido, sembradas en un jardín de asfalto pueblan el paisaje otrora verde
con aquellos hermosos álamos que cubrían los alrededores de la Quinta Carolina.
Nada de lo que fue, excepto la finca reconstruida, parece haber quedado de ese sitio.
Las plantas son escasas y el follaje grisáceo es la constante entre techos de gravilla y
paredes de concreto de otras construcciones cercanas.
Los nuevos fraccionamientos en el sector son la prioridad en la planificación urbana y el
desarrollo de nuevos espacios para abastecer la demanda de vivienda.
Al frente, una línea de añejos álamos sobreviven al avance de la modernidad. Son
pocos. Se arropan entre sus ramas y pliegues, envoltorios de cigarrillos, botellas de
cerveza vacías o bolsas de polietileno arrugado, restos del descuido. Esos árboles que
lo han visto todo, probablemente desde hace siglos, también parecen haber sobrevivido
estoicamente al caos que la tecnología y el desarrollo económico de México.
Algunos kilómetros más adelante, se muestra el paso desmesurado de la industria. En
la junta de los ríos Chuviscar y Sacramento, converge toda una historia de afluentes
hídricos como el Conchos que se abastecía de sus aguas. Ríos que alguna vez fueron
caudalosos y en cuyas riberas florecía la vida silvestre sin problema. Hoy este sitio no
es más que un apestoso nicho de malvivientes, perros, gatos muertos y kilos de basura
urbana.
La huella hidrológica ha dejado una cicatriz entre charcos amarillentos y piedras
decoradas por el grafiti del abandono. Hemos sustituido el verde de la vida por el gris
de un jardín de asfalto.
Aunque etimológicamente Economía y Ecología, tienen cercanía como: Eco “Oikos”,
“casa” en griego, de “nomo”, administrador y “logos”, estudio, define las diferencias.
La desmedida explotación de los recursos naturales para privilegiar la supervivencia
humana, ha dejado durante muchas décadas, desconectados a los conservacionistas
de los inversionistas y grandes corporativos productores de bienes materiales.
La Naturaleza provee abnegada de riquezas, pero falta entender que es más que el
lugar que habitamos”, y no es solo “administrar nuestro hogar”.
Ya no es posible contar con la Naturaleza, sin atenderla con urgencia. Y hablamos de
supervivencia y sustentabilidad, definida como “la habilidad de las actuales
generaciones para satisfacer sus necesidades sin perjudicar a las futuras
generaciones”.
Algo muy fuerte tendría que volver a ocurrir para sacudir las viejas conciencias. Tan
estrujante que obligara de tajo a cambiar nuestra forma de tratar a la Naturaleza y a la
vida en ella. Tan poderoso que nos torciera el corazón para comprender que, tarde o
temprano, lo que hicimos o dejamos de hacer traerá consecuencias irreversibles a
nuestra existencia.
La luna se esconde detrás del río,
su brillo en el agua no se refleja.
El bosque ya no la cubre del frío,
por eso está enojada y se queja.
Como el hombre truncó sus destinos.
Del sauce sólo se escucha su llanto.
Las aves ya se fueron de sus nidos. (Arjona, 2012)