/ miércoles 29 de marzo de 2023

Un presidente desesperado

Después del retroceso de Morena en las elecciones federales del 2021 en las que obtuvo sólo el 34% de los 49 millones de ciudadanos que votamos, López Obrador desesperado, decidió actuar. Antes de cumplir los tres años de gobierno, el 5 de julio, destapó a sus corcholatas. Esa decisión insólita implicaba bajar la cortina de su gobierno, concentrarse sólo en concluir lo pendiente (Dos Bocas, Tren Maya y programas sociales) y dedicar toda la agenda y la energía política en garantizar su sucesión.

De esa lista de corcholatas destapadas en 2021 hoy sólo sobreviven Claudia y Marcelo. Pero el 26 de agosto, apenas un mes después, nombró a “su amigo, paisano y compañero entrañable, Adán Augusto López, para hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación” y con esto sumar a su tercer precandidato. Es importante reconocer que esta decisión la tomó porque las cosas no iban bien, ni en lo político ni en lo electoral. Por eso el relevo de Olga Sánchez Cordero en Segob y por eso adelantó la carrera sucesoria con excesiva antelación.

En el mismo contexto de desesperación pronunció un discurso el 18 de marzo para conmemorar la expropiación petrolera. Un discurso en el que reconfiguró la historia nacional para fundar y motivar sus decisiones y leerle la cartilla a los tres aspirantes presentes Claudia, Marcelo y Adán Augusto: “Cualquier aspirante elegido en la encuesta para seguir nuestro movimiento aplicará la misma política a favor del pueblo. Está asegurada la continuidad con cambio”. Aprovechó también para lanzar una advertencia: nada de zigzaguear y no a las medias tintas; mensaje que pareciera estar dirigido a Marcelo por aquello de su apuesta por las clases medias. También refirió como un error histórico de Lázaro Cardenas el haber optado por Manuel Ávila Camacho para sucederlo, no por su maestro y amigo el general Francisco J. Mújica. AMLO advierte que él no cometerá el mismo error.

Continuando con su desesperación se encuentra su batalla para controlar al árbitro electoral. Primero con el Plan A: Reformar la Constitución a partir de la iniciativa que fue rechazada por no contar con la mayoría calificada de dos terceras partes de los diputados. Después con el Plan B: Reformar cinco leyes para acotar las capacidades del INE. Estas iniciativas se aprobaron con el voto de los legisladores de Morena y de su bloque, sentando un precedente inédito: su aprobación en menos de 24 horas y sin el respaldo de ningún legislador de oposición.

El 24 de marzo, el ministro Javier Laynez otorgó una suspensión provisional contra su entrada en vigor para efecto de que las cosas se mantengan en el estado en que se encuentran a fin de impedir la posible violación de los derechos políticos-electorales de la ciudadanía. Ante eso, el desesperado presidente anunció que “Hay un "Plan C", que no piensen que ya se terminó todo. Que no se vote por el bloque conservador para que siga la transformación ni un voto a los conservadores”.

El presidente desesperado está descartándose cada día lo que anticipa su determinación para incidir de manera directa en el proceso, desafiar al árbitro y someter al país en un conflicto electoral como el que no hemos tenido.

La fuerza está en la ciudadanía y en su movilización para defender nuestra libertad y nuestra democracia. Saquemos la casta.