Pareciera que a muchos se nos olvida la época de nuestra juventud, las inquietudes y necesidades, la maravillosa sensación de que vas a cambiar el mundo y la rebeldía apenas justificada por la inexperiencia.
Será, quizá, la razón por la que poco nos ocupamos de los jóvenes, a quienes, por salir a trabajar para satisfacer necesidades materiales, preferimos dejar su educación –y no únicamente la preparación- sólo en la escuela, entregarles artefactos de nuevas tecnologías para que permanezcan horas y horas atrapados en la red, en ocasiones pareciera que es para no visibilizarlos.
Problemas de salud por sedentarismo y otros de tipo psicológico están llevando a los jóvenes a vivir bajo una perspectiva etérea o virtual, con una preparación endeble, jóvenes inmersos en la delincuencia, drogas y alcohol, víctimas de levantamientos forzados, privados de la vida, suicidios, altos índices de embarazo en adolescentes, quizá el descuido nos está arrojando este tipo de resultados, por lo que llegó el momento de revertirlo.
¿Alguna vez los adultos nos hemos preocupado por conocer más, por ejemplo, de la generación “de cristal”? Denominada así porque se supone quedan rotos por dentro si las cosas no salen como ellos desean, que son inestables o inseguros, que no aguantan nada y osan quejarse de todo; sin embargo, quienes no se interesan por más mundo que la tecnología, difíciles sí, pero pueden ser magníficos maestros, comprometidos con causas globales y despiadadamente sinceros; o la generación “Z” o “centennials”, que tienen características especiales de consumo, que son sumamente prácticos, ansiosos por los desafíos, capaces de conectarse simultáneamente con varias tareas especialmente en la red; o por los “milenians” o generación “Y”, familiarizados con los medios de información y las tecnologías de la comunicación, dinámicos, que dan prioridad a su vida personal y social sobre la responsabilidad laboral, nacieron en la red y viven atrapados en ella.
Yo creo en los jóvenes, hay que escucharlos, aprender de ellos, darles confianza y oportunidades para que desarrollen su potencial, incluirlos en la construcción de políticas públicas, que puedan participar en la solución de sus problemáticas y de la sociedad en general, potenciar y aprovechar sus capacidades; pocas son las acciones familiares, gubernamentales y de organizaciones sociales dirigidas específicamente a ellos, preferimos en mucho cerrar los ojos y seguir con nuestra lógica de lo aprendido a nuestros padres, sin hacer énfasis en lo que podemos aprender y mostrar a estas generaciones, no basta con decir que no les entendemos, mucho menos intentar comprenderles o pretender imponerles nuestras ideas.
Este tema me parece crucial, la premisa que propongo es una construcción inacabada, estoy cierta que con muchos de los amables lectores, coincido en que hemos sido omisos y hasta injustos con los jóvenes, propongo cambiar la lógica, arroparles y ver por ellos, no hay que dejarlos solos, hay que caminar junto con ellos. Darles oportunidades laborales y confianza, darles amor, respeto, afecto y valor, sólo así seremos una sociedad mejor.