Metafóricamente hablando, los Reporteros Infantiles de El Heraldo de Chihuahua dejaron de lado por unos momentos el chaleco y la libreta para cambiarlos por las botas, el sombrero y el ambiente del rodeo que la tarde de este sábado en la Arena Don Timo, donde los niños siguieron los festejos del Día del Niño.
Puntuales a la cita llegaron los pequeños grandes enviados especiales de esta casa editora quienes, luego de la bienvenida por parte de sus anfitriones y sin dejar de soslayo sus deberes como periodistas, pudieron enterarse de primera mano de las actividades que se realizan en ese lugar.
Aquello de “enterarse de primera mano” no es exagerar, pues los reporteros se convirtieron en auténticos jinetes, toda vez que les llegó el turno a cada uno para saltar de las gradas a la arena y disfrutar de un paseo a caballo.
Luego, fueron sorprendidos de manera muy grata con dos de las principales suertes que distinguen a los buenos rodeos norteños, como la clásica exhibición de lazada y los infaltables barriles, durante lo cual, los niños invitados se divirtieron y quedaron encantados ante semejante demostración.
La jornada continuó de una manera divertida, pues los niños pudieron ver una exhibición de entrenamiento para canes de pastoreo, labor muy importante esta última, y también apreciada por los ganaderos.
Siguió entonces como parte del programa, una divertida carrera, donde las caídas, más que doler, divierten sobremanera. Pero nadie se asuste, que no estamos hablando de una competición como las que se viven en los hipódromos o en los carriles, sino una carrera de costales, en la cual cada quien sacó su espíritu de competencia… pero no pudo dejar su alma de niño, por lo que la diversión continuó.
Y es que claro, como de lo que se trataba desde un principio era de pasar un rato tan agradable como entretenido, y de seguir festejando a la niñez, pues tampoco pudo faltar la piñata y a l ritmo de “dale, dale, dale, no pierdas el tino…” los invitados le dieron de palos a la figura de barro y papel en espera de obtener una merecida recompensa de ricas golosinas una vez roto el monigote.
Para finalizar la que sin duda fue una inolvidable jornada vaquera, los niños compartieron el clásico pastel para celebrar, así como el recuerdo de una tarde de rodeo, que sin duda también perdurará en la mente y en el corazón de todos aquellos que vivieron esta aventura entre botas, sombreros, chalecos y libretas...