Tan deliciosa como unas enchiladas, tan “sueve” como pan para hamburguesas y más fresca que cualquier agua que se haya vendido… así puede definirse la atmósfera que se vivió durante la ya tradicional kermés de la parroquia de San Felipe Apóstol.

En realidad, cualquiera de los antojitos mexicanos que se ofrecieron en los puestos atendidos por los diferentes ministerios que componen la comunidad parroquial, fueron un mero, pero delicioso pretexto para pasar unos momentos de sana convivencia con personas que cada feligrés siente como parte de su familia.

Fueron también momentos para estrechar la mano, abrazar o platicar con el párroco Antonio Sepúlveda o el vicario Alberto Soto, quienes después de sus respectivas misas de mediodía dejaron por un momento sus obligaciones eclesiales para precisamente tener un acercamiento menos formal con los fieles.

Éstos últimos, ya fuera por ayudar con fondos a su parroquia o hasta por no cocinar durante la tarde dominical, se volcaron por legiones hacia los mencionados puestos, de tal suerte que hicieron que el evento, en ventas, fuera todo un éxito, lo que se reflejara en obras materiales y pastorales.

Las buenas ventas no sólo se reportaron en el renglón gastronómico, pues los tradicionales huevos con confeti y los pescaditos con premio se convirtieron en la sensación de la kermés, actividades que sustituyeron al registro civil y el tan extrañado “padres al agua”, del año pasado.