El veneno con el que los infiltrados japoneses del FBI buscarían matar a Pancho Villa, se llamaba "de tres días", pues ese era el tiempo en el que un ser vivo tardaba en morir tras ingerirlo. Así lo habían comprobado ellos mismos días atrás luego de suministrárselo a un perro, que agonizó infernalmente hasta que los globos oculares se le desprendieron de las cuencas.
Con la certeza de que acabaría con la vida del general, vertieron el letal veneno en el jarro de café negro que el "Centauro del Norte" acostumbraba a beber todos los días. Seguros de que todo lo habían hecho bien, salieron huyendo del campamento villista ubicado en Parral, Chihuahua. En su huida, se detuvieron para comunicar al gobierno estadounidense que la misión había sido un éxito.
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El escuadrón nipón del FBI, de no se sabe cuántos integrantes, estaba encabezado por dos hombres: Tsuto Mudyo, de nombre clave Dyo, y un hombre de apellido Hawakawa, reconocido por su criptónimo Jah.
Ambos se habían reunido en junio de 1916 en un café de El Paso, Texas, con el jefe de la oficina del FBI en esa localidad, el agente E.B. Stone.
Acordaron que el escuadrón japonés se infiltraría en la tropas de Villa para, primero, informar lo relacionado con las fortalezas y debilidades del ejército, para luego, capturar al general y entregarlo a la agencia estadounidense.
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Tal vez en algún momento de la conversación los japoneses sintieron el peso real de aquella misión, así que le propusieron matar al Centauro, para luego entregarle el cadáver al FBI. El agente E.B. Stone meditó la pregunta, pidió a los nipones que le dieran tiempo de consultarlo con el Departamento de Estado, y luego de unos días, les habría confirmado que también podían entregarlo muerto.
Stone llevó a Dyo y Jah con el capitán Reed, quien estaba a cargo de las labores de inteligencia de la llamada Expedición Punitiva (nombre de la campaña militar del gobierno de Estados Unidos para capturar al jefe revolucionario Francisco Villa). Reed a su vez reunió a los mercenarios japoneses con el médico militar que les daría el frasco con el veneno "de tres días".
Una vez con la botella de la poción en la bolsa, los japoneses se infiltraron al ejército de Francisco Villa, lo lograron bajo el argumento de que los había enviado su hermano Hipólito Villa, quien ya en el pasado había recomendado otros sirvientes japoneses leales como Kingo Nonaka, enfermero estrella de la División de Norte, o Gamichi Tatematsu.
¿Villa descubrió la intención que tenían de matarlo?
Como fuera el general no dio tanta importancia a la entrada de los nipones, pues éstos de facto le caían mucho mejor que los chinos. Sin embargo, era 1916, Pancho Villa ya estaba muy desconfiado sobre las repetidas traiciones dentro de sus filas, surgidas tras la derrota de 1915 en Celaya.
Esa desconfianza a todos, no sólo a los japoneses, lo hizo dar a probar primero aquel jarro de café que sirvieron Dyo y Jah a uno de sus soldados, quien se puso grave muy rápido y terminó muriendo.
Fue un escándalo, Villa podía ser aniquilado en una de las batallas de la Expedición Punitiva, pero envenenarlo como a un perro era algo bajo. El asunto fue negado por las autoridades, hasta la fecha.
Nota publicada originalmente en El Sol de Parral