Memorias de Chihuahua
Tras la consumación de la Independencia, México quedaría en un limbo, en un rumbo indefinido de una nación naciente. Después del periodo colonial, uno de estos primeros proyectos que se enarboló fue el Primer Imperio Mexicano, un trono efímero para un militar y político, Agustín de Iturbide, quien, tras ser coronado, su reinado no conseguiría ni siquiera perdurar más de un año. En ese periodo, hubo ayuntamientos que se resistirían a este nuevo orden y otros, como la Villa de Chihuahua, que apoyarían a este fugaz emperador.
Hace un mes, el 19 de julio, se cumplieron 200 años del fusilamiento del Primer Emperador Mexicano, a quien habían ejecutado en Padilla, en el recién fundado estado de Tamaulipas. A pesar de que este personaje no trascendió como un paladín de la patria, su figura se llegó a enaltecerse en su momento en nuestra región, la Villa de Chihuahua, con retratos de aquel personaje, desfiles, suntuosas fiestas y hasta la construcción de una réplica de un barco de guerra que "navegaría" entre las calles de la ciudad.
El 13 de agosto de 1822, el Ayuntamiento de Chihuahua felicitó a Iturbide por su coronación:
“Di cuenta al emperador (…) que lo felicita por su exaltación al trono del Imperio y con ello que ha visto con agrado las primeras demostraciones de vuestro señor al ver reunidas en favor de su persona los sufragios de los pueblos…”.
Este entusiasmo no sólo fue parte de la capital sino en otras partes del estado. Por ejemplo, en el ayuntamiento de San Lorenzo, según un documento del Archivo Histórico Municipal de Chihuahua, llegaron a solicitar a la Villa de Chihuahua un retrato de Iturbide para celebrar su llegada al trono: “Se ha dispuesto por este político Ayuntamiento, el celebrar en este pueblo la proclamación y jura de nuestro digno Emperador el Sor. Don Agustín Primero (…) y no encontrándose su retrato…, suplico a vuestro señor hacerme el favor de facilitármelo”.
Agustín de Iturbide logró conseguir el apoyo de pobladores y de algunas autoridades de la Villa de Chihuahua, en ese momento la capital de las Provincias del Norte. La admiración a este emperador fue tanta que incluso autoridades del ayuntamiento, Miguel Agustín Jaurrieta y Vicente Palacios rebautizarían al territorio de Chihuahua como Heroica Iturbide.
La figura de Iturbide se sostuvo más en el acto popular de la verbena que en la solemnidad imperial de una dinastía que empezaría y terminaría con él mismo.
En noviembre de 1822, cuatro meses después de la coronación de este emperador, la Villa de Chihuahua le prepararía un pomposo festejo: “Dichoso una y mil veces seas, muy ilustre ayuntamiento y repetidas, digno de los más llenos plácemes y enhorabuenas al haber justamente admirado los patrióticos sentimientos más altos y amantes de vuestro fidelísimo Chihuahua, a su tan digno Emperador Agustín I, año feliz de 1822, dichoso día el 18 de mayo, gloriosos momentos para Chihuahua los del 3 y 4 de noviembre y afortunados síndicos y procuradores generales, los representantes que logramos el honor de asegurar a vuestra señoría que en todo este hermoso Imperio, si hay un amor tan sincero y decidido a nuestro amado Agustín, como el Chihuahueño, podremos acaso concederlo por posibilidad, pero nunca mayor”. Según expresa un documento de la Biblioteca Nacional de México.
Durante la preparación de ese festejo, los vecinos de la plaza principal de la Villa de Chihuahua adornaron y pintaron sus casas de color blanco, además se decoraron calles y otros espacios públicos. Hubo también recitales de poesía, desfile y danza.
Sin embargo, lo más impresionante de aquella ceremonia fue la construcción de un bergantín de guerra, de nombre: Correo Agustín, el cual fue construido, según describe uno de los documentos: “de trece varas de quilla, quince de borda, y tres y tres cuartos de manga. En construcción las mismas que si fuese para navegar, esto es, con costillas, perfiles y demás cortes de proa a popa perfectos, sus palos de trinquete y mayor adornados con toda la cabrillería necesaria de tablas, de jarcia”.
Este barco "navegó" con la fuerza de 24 hombres que impulsaban la nave gracias a unas ruedas de coche que conformaban parte de su base. Aquel navío recorrió las calles de la Villa de Chihuahua mientras era admirada por treinta mil personas, la población de la localidad.
El destino de este buque sería arribar a un castillo, en donde se recibirían las noticias de la coronación de Iturbide. Con este montaje se pretendía representar el anuncio de la instauración del Primer Imperio Mexicano ante la Corona Española.
Al año siguiente, en 1823, caería aquel Primer Imperio, que se sostuvo con la relativa fuerza del fulgor de las fiestas populares. Su presencia por Chihuahua fue carnavalesca, en donde, hasta su figura terminó por ser más un contradictorio reflejo de un reinado que se construyó desde la fragilidad de las formas ornamentadas del espectáculo más que del insipiente orden institucional.
