Memorias de Chihuahua
Desde que México surgió como una entidad nacional, independiente y con la posibilidad de elegir su propio gobierno, al menos en la primera etapa de su historia, la relación de este con el mundo no se desarrolló de la mejor manera, sobre todo en aquellas décadas que tuvo que defender su soberanía mediante el uso de la fuerza y no siempre resultando victorioso.
Una de las tareas más difíciles que debía lograr era precisamente el reconocimiento internacional, cosa que consiguió de naciones como Inglaterra y Estados Unidos a través de la firma de convenios económicos solventaban a las nuevas instituciones mexicanas mediante onerosos préstamos, España, por ejemplo, tardó más de 15 años en reconocer su independencia.
Mientras sucedieron esos tres lustros, la potencia europea que anteriormente sujetó al país a través de procesos coloniales intentó en repetidas ocasiones hacer que la independencia de México fracasara y que el destino de este pueblo volviera a depender de la corona que le dio vida en civilización, según explicaba el discurso occidental.
En este sentido, el Gobierno de México detectó que los movimientos a favor de una reconquista española iban en aumento, principalmente encabezados por españoles que se quedaron en la nueva nación, desde militares hasta sacerdotes que buscaban entre otras cosas la estabilidad que supuso en algunos momentos la Nueva España.
Diversas estrategias se emplearon para contener las insurrecciones tanto ideológicas como militares, recuérdese el caso de Joaquín Arenas, el fraile que conspiró para restaurar a Fernando VII como rey de la Nueva España en 1827 y por la cual fue condenado a muerte, a causa de esta sonada circunstancia, el entonces presidente mexicano Guadalupe Victoria decretó una ley para expulsar a todos los españoles que residían en México para evitar una nueva conjura.
A propósito de esto, en el Archivo Histórico Municipal de Parral se conserva un expediente que manifiesta el juramento que realizaron al menos quince ciudadanos españoles que aún radicaban en la Villa y Minas del Señor San José del Parral, en el que manifestaron su promesa ante “Dios Nuestro Señor y a sus Santos Evangelios de sostener la Independencia de la Nación Mejicana en forma de gobierno popular, representativo federal, la Constitución y las Leyes del Estado, distrito y territorio”.
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Tales actas fueron firmadas entre el 10 de febrero y el 14 de agosto de 1828 por disposición del gobernador del estado libre y soberano de Chihuahua, el general José Antonio Arce Hinojos, para evitar que estas personas fueran expulsadas del país.
Un fragmento del citado expediente dicta la fórmula expresada por los españoles Gregorio de San Martín, José Fermín Valerdi, Juan Francisco Montes de Oca, Francisco Manuel de Dios, José Mariano de Parañano y Miguel Alonso, quienes la hicieron de frente a un crucifijo, doce luces, el Ayuntamiento de la Villa y un número concurrido de ciudadanos de todas las clases sociales que se congregaron en la plaza principal, a un costado de las casas capitulares.
