Memorias de Chihuahua
A casi 145 años del natalicio de Francisco Villa y a un centenario de su muerte, aún se sigue hablando de este personaje entre las leyendas que se popularizaron en voz de la ciudadanía y el intento de historiadores por brindar una biografía fidedigna de este personaje.
Por ejemplo, se ha contado que Doroteo Arango aprendió a leer en la prisión de Lecumberri en 1912, sin embargo, en el Archivo Histórico de Parral se cuenta con una carta escrita y firmada con puño y letra del revolucionario, la cual data de abril de 1910, unos meses antes de que iniciara la Revolución. En ese mismo expediente se encuentra otros testimonios y escritos en los cuales Doroteo Arango se valió de otros nombres antes de adoptar por primera vez el Francisco Villa.
En uno de los fondos reservados de aquel revolucionario que se resguarda en el Archivo Histórico de Parral, se encuentra una misiva firmada por Doroteo Arango, pero ya con el nombre de Francisco Villa, probablemente, ese documento fue el primero firmado con aquel nombre, con el cual sería reconocido ya como general y que lo marcaría hasta nuestros días.
En la carta, la cual está dirigida a Jesús Vara, cuñado de Doroteo, se puede leer lo siguiente:
“Apreciable señor la presente es con el fin de saludar a usted y a su familia primero, pues ya lo saludé ahora le digo lo siguiente que le abía enbitado a aquí a Chihuahua pero aora le digo que no puedo estar seguramente en esta asta mayo yo despachare a Petrita por ustedes viendo yo a esta por aora no se ofrece más. Ay le mando el certificado del caballo sin más por aora” (Sic).
La carta había sido presentada ante las autoridades judiciales, con el fin de demostrar la procedencia de aquel caballo y por otro lado como parte de una investigación en la cual se acusaba a Villa de haber robado 28 reses a Guadalupe Prieto, en un rancho de Valle del Rosario, las cuales tras ser hurtadas habían sido vendidas y sacrificadas en un rastro.
Cuando Doroteo vendió el ganado con el fierro de Guadalupe Prieto, se presentó ante su comprador como Antonio Flores. A partir de analizar la carta resguardada por Jesús Vera, las autoridades se percataron que tanto Antonio Flores y Francisco Villa eran el mismo hombre, ya que tanto la letra y errores ortográficos eran los mismos tanto en un escrito del traslado de las reses firmado por “Antonio Flores” y la carta dirigida hacia el cuñado de Villa.
Sin embargo, estos no sólo eran los únicos nombres que Doroteo adoptó, aquel bandolero también se hacía llamar Alfredo, según lo menciona la orden de aprensión derivada de ese robo.
En ese mismo documento se menciona cómo era Francisco Villa: “Estatura regular, grueso de cuerpo, color blanco, pelo y cejas de color castaño obscuro, ojos claros grandes, frente grande, nariz y boca regulares, barba poblada, se rasura y usa bigote color huero, casado, como de veintiocho años de edad, sin señas particulares visibles”.
Esta descripción también coincide con otra de 1907, en donde también se le buscaba buscaba por abigeato y robo. Una diferencia importante es que en este documento ya estaba casado con la hermana de Jesús Vera.
Cuatro meses después de aquel acontecimiento, Doroteo Arango pasaría de bandolero a revolucionario, en cuya etapa de todos los nombres que llegó a tener, sería reconocido no con el nombre de nacimiento sino con el de Francisco Villa o mejor dicho ya con su hipocorístico: Pancho Villa.
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