Los Nnee ("seres humanos" o "gente"), conocidos comúnmente como apaches, están formados por diferentes grupos nómadas que comparten un idioma y muchos rasgos culturales entre sí. Forman parte del imaginario colectivo donde representan al “indio” norteamericano por excelencia. Y en Chihuahua como en los otros estados del norte de México, su paso dejó huellas de heroísmo, pero también de violencia y tragedia, siendo el episodio de la cacería de cabelleras apache, uno de los más oscuros de nuestra historia.
Los apaches, en su resistencia hacia la invasión de sus territorios y su lucha por sobrevivir, representaron una verdadera piedra en el zapato de los colonizadores europeos, y luego del gobierno de México y Estados Unidos. Sus incursiones en el territorio mexicano derramaron sangre y costaron dinero, hasta que las autoridades tomaron medidas que ahora nos parecen injustificables.
De acuerdo a los investigadores del Colegio de Sonora, Ignacio Almada Bay Norma de León Figueroa, los apaches no tenían la costumbre de quedarse con las cabelleras de sus enemigos, puesto que eran considerados parte de los muertos y por lo tanto peligrosas. Sin embargo, comenzaron a hacerlo en venganza de las autoridades mexicanas, cuando el gobernador de Chihuahua, Ángel Trías Álvarez, en el año 1849 le puso precio a sus cabelleras, iniciando con una escalada de la violencia en toda la región.
Inicialmente, el precio puesto a la cabellera de un apache varón era de 100 pesos y 50 pesos por el de una cabellera de mujer. Pero, para atraer más a los feroces mercenarios estadounidenses, el gobernador aumentó el precio a 200 pesos por la de un hombre, la mitad por una mujer y 250 combatientes capturados vivos para ser ejecutados públicamente.
Estos decretos fueron conocidos como “ley de cabelleras” o “contratas de sangre”. Durante el primer año de esta ley el gobierno de Chihuahua pagó 17 mil 896 pesos a los llamados “cazadores de cabezas”.
Un precio incalculable
Además del coste económico para el gobierno del estado. La cacería humana trajo costos inesperados.
Y es que los mercenarios (algunos famosos como James “Santiago” Kirker y Johan Johnson, alias “El Come Hígados”) comenzaron a matar a indígenas pacíficos para cobrar por sus cabelleras, que eran indistinguibles de las cabelleras de las bandas de apaches armadas.
Entre las víctimas está una gran comunidad apache pacífica que se ubicaba en la actual Galeana. Así como miembros de muchas otras etnias indígenas que vivían en paz con el gobierno mexicano y con la población mestiza.
Esta violencia continuó hasta que el abuso de los mercenarios llevó al gobierno de Chihuahua a ser incapaz de pagar por tantas cabelleras que llevaban.
Además de esto, la cacería de cabezas enfureció a los apaches los cuales se volvieron más violentos y comenzaron a replicar esta siniestra práctica.
Sin embargo, el objetivo del gobierno finalmente se cumplió, de manera que llegó el momento en que el gobierno de Porfirio Díaz pudo cantar victoria y declarar a los apaches exterminados del territorio mexicano.
Las pérdidas humanas y culturales que esta violencia conllevó son incalculables. Sin embargo, los apaches sobrevivieron en pequeños grupos, y aún hoy en día son uno de los pueblos indígenas que sobrevivieron a los violentos encuentros con el mundo occidental.