/ domingo 1 de agosto de 2021

Aún muerta, cuentan que una niña merodea el túnel del hospital Morelos

Murió hace años, pero el alma de esta niña sigue vagando bajo el paso peatonal que atraviesa la avenida Universidad

Como un acto de altruismo, Anna Victoria y un grupo de amigos solían reunirse para llevar alimentos a los familiares de personas internadas en los nosocomios. Era su principal lugar de reunión el Hospital Morelos, del IMSS, donde entre diez y once de la noche, el quinteto se juntaba y hacía entrega de algunas bebidas hidratantes y burritos para tratar de aminorar en lo posible la carga de quienes velaban en el lugar.

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Posteriormente, al notar la presencia del grupo de recién graduados, al punto de reunión comenzaron a arribar indigentes, algunos de ellos, usaban como refugio el puente ubicado debajo de la avenida Universidad. El constante contacto con las personas sin hogar pronto les dio cierta familiaridad con ellos e incluso llegaron a conocer bastante bien a algunos de ellos.

Pero era una niña principalmente quien llamaba la atención de los jóvenes, de etnia rarámuri, en sus años de preadolescencia, Sarahí era la mayor de dos hermanos, al menos eso les dijo en su momento. Recién llegada de la Sierra Tarahumara, la madre de la niña se había acomodado en casa de una mujer mayor, también rarámuri, donde Sarahí, de 12 años y su hermano Pablo, de 8, pernoctaban a diario en lo que lograban encontrar un lugar donde alojarse de manera definitiva. Desde vistas de Cerro Grande, la familia de tres se desplazaba a diario hasta el Centro de Chihuahua capital en búsqueda de sustento.

Foto: Adrián Berrios | Crónicas de Terror en Chihuahua

La temporada de verano cedió y dio paso a un otoño particularmente frío, y aunque muchos de los indigentes dejaron de trasladarse hasta donde Anna Victoria y sus amigos repartían la comida, la pequeña Sarahí seguía acudiendo de manera constante hasta las afueras del hospital, donde recibía puntualmente su paquete de burritos y agua embotellada para ella y su familia.

Era tanto el frío que en ocasiones se podía sentir durante aquel otoño que, Anna Victoria, pensando en la familia rarámuri y las dificultades que debían estar sorteando, en varias ocasiones llevó ropa abrigable para la madre y hermano de Sarahí.

Fue tanto el cariño que Anna Victoria llegó a sentir por Sarahí, que se le volvió costumbre acompañar a la niña hasta la entrada de aquél maloliente túnel, donde la pequeña se despedía de ella con una sonrisa y corría velozmente para reunirse con su familia. Una vez que Anna Victoria se aseguraba de que estaba con ellos, a la distancia saludaba de nuevo para luego retirarse del lugar.

Fue a mediados de noviembre cuando la joven dejó de ver a su pequeña amiga… transcurridas un par de semanas, temiendo que algo le hubiera pasado, Anna, en compañía de sus amigos, se dirigió ha los indigentes que pernoctaban en el túnel para preguntar por ella y su familia, sin embargo, estos tampoco pudieron dar alguna razón sobre ellos.

Foto: Adrián Berrios | Crónicas de Terror en Chihuahua

Los jóvenes intentaron calmar a Victoria diciéndole que era muy probable que finalmente hubieran encontrado un lugar donde vivir, por lo que ya no le sería necesario volver a ese lugar por comida. No fue sino hasta principios de enero que, alrededor de la una de la madrugada, casi por terminar de repartir la comida, Anna Victoria se aventuró a entrar sola al túnel con el fin de buscar por última vez a Sarahí… allí estaba ella, sin embargo, su aspecto era terriblemente malo; su rostro antes regordete y chapeteado, ahora se veía demacrado y pálido. Tras unos minutos de hablar con Sarahí, Anna Victoria volvió con sus amigos, a quienes informó sobre el estado de la niña y narró como esta le dio a conocer que habían enfermado ella y su madre, por lo que habían estado pernoctando en un albergue. La joven además narró como le había entregado un paquete de comida y esta lo había llevado a su mamá y hermano, quienes pasarían la noche bajo el puente.

Sin embargo, Anna pensó que sería de utilidad si entre todos se cooperaban para darle además algo de dinero a la madre de la niña, por lo que, luego de reunir un poco de efectivo, se dirigieron hasta donde la familia se encontraba acostada. Mientras caminaban hasta la mitad del túnel, donde se miraba a la mujer recostada junto al niño, se percataron de que no había rastro de la niña, aunque la comida que le había entregado Victoria estaba allí, por lo que al llegar cuestionaron sobre el paradero de Sarahí, sin embargo, frunciendo el seño, esta les indicó que no conocía a nadie con ese nombre o que encajara con esa descripción, sin embargo, agradeció la comida y el dinero que los jóvenes le dieron.

Al día siguiente, luego de buscar en varios albergues, finalmente dieron con uno en donde se les informó que, en efecto, una familia rarámuri, conformada por una niña de doce, un niño de ocho y una mujer adulta, se habían quedado un par de días en el lugar, pero de ello habían transcurrido ya dos semanas. Para sorpresa de todos, el encargado del albergue les informó además que tanto la niña, como su madre, habían muerto en el Hospital Morelos a causa de un cuadro severo de neumonía, mientras el pequeño Pablo, había sido asegurado por el DIF a fin de darlo en adopción.

Tras la triste noticia, Anna Victoria dejó de acompañar a sus amigos a repartir comida al hospital, pues le fue tremendamente difícil de superar no solo la muerte de la pequeña, sino aquel extraordinario contacto con ella después de su muerte. Aún a la fecha, cuentan las personas que pernoctan en el puente, que es común despertar a medianoche al escuchar la risa de una niña. Algunos incluso afirman que, en ocasiones, luego de abrir los ojos, encuentran a su lado alguna bolsa con comida…

Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua

Con información de Adrián Berrios

Como un acto de altruismo, Anna Victoria y un grupo de amigos solían reunirse para llevar alimentos a los familiares de personas internadas en los nosocomios. Era su principal lugar de reunión el Hospital Morelos, del IMSS, donde entre diez y once de la noche, el quinteto se juntaba y hacía entrega de algunas bebidas hidratantes y burritos para tratar de aminorar en lo posible la carga de quienes velaban en el lugar.

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Posteriormente, al notar la presencia del grupo de recién graduados, al punto de reunión comenzaron a arribar indigentes, algunos de ellos, usaban como refugio el puente ubicado debajo de la avenida Universidad. El constante contacto con las personas sin hogar pronto les dio cierta familiaridad con ellos e incluso llegaron a conocer bastante bien a algunos de ellos.

Pero era una niña principalmente quien llamaba la atención de los jóvenes, de etnia rarámuri, en sus años de preadolescencia, Sarahí era la mayor de dos hermanos, al menos eso les dijo en su momento. Recién llegada de la Sierra Tarahumara, la madre de la niña se había acomodado en casa de una mujer mayor, también rarámuri, donde Sarahí, de 12 años y su hermano Pablo, de 8, pernoctaban a diario en lo que lograban encontrar un lugar donde alojarse de manera definitiva. Desde vistas de Cerro Grande, la familia de tres se desplazaba a diario hasta el Centro de Chihuahua capital en búsqueda de sustento.

Foto: Adrián Berrios | Crónicas de Terror en Chihuahua

La temporada de verano cedió y dio paso a un otoño particularmente frío, y aunque muchos de los indigentes dejaron de trasladarse hasta donde Anna Victoria y sus amigos repartían la comida, la pequeña Sarahí seguía acudiendo de manera constante hasta las afueras del hospital, donde recibía puntualmente su paquete de burritos y agua embotellada para ella y su familia.

Era tanto el frío que en ocasiones se podía sentir durante aquel otoño que, Anna Victoria, pensando en la familia rarámuri y las dificultades que debían estar sorteando, en varias ocasiones llevó ropa abrigable para la madre y hermano de Sarahí.

Fue tanto el cariño que Anna Victoria llegó a sentir por Sarahí, que se le volvió costumbre acompañar a la niña hasta la entrada de aquél maloliente túnel, donde la pequeña se despedía de ella con una sonrisa y corría velozmente para reunirse con su familia. Una vez que Anna Victoria se aseguraba de que estaba con ellos, a la distancia saludaba de nuevo para luego retirarse del lugar.

Fue a mediados de noviembre cuando la joven dejó de ver a su pequeña amiga… transcurridas un par de semanas, temiendo que algo le hubiera pasado, Anna, en compañía de sus amigos, se dirigió ha los indigentes que pernoctaban en el túnel para preguntar por ella y su familia, sin embargo, estos tampoco pudieron dar alguna razón sobre ellos.

Foto: Adrián Berrios | Crónicas de Terror en Chihuahua

Los jóvenes intentaron calmar a Victoria diciéndole que era muy probable que finalmente hubieran encontrado un lugar donde vivir, por lo que ya no le sería necesario volver a ese lugar por comida. No fue sino hasta principios de enero que, alrededor de la una de la madrugada, casi por terminar de repartir la comida, Anna Victoria se aventuró a entrar sola al túnel con el fin de buscar por última vez a Sarahí… allí estaba ella, sin embargo, su aspecto era terriblemente malo; su rostro antes regordete y chapeteado, ahora se veía demacrado y pálido. Tras unos minutos de hablar con Sarahí, Anna Victoria volvió con sus amigos, a quienes informó sobre el estado de la niña y narró como esta le dio a conocer que habían enfermado ella y su madre, por lo que habían estado pernoctando en un albergue. La joven además narró como le había entregado un paquete de comida y esta lo había llevado a su mamá y hermano, quienes pasarían la noche bajo el puente.

Sin embargo, Anna pensó que sería de utilidad si entre todos se cooperaban para darle además algo de dinero a la madre de la niña, por lo que, luego de reunir un poco de efectivo, se dirigieron hasta donde la familia se encontraba acostada. Mientras caminaban hasta la mitad del túnel, donde se miraba a la mujer recostada junto al niño, se percataron de que no había rastro de la niña, aunque la comida que le había entregado Victoria estaba allí, por lo que al llegar cuestionaron sobre el paradero de Sarahí, sin embargo, frunciendo el seño, esta les indicó que no conocía a nadie con ese nombre o que encajara con esa descripción, sin embargo, agradeció la comida y el dinero que los jóvenes le dieron.

Al día siguiente, luego de buscar en varios albergues, finalmente dieron con uno en donde se les informó que, en efecto, una familia rarámuri, conformada por una niña de doce, un niño de ocho y una mujer adulta, se habían quedado un par de días en el lugar, pero de ello habían transcurrido ya dos semanas. Para sorpresa de todos, el encargado del albergue les informó además que tanto la niña, como su madre, habían muerto en el Hospital Morelos a causa de un cuadro severo de neumonía, mientras el pequeño Pablo, había sido asegurado por el DIF a fin de darlo en adopción.

Tras la triste noticia, Anna Victoria dejó de acompañar a sus amigos a repartir comida al hospital, pues le fue tremendamente difícil de superar no solo la muerte de la pequeña, sino aquel extraordinario contacto con ella después de su muerte. Aún a la fecha, cuentan las personas que pernoctan en el puente, que es común despertar a medianoche al escuchar la risa de una niña. Algunos incluso afirman que, en ocasiones, luego de abrir los ojos, encuentran a su lado alguna bolsa con comida…

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Con información de Adrián Berrios

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