Danza en pareja termina por unir la vida de los novios rarámuri

La unión matrimonial en la cultura rarámuri es una ceremonia que inicia con la visita a los mayores y culmina con la fiesta en la casa de los recién casados

Venessa Rivas | El Heraldo de Chihuahua

  · viernes 4 de agosto de 2023

Catalina Batista Parra, indígena rarámuri amuli originaria de Cusárare, relató que antes el matrimonio era todo un ritual / Foto: Gerardo Aguirre | El Heraldo de Chihuahua

La unión matrimonial entre un hombre y una mujer en la cultura rarámuri (Tarahumara) es toda una ceremonia. Inicia con la visita a los mayores y culmina con la fiesta en la casa de los recién casados, donde se ofrece el tónari, un platillo especial que se prepara en festividades importantes, que consiste en cocido de res.

Catalina Batista Parra, indígena rarámuri amuli originaria de Cusárare, relató que antes el matrimonio era todo un ritual, pero con el paso del tiempo y la pérdida de la cultura se ha vuelto una cosa que poco importa, “Ahora ya nada más se juntan”. Ya son pocos quienes siguen la tradición.

Desde que una pareja quería contraer matrimonio, primero se sostenía una plática con los padres de ambos a fin de solicitar el permiso. Había otros matrimonios arreglados, donde la opinión de la mujer no contaba.

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Uno de los requisitos para que un hombre pudiera contraer matrimonio era tener una casa que ofrecerle a la mujer donde vivir. Además de saber trabajar la tierra, barbechar, sembrar y tener sus cultivos. La mujer también tenía que saber las artes culinarias como es hacer pinole tostando unos 50 kilos de maíz, además de hacer nixtamal para la preparación de tortillas y los guisos necesarios.

“Las mamás decían: si no sabes hacer pinole, ¿para qué te casas? ¿de que vas a vivir?”, comentó Catalina, pues las madres de antes eran bien severas.

Luego acudían con los “Mayores” personas de edad avanzada de la comunidad, quienes se encargaban de brindarles algunos consejos, incluso, preguntaban a la mujer si era su deseo contraer matrimonio, pero aunque la mujer no quisiera la obligaban a casarse.

El matrimonio es una festividad que se comparte en comunidad / Foto: Gerardo Aguirre | El Heraldo de Chihuahua

Los novios portan sus trajes típicos en color blanco. La ceremonia se realiza en el templo, donde se reúne el cabildo y la comunidad. En el centro tienden una cobija luego colocan el bastón de mando, el cual se cubre con otra cobija, los contrayentes dan vueltas, mientras que sus padres se convierten en testigos de su danza.

El primer gobernador es el que se encarga de dirigir el mensaje principal, donde resalta que deben perseverar en la unión, vivir en paz y contentos, así como otros consejos que les servirán para mantener un lazo matrimonial fuerte.

Al terminar la ceremonia, se van a la casa de los recién casados, donde se realiza la comilona donde se ofrece el tónari, que es un cocido de res. A la vaca solo se le retira la piel y el resto, con todo y viceras se cuece.

La fiesta de la boda incluye matar una vaca y chivas para preparar el tónari y darle de comer a los invitados, los rarámuri le dan gran significado a compartir los alimentos. Siempre derraman un poco de ese alimento en los cuatro puntos cardinales para agradecer a Dios.

Además, previo a la ceremonia, todos se juntan para cooperar con maíz y preparar el tesgüino; los padrinos y acompañantes también aportan dinero para la festividad.

Durante la fiesta se baila pascol y danza de los matachines, pero también el padrino debe de buscar a los músicos para que toquen en el baile.

El matrimonio es una festividad que se comparte en comunidad.

Catalina no cuenta con buenos recuerdos de su matrimonio, pues su matrimonio fue de manera forzada. El hombre con el que se casó se aprovechó que ella había tomado tesgüino. “Al siguiente día me mandaron con el hombre, yo aún estaba en la escuela”.

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Ahora, con la pérdida de la cultura y de las tradiciones, las muchachas rarámuri hacen lo que quieren, “No piden permiso, no saben ni hacer tortillas, ni ayudar en la casa, pero las mamás tenemos la culpa por no decirles nada”.

Afirma que la pérdida de tradiciones inició en 1985, cuando se registró un éxodo fuerte para la pizca de manzana, cuando los jóvenes regresaron a las comunidades llevaban vicios y adicciones.