Una dupla musical, única en la ciudad de Chihuahua, conforman Flor Nevárez y Luis Eduardo López, quienes como el Dúo Vertueux han dado una nueva voz al violoncello, instrumento que ejecutan, pues su repertorio se compone de piezas populares de la música clásica, así como de clásicas de la música popular.
El nombre de la pareja artística proviene de la palabra francesa que en español se traduce como virtuosos y, de acuerdo con ellos, no es un afán de presunción, sino que en cada actuación pretenden mostrar la versatilidad y majestuosidad del instrumento de cuerdas que aseguran amar con pasión.
Lo suyo es pues, una historia de amor, pero obviamente, no entre ellos, sino con la música y en particular con el instrumento que ejecutan, del cual Flor confiesa haberse enamorado con locura y del que Luis Eduardo, también fisioterapeuta, encuentra similitudes con la figura humana, en especial la femenina. Ambos disfrutan el natural abrazo que se da al tocar.
Y como las buenas historias de pareja (en ese caso, musical, se insiste) la de Flor y Luis comenzó de casualidad, hace cinco meses. Siendo violoncellistas de distintas agrupaciones, coincidieron en una donde hasta se sentaron al lado del otro, y el click fue instantáneo.
De inmediato, comenzaron a platicar sus inquietudes y así surgió la idea de formar Vertueux, que hizo su debut oficial en días pasados en las instalaciones de Casa Chihuahua donde, fieles al estilo que se trazaron desde un inicio interpretaron temas clásicos y contemporáneo, aprovechando que mientras Luis toca, Flor canta, aunque ella sostiene y él está de acuerdo, que el violoncello es la segunda voz. “Es el instrumento más parecido a la voz humana”, asegura Nevárez.
Su química arriba de un escenario es evidente, pero se corrobora debajo del mismo en el cotidiano convivir. Porque si bien musical a fin de cuentas lo suyo es una relación en la que tienen que compartir momentos y gracias a ellos, van descubriendo sus coincidencias… y las que no lo son tanto.
“Yo creo que hemos hecho una buena mancuerna porque ambos tenemos un amor declarado por el violoncello”, reitera Flor. “Si cabe la comparación somos almas gemelas, pero para el instrumento”.
Cada uno tiene muy claro lo que quiere y a lo que aspira con este proyecto, aunque sus respectivos caminos para lograrlo sean a veces tan diametralmente opuestos como el agua y el aceite.
“Me considero estudioso”, dice Luis, capaz de dar en unos cuantos segundos una verdadera lección de historia de la música, para luego bromear. “Soy el ñoño de la dupla… Flor apela más al sentimiento”.
Empero, ambos integrantes no ven esas diferencias en forma de ser como una desventaja, sino más bien como el complemento que debe tener una relación para conservar el más elemental de los equilibrios.
Siguiendo con la comparación de una relación de amistad, pese a que han pasado cinco meses, Flor y Luis consideran que aún están en la etapa en que se están conociendo. Sin embargo, a corto plazo se ven juntos y fuertes, listos para llevar su propuesta más allá de las fronteras mexicanas. “No hay un límite para nuestro proyecto”, aseguran.
Para poder conformar el repertorio que ofrecen en sus actuaciones y corroborar su evidente química sobre el escenario, los integrantes de este proyecto ensayan alrededor de diez horas en promedio a la semana.