Historia original, basada en el texto proporcionado por Adrián Berrios
El relato auténtico lo puedes encontrar en Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua
El mal asecha esas calles, el lamento de los perros hace saber que la presencia que merodea las cercanías de la Quinta Carolina, es real y latente.
Más sensibles que el humano, los canes son capaces de percibir cosas que el hombre, afanado en las mundanas necesidades, a veces pasa de largo. Oscuras sombras y voluntades diabólicas deambulan esos lares, donde el odio alguna vez fue el sentimiento predominante.
Capataces y peones entre sí, se manifestaban estas sensaciones oscuras, unos, por considerar a los otros menos, y los segundos, por añorar un momento en el que pudieran finalmente ser ellos los castigadores.
De aquella casa emanan sombras, y moradores de las colonias aledañas dan fe de ello, pues no son pocos quienes han escuchado el llanto de los perros, envueltos en miedo, presos del pánico. Un aullido que fácilmente puede diferenciarse de otros llamados, pues es cuando las ánimas y demonios rondan libremente por esas lejanas calles.
Fernando, un hombre sencillo, amable y trabajador, pero con defectos, como todo humano. Le encantaba el trago, y por ello era común encontrarlo los fines de semana deambulando por las calles, en ocasiones cubierto de polvo, luego de pasar la noche en construcciones abandonadas. Prefería, por pena o dignidad, si es que así se puede decir, embriagarse en lugares lejanos a su casa.
Entre él y varios amigos, solían reunirse y viajar en auto a las orillas del municipio (vale recordar que, a principios de la década de los 80’s, la ciudad de Chihuahua era casi la mitad de lo que hoy es), una vez allí, aprovechaban para destapar botellas y comenzar a brindar sin motivo alguno, más que por el gusto de tomarse un tiempo entre amigos.
Ese fin de semana, sus amigos propusieron dirigirse hacia la enorme mansión abandonada y vaciar allí sus latas y botellas de cerveza. Sería divertido, pensaron, pasar la noche contando historias y emborracharse al calor de la fogata entre los muros de la vieja casona.
Una vez en el lugar, Fernando “inauguró los juegos” encendiendo con una antorcha el fuego que posteriormente él y sus acompañantes rodearían hasta terminar todos con la conciencia nublada… pero fue en especial Fernando quien se rindió primero al efecto etílico y terminó dormido en el suelo de madera de esa vieja casa. A sus compañeros de jerga les pareció divertido si al despertar, éste se encontrase solo y tuviera que volver solo y a pie hasta su casa; así que subieron todos al auto y dejándole solo una cobija, emprendieron el camino para abandonarlo en esa enorme y lúgubre tapia.
Fue alrededor de las dos de la madrugada, cuando el frío y una extraña sensación de sofocamiento le hicieron despertar de súbito. Sentado frente a la ventana, observó fijamente como una extraña figura de ojos rojos le miraba desde afuera de la construcción. Sin poderse levantar, envuelto en pánico, y ahora también en sudor, se arrastró de espaldas sin retirar la mirada de la ventana. Una fuerte ráfaga de viento hizo que el polvo del suelo se levantara y luego de danzara con giros frente a la ventana, aquella misteriosa figura desaparición.
Se preguntó entonces, si aquello que había visto fue real, sin embargo, apenas lograba convencerse a si mismo de que todo fue una ilusión, cuando le pareció escuchar el sonido de pasos aproximándose por el pasillo que da a la puerta principal… Los viejos maderos, que antes fueron un piso de duela, chirriaban mientras el peculiar sonido de espuelas hacía eco en los rincones de la casa. Fernando se reincorporó y se recargó de nuevo contra la pared opuesta al pasillo, hasta que poco a poco, bajo la pálida luz de la luna, emergió de entre las sombras un sujeto ataviado con lo que parecía ser vestimenta de la época de la revolución.
Aquel ente con facciones cadavéricas, lo miró a los ojos y, luego de soltar de su cadera un látigo, azotó a Fernando en la espalda mientras éste intentaba escapar por la puerta opuesta. El ardor que produjo el golpe en su espalda le arrancó de las entrañas un alarido, y fue esto lo que alarmó a los perros que, al sentir aquella presencia demoniaca, comenzaron su horrible canto.
Al narrar lo ocurrido a sus amigos, más tarde ese mismo día, estos miraron atónitos la prueba que demandaron de él, pues al mostrar su espalda desnuda, tras retirar los vendajes, presenciaron una fina, profunda y prolongada marca cubierta de ampollas, como si Fernando hubiera sido golpeado por un metal al rojo vivo.
Aunque son pocos quienes afirman haber sido víctimas de algún ente, si son muchos quienes aseguran haber visto un hombre vestido de revolucionario que merodea por las calles cercanas a la Quinta… Los perros sienten su presencia, y advierten sobre ésta a los habitantes de la colonia.
Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua