Historia original, basada en el texto proporcionado por Adrián Berrios
El relato auténtico lo puedes encontrar en Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua
Aunque originario de ciudad Delicias, el joven estudiante se sentía en Chihuahua capital como en su propia casa, ya que, a poco más de medio año de haber llegado a esta ciudad, Ricardo contaba con un numeroso grupo de amigos que, casi a diario, le visitaban en aquel modesto departamento que había rentado a pocos metros del templo de Santo Niño, en la colonia Industrial.
Corría la década de los dos mil, el estallido de violencia comenzaba a resentirse en el país, y particularmente ocasionando importantes cambios políticos a lo largo y ancho del territorio nacional, pero para Ricardo y sus amigos, aquello no era impedimento para aventurarse en la ciudad cada dos noches hasta altas horas como en procesión, visitando una o varias cantinas, donde discutían sobre todo tipo de temas; política, religión, literatura, leyes... como auténticos sabiondos de la facultad de Filosofía y Letras, los jóvenes se sentían líderes de opinión y dueños de la verdad mientras vaciaban botella tras botella de cerveza.
Fue precisamente durante uno de esos escapes de “desestrés” de las labores académicas, cuando Ricardo conoció a un joven que dijo ser apodado Samael, ese día habían llegado alrededor de las siete de la tarde a un conocido bar en el Centro, y aún a la fecha ninguno de ellos recuerda cómo fue que este se incorporó a su pequeño grupo.
Entre miradas de escrutinio, risas y desacuerdos sin importancia, cuentan que Samael pronto hipnotizó al pequeño grupo de amigos mientras narraba cómo había convertido su hobbie en un auténtico negocio, al pasar de ser un simple intérprete del tarot, a investigar asuntos paranormales y ganar dinero por ello. Precisamente esa noche, según narraría Ricardo años más tarde, Samael ingresaría por motivos personales a un famoso lugar de la ciudad, situado casualmente, a pocos metros de donde Ricardo rentaba su departamento: las bodegas del ferrocarril, en la colonia Industrial.
A solo un par de horas de haberse conocido, Ricardo y sus amigos se encaminaron hacia donde Samael había mencionado que llevaría a cabo su tarea. Sin embargo, ya en el lugar, únicamente dos valientes se ofrecieron a cruzar el portón metálico; Ricardo y su mejor amigo, Efrén. Apenas cruzaron el umbral, una extraña sensación comenzó a oprimirles el pecho mientras seguían una de las vías hasta lo que parecía ser un vagón abandonado dentro de una de las muchas bodegas; esta en particular, tenía acceso a una vía secundaria del tren y la oscuridad bajo ese techo era espesa como en ninguna otra.
A esas alturas, ambos voluntarios ya habían comenzado a perder el valor cuando creyeron escuchar voces como susurros y extraños gruñidos provenientes de aquella nave a donde pretendían ingresar. Una vez de pie frente a aquel inmenso portal, Samael entró como si en su ser no existiera vestigio alguno de miedo.
Al sentirse obligados a parecer valientes, Ricardo y su amigo entraron como hizo Samael y, apenas se vieron cubiertos por las tinieblas, notaron algo extraño en su guía, pues al girarse hacia ellos para invitarlos a seguir, les pareció notar que sus ojos brillaban como los de un lobo. Aunque ambos vieron lo mismo, les pareció que todo había sido solo un efecto visual, pero una vez en medio de la bodega, su duda se disipó cuando Samael se volvió hacia ellos con rostro ahora desfigurado y una horrible boca llena de afilados dientes.
“El holocausto está listo”, gritó aquel demonio mientras extendía sus largas garras hacia ellos. Con el corazón a punto de explotar, emprendieron la huida a toda marcha mientras negras sombras les cerraban paso y nublaban su vista. Apenas salieron de aquella bodega, las sombras se disiparon, pero en el aire quedaron los ecos de graznidos como de cuervo e incomprensibles palabras en alguna demoniaca lengua.
Al salir del lugar, narraron todo lo ocurrido a sus amigos, e incluso se vieron tentados en llamar a la policía, pero desistieron de esta idea al obviar que, por irrumpir en propiedad privada, serían llevados presos.
Ricardo vive actualmente en su natal Delicias, sin embargo, aquél que entró con él esa espeluznante noche, murió mientras dormía un par de años después, víctima, según informaron, de un paro cardiaco fulminante. Ricardo a la fecha narra que su amigo siguió soñando a Samael tras esa noche, y considera que su muerte fue ocasionada por uno de estos terrores nocturnos.
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