La lluvia era tan fuerte esa noche que José Luís apenas podía ver a unos cuantos metros frente al parabrisas del auto familiar. Sus dos hijos viajaban en la parte trasera del coche y su esposa junto a él, en el asiento del copiloto. Por motivos personales, habían tenido que salir más tarde de lo planeado de Estación Dorado a Parral.
Aunque no mostraba nerviosismo, el joven padre de familia sentía el peso de la responsabilidad detrás del volante pues aún y cuando deseaba conducir más despacio, también era importante que llegara temprano a casa antes de que la mañana le sorprendiera en la carretera y tuviera que faltar al trabajo.
De tal manera, estaba obligado a ir más rápido de lo que normalmente lo haría bajo esas circunstancias y, más aún, con toda su familia en el auto. Sus pensamientos estaban algo dispersos, pero no quitaba ni por un instante la mirada de la carretera. Ante la fuerza del agua, los limpiaparabrisas apenas lograban hacer su trabajo, dejándole por algunos segundos a ciegas.
Fue precisamente durante uno de esos lapsos, cuando al recobrar la visibilidad, el guiador paró en seco la marcha de auto y giró con violencia el volante para tratar de no golpear a aquél individuo que de la nada apareció frente a ellos. Los gritos de su esposa e hijos llenaron la cabina del coche mientras José Luis intentaba recuperar el control del volante. Luego de derrapar sobre el asfalto mojado, el vehículo terminó saliendo del camino y quedó varado con un neumático reventado a un costado de la carretera.
El primer impulso natural de José Luis fue asegurarse de que todos estaban bien y que nadie hubiera resultado lesionado. Apenas confirmó que su familia se encontraba a salvo, salió del auto para tratar de encontrar a aquél individuo al cual el habría jurado golpeó con la defensa del carro.
Sin rastro del atropellado
Pese a su insistente búsqueda, no fue capaz de ubicar al sujeto, por lo que procedió entonces en su lugar a tratar de hallar alguna evidencia de que lo que había visto ocurrió realmente. Al revisar el frente del coche, no encontró abolladura alguna que diera fe de haber atropellado a una persona, sin embargo, sus hijos y su esposa estaban de acuerdo con él en que alguien se había atravesado en el camino.
Al cabo de unos minutos, un hombre a bordo de una pickup se detuvo junto a ellos y ofreció ayuda a la familia. Luego de cambiar la llanta bajo la lluvia, José Luís narró al desconocido cómo había terminado varados junto al camino.
Al escuchar la historia, el sujeto cambió la expresión de su rostro tornándolo más serio y, con un tono bajo, procedió a explicar que en ese lugar, años atrás, había sido encontrado el cadáver de un hombre. Según narró, el sujeto fue arrollado por un conductor que, en vez de detenerse a ayudar al desdichado, procedió a darse a la fuga, dejándole a su suerte en el lugar del accidente.
Desde entonces, dijo el individuo, el espíritu de aquel sujeto aparece frente a los automovilistas justo en ese punto de la carretera, cerca del entronque rumbo a Pueblito de Allende.
Apenas terminó de contar la historia el desconocido a José Luis, escucharon entre el sonido de la lluvia el chirrido de neumáticos a pocos metros de donde ellos estaban. Tomados por sorpresa, apenas pudieron apartarse de la carretera y, justo donde momentos antes habían estado parados, un automóvil pasó dando giros en el aire y arrojando fragmentos de metal y vidrio en todas direcciones.
Aunque se apresuraron a llegar hasta donde el vehículo terminó de cabeza, nada pudieron hacer para ayudar al pobre hombre que perdió la vida en el lugar. El compañero de aquél desdichado apenas logró sobrevivir, sin embargo, tras el accidente, en el lugar de los hechos, el sobreviviente indicó a los testigos que un sujeto se había atravesado en el camino y habían volcado al tratar de esquivarlo…
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Con información de Adrián Berrios
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