El relato auténtico lo puedes encontrar en Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua por Adrián Berrios
Fue durante la década de los 70’s, cuando el doctor Roberto Fierro abrió por primera vez las puertas de este infame hospital, al cual se dice que en realidad se recurría para abandonar a personas con trastornos mentales; aunque su edificación tenía en un principio buenas intenciones, fue la indiferencia de las familias para con sus necesitados, lo que ocasionó el deterioro estructural y humano del manicomio, convirtiendo lo que fue un hermoso lugar de reposo, con jardines y árboles frutales, en un infierno terrenal.
Se dice que en las instalaciones de lo que fue el hospital psiquiátrico de Santa Isabel, rondan los espíritus de aquellos infelices que perdieron la vida en el infame lugar.
Habitantes de las cercanías narran que, entre esas derruidas paredes, enfermos mentales morían al recibir un trato inhumano para luego, como si de animales se tratara, ser sepultados en una fosa común dentro de la misma finca. Pese a que el nosocomio estaba dirigido a albergar a pacientes con familias adineradas de la capital del estado y zonas aledañas, la reputación del lugar aún a la fecha continúa generando escalofríos.
En plena decadencia del nosocomio, su director, el doctor Fierro, repentinamente desapareció, dejando a su suerte al hospital y a sus pacientes. Aquellos que laboraban en el lugar, al verse abandonados por el galeno, dejaron de atender a los enfermos mentales, y así como lo hizo el director, también ellos se fueron marchando uno a uno, hasta dejar desatendidos completamente a la treintena de internos que allí eran “tratados”.
Viéndose en libertad, pero sin un lugar a dónde acudir, los enfermos mentales comenzaron a deambular como almas en pena entre los pasillos y cuartos del hospital. Se dice que en ocasiones, vestidos únicamente con sus batas, realizaban juntos procesiones al centro del pueblo, guiados por un enorme e imponente perro San Bernardo, merodeando por sus calles como muertos en vida y crispando los nervios de los habitantes de Santa Isabel.
No fue sino hasta varios meses después, que los pobladores comenzaron a correr la versión de que el director del sanatorio, al igual que sus pacientes, perdió el juicio y fue trasladado por familiares a alguna gran urbe para que recibiera atención.
Fueron estas mismas voces, quienes luego hicieron correr el rumor, de que el galeno disfrutaba torturar a los internos para luego de asesinarlos e inhumares personalmente en los jardines del lugar. Estos señalamientos, quedan solo como una leyenda urbana, pues lejos está la verdad ya de ser destapada.
De los pacientes, nada se supo, aunque es de imaginar que, abandonados e incapaces de valerse por sí mismos, terminaron perdiendo la vida; aislados, con frío, hambre y enfermos... Sus almas, cuentan los habitantes del pueblo, continúan penando entre los tétricos pasillos y lóbregos cuartos abandonados.
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