Un objeto volador no identificado fue detectado por los radares estadounidenses aquella noche del 25 de agoto del 74. En un principio se pensó que se trataba de algún bólido o cuerpo común proveniente del espacio, sin embargo, estas conjeturas pronto fueron desechadas al notar que el objeto hacía correcciones en su curso.
Fue en el Golfo de México donde por primera vez los encargados de la defensa aérea del país vecino detectaron esta anomalía, sin embargo, no pudieron precisar si se trataba de una aeronave o alguna otra cosa.
Militares de los Estados Unidos se preparaban para interceptar el objeto, que predijeron caería al suroeste de Corpus Christi, en el estado de Texas, sin embargo, un nuevo cambio de trayectoria hizo que el objeto volador no identificado entrara repentinamente a espacio aéreo mexicano, registrándose su caída en los alrededores de Coyame, cerca de la frontera norte; fue allí donde se perdió el rastro de aquella extraña nave.
El país vecino se encontraba entonces en constante estado de alerta de invasión o ataque a causa de la denominada Guerra Fría con la Unión Soviética, por lo que el acontecimiento cobró aún mas importancia cuando se reportó que un avión Cessna 180, proveniente de El Paso, había aterrizado en el punto y hora exacta donde los radares habrían dejado de seguir al extraño objeto.
Sin embargo, la reacción de las autoridades mexicanas se vio lenta, pues pese a que el incidente tuvo lugar durante la noche o madrugada del 25 de agosto, fue hasta el día siguiente, alrededor de las 1030 horas, cuando se desplegó un operativo por parte del ejército nacional para ubicar la aeronave extraviada.
Se reportó entonces a base el hallazgo del Cessna siniestrado, sin embargo, en la bitácora se indicaba también la presencia de una extraña aeronave en tierra, a escasos kilómetros de donde se había ubicado al avión estadounidense. Se detallaba en este informe, que el mencionado objeto tenía forma circular…
De inmediato, al enterarse del suceso, el gobierno norteamericano ofreció su apoyo a fin de recuperar ambas aeronaves, pero esta oferta fue rechazada por las autoridades locales. Haciendo uso de camiones militares con plataforma, se procedió a llevar a cabo la extracción de los restos, dejando el lugar “limpio” al cabo de pocas horas.
En un paraje solitario, por alguna razón desconocida, los militares detuvieron la marcha del convoy, fotografías tomadas por aeronaves mostraban los vehículos varados con las puertas abiertas y un par de cadáveres humanos tendidos sobre el suelo. Sólo esto bastó para que la CIA tomara la iniciativa unilateral de cruzar la frontera y extraer el objeto, por lo que al lugar fueron enviados cuatro helicópteros militares a fin de sacar de allí todo cuanto les fuera posible.
Los pilotos estadounidenses encontraron a los militares mexicanos, quienes dirigían y operaban la misión, muertos, la mayoría aún en el interior de los vehículos oficiales. Tanto los vehículos como los cadáveres fueron reunidos en un solo lugar y fueron volados con explosivos a fin de dejar la escena libre de evidencia, mientras que el extraño objeto fue enganchado a un helicóptero y llevado a los Estados Unidos.
El paradero de este Ovni a la fecha sigue siendo un misterio y, por su parte, el Ejercito mexicano negó la desaparición del personal, así como la narrativa de los hechos aquí expuestos. Pero la evidencia no pudo ser destruida en su totalidad, pues aún existen reportes de las transmisiones de radio efectuadas aquel agosto del 74.
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Con información de Adrián Berrios