Memorias de Chihuahua
El ex Convento de San Antonio de Padua de Las Casas Grandes se erigió en el Valle de Casas Grandes, a una distancia de siete kilómetros al norte de las ruinas de Paquimé. Fue fundado por sacerdotes franciscanos, el Fraile Pedro de Aparicio, Fraile Páez y el Capitán Andrés López de Gracia, quienes provenían del Presidio del Paso del Río del Norte.
La cronología del Convento de San Antonio de Padua en Casas Grandes, presentada por Charles Di Peso en 1974, indica la existencia de un período de sesenta y tres años de inactividad, conocido como el "Periodo Español", que abarcó desde 1600 hasta 1663. Durante este tiempo, se observa la influencia cultural de origen ibero-español en el Valle de Casas Grandes, culminando con la construcción del convento en 1663-1664. Según la carta de López de Gracia, que data de un 12 junio del 1664. La construcción estuvo a cargo del Capitán Andrés López de Gracia.
Sin embargo, es importante señalar que la presencia española a lo largo del río Casas Grandes, la cual se remonta a veintitrés años antes de la fundación del Convento de San Antonio de Padua, con el establecimiento del Pueblo y Misión de la Soledad de los Janos en Chihuahua en 1640. Este asentamiento, conocido como la Misión de la Soledad, precede por veintitrés años al convento de San Antonio de Padua en Casas Grandes. Posteriormente, la Misión se transformó en el Presidio de San Felipe y Santiago en 1686, después de la destrucción del convento de Casas Grandes.
Aunque la información sobre esta misión y el Valle de Casas Grandes entre 1663 y 1680 es limitada, se han encontrado registros en el Archivo de Hidalgo del Parral que otorgan títulos de tierras a los refugiados españoles provenientes de la Guerra de Los Pueblos de Nuevo México, quienes se establecieron en el Valle de Casas Grandes. Estos refugiados fueron el resultado de un intento de independencia por parte de los Indios Pueblos contra los españoles, un levantamiento que duró aproximadamente doce años.
A lo largo de los años, hemos sido testigos del lamentable deterioro y casi desaparición de las ruinas del Convento de San Antonio de Padua. Estas estructuras históricas, que alguna vez fueron un símbolo de grandeza, han sufrido el embate implacable del tiempo y la falta de atención y preservación adecuada por parte del INAH.
En sus días de gloria, el Convento de San Antonio de Padua fue un importante centro religioso. Con su arquitectura rescatada de la antigua civilización de Paquime. Sin embargo, a medida que pasaron los siglos, el olvido y el abandono se apoderaron de estas ruinas, llevándolas al borde de la desaparición.
El deterioro de las ruinas del convento es evidente en los daños estructurales, la erosión de los materiales y la invasión de la vegetación. La falta de mantenimiento y conservación ha permitido que la naturaleza reclame su espacio. La exposición constante de los elementos, como la lluvia y el viento, ha acelerado el proceso de deterioro, llevando a la pérdida de elementos arquitectónicos.
Esta casi desaparición de las ruinas del Convento de San Antonio de Padua es una pérdida irreparable para nuestra historia y patrimonio cultural. Estas ruinas son portadoras de historias y tradiciones que nos permiten reconstruir y comprender nuestro pasado. Son una ventana hacia una época ya pasada que debemos cuidar y proteger.
Es urgente y necesario tomar medidas para preservar y restaurar estas ruinas antes de que sea demasiado tarde. La colaboración de instituciones gubernamentales, organizaciones culturales y la comunidad local es vital para llevar a cabo proyectos de conservación y promover la conciencia sobre la importancia de proteger nuestro patrimonio histórico.
El Convento de San Antonio de Padua, en su estado actual de deterioro, nos recuerda la fragilidad de nuestra herencia y la necesidad de actuar con responsabilidad para asegurar su perpetuidad. No permitamos que estas ruinas desaparezcan por completo, debemos trabajar juntos para revitalizarlas y mantener vivo el legado que representan. Solo a través de la preservación y valoración de nuestro pasado, podremos construir un futuro enriquecido y consciente de nuestra identidad cultural.
La importancia de preservar los recintos históricos de antaño que, a lo largo de la historia, la humanidad ha dejado como su huella en forma de monumentos, edificios y estructuras que nos hablan de tiempos pasados y nos permiten comprender nuestro legado cultural. Estos recintos históricos son valiosos ya que nos conectan con nuestro pasado, nos enseñan lecciones importantes y nos ayudan a forjar nuestra identidad como sociedad. Es fundamental preservar estos recintos y cómo su conservación contribuye a enriquecer nuestro patrimonio cultural es por ello qué debemos protegerlos para las generaciones futuras.
Facebook: Archivo Histórico Municipal de Parral