A propósito de la denuncia que Soledad Seañez interpuso en contra de Luz Corral para defender los derechos de su hijo sobre la herencia de Francisco Villa y el recuerdo de la muerte de otra de sus esposas, dejando en orfandad al niño Miguelito, la que fuera mujer del General a partir de 1919 reveló en el mismo expediente que su matrimonio había sido forzoso y en contra de su voluntad.
En Memorias de Chihuahua daremos continuidad a la declaración que una de las viudas del Centauro del Norte añadió en su denuncia, porque no sólo se limitó a pedir 15 mil pesos para su hijo Antonio, sino que trató de relatar por qué ella no peleaba su derecho a la herencia al haber sido esposa de Villa.
Su testimonio describe al revolucionario como el terror encarnado, el cual imponía su voluntad sobre personas y haciendas particularmente en las regiones escasamente pobladas del sur de Chihuahua. Su rendición ante el Gobierno Federal, apunta Seañez, no fue motivo suficiente para que Francisco Villa se sujetara a las leyes y dejara de cometer delitos:
“Estas circunstancias rigurosamente exactas, hizo valer como razones para matarlo el señor (Jesús) Salas Barraza, tres años después de la rendición, y el Gobierno del Estado las tuvo como buenas al conceder el indulto”, expresó la mujer.
Uno de los delitos que según Soledad Seañez cometió el Jefe de la División del Norte fue precisamente su matrimonio con ella ya que este se presentó con su tropa en Valle de Allende la noche del 30 de abril de 1919 y la forzó a contraer matrimonio con él.
“Yo tenía compromiso de casarme con un joven de mi voluntad; pero al señor Francisco Villa, mandando bajo penas terribles en una región fuera del control del Gobierno, se le ocurrió casarse conmigo”, relató en el documento resguardado por el Archivo Histórico del Municipio de Hidalgo del Parral.
Dijo que se vio obligada por medio de una “terrible presión” a acudir a la casa de la señora Guillerma Briseño, ahí en Valle de Allende, y que Villa mandó a uno de los hombres de su escolta para que trajera al lugar a uno de los vecinos más conspicuos, al señor Baltazar Máynez, esto con la finalidad de que Alejandro López Escalera, Juez del Registro Civil, no se resistiera a ir a la casa de la señora Briseño para celebrar la unión y escribir el acta de matrimonio.
“Yo no tuve el valor para oponerme a la arbitrariedad: ¿Lo hubiera tenido alguna otra?”, alegó la mujer, misma que reconoció no haberse ocupado de investigar sobre la formalidad del acto o al menos sí Francisco Villa era soltero y libre de casarse.
En este sentido, añadió que no fue hasta después varios años cuando le llegaron las noticias de que el General estaba casado con otras y también se dio cuenta las demás mujeres sabían que había contraído matrimonio con ella… “pero durante los cuatro años que existió después de mi matrimonio, ninguna de sus “esposas” nos atrevimos a hacer reclamaciones de ninguna especie”.
Soledad aseguró que éste le hizo creer que se casaron con formalidades, es decir, “un delito más que él cometía (yo no, porque estaba ignorante de su estado civil) al hacer levantar un acta de matrimonio que él sabía no era legal”. Después de la muerte del Centauro del Norte en Parral supo con detalle que en 1911 su esposo se había casado con Luz Corral; que en 1913 con Juana Torres; y que en 1921 con Austreberta Rentería.
“El señor General Villa no vacilaba en cometer delitos sin que nadie lo contradijera”, concluyó su declaración.