En la madrugada del 26 de noviembre de 1919, Felipe Ángeles, uno de los generales más brillantes de la Revolución Mexicana, enfrentó el pelotón de fusilamiento en la ciudad de Chihuahua.
Su captura, juicio y ejecución, estuvieron envueltos en intrigas políticas, han quedado grabados en la memoria histórica de México. Y en su momento causaron gran molestia en la población que tenía en gran estima al revolucionario.
La captura del general
Ángeles, conocido por su inteligencia militar y sus principios humanistas, fue traicionado en la Sierra de Nonoava, Chihuahua, por un antiguo aliado. La persecución inició el 5 de noviembre de 1919 y culminó con su captura el 15 del mismo mes en el Cerro de las Moras.
Aunque resistió, finalmente se rindió al mayor Gabino Sandoval, quien lo trasladó a Parral y, posteriormente, a Chihuahua. Durante el traslado, Ángeles mostró una entereza que impresionó a sus custodios y habitantes de las localidades que atravesaron.
Un juicio polémico
El juicio militar se llevó a cabo en el Gran Teatro de los Héroes en Chihuahua el 24 de noviembre. Más de 5,000 personas se agolparon para presenciar este evento, descrito como uno de los más sensacionales en la historia del país.
Ángeles defendió sus ideales con elocuencia, negando haber participado en acciones bélicas recientes y explicando su labor por la unidad y pacificación del país. Sin embargo, su defensa no pudo contra las acusaciones de rebelión que pesaban sobre él.
“Yo sé que voy a morir, pero mi muerte hará más bien que mis acciones durante mi vida, que la sangre de los mártires fecunda el suelo donde brotan los ideales”, fue una de las declaraciones finales durante el proceso.
La sentencia y las últimas palabras
Condenado a muerte, Ángeles pasó sus últimas horas escribiendo y reflexionando. En un emotivo mensaje a su familia, pidió fortaleza y patriotismo para sus hijos.
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A pesar de las súplicas de clemencia de la comunidad y algunos militares, la sentencia fue cumplida al amanecer. Según testigos, el general enfrentó su destino con dignidad, “Ya es tiempo”, dijo cuando llegó la hora y caminó de prisa hasta el lugar del fusilamiento.
A más de un siglo de su ejecución, Felipe Ángeles es recordado como un mártir revolucionario.
Su juicio y muerte en Chihuahua simbolizan la lucha entre ideales y poder en los años convulsos de la Revolución Mexicana. Este episodio histórico resuena como un recordatorio del costo humano de las transformaciones sociales.
Corrido de Felipe Ángeles
Novecientos diecinueve
señores tengan presente,
fusilaron en Chihuahua
un general muy valiente.
En el Cerro de la Mora
le tocó la mala suerte,
lo agarraron prisionero
lo sentenciaron a muerte.
El gobierno americano
y la esposa de Madero
piden clemencia y piedad,
para el pobre prisionero.
Pero no le concedieron,
Ángeles la respetó
ahí en presencia de todos
con sus labios la besó.
Apúntenme al corazón,
no me demuestren tristeza,
que a los hombres como Ángeles
no se les da en la cabeza.
Yo no soy de los cobardes
que le temen a la muerte,
la muerte no mata a nadie
la matadora es la suerte.
De artillero comenzó
su carrera militar,
a poco tiempo llegó
a ser un gran general.
Cantaban las golondrinas
cuando estaba prisionero,
se acordaba cuando Villa
cuando andaba de artillero.
Ángeles era valiente
y de valor sin segundo,
que bien se podía decir
que no habría otro en el mundo.
Anduvo por dondequiera,
anduvo por Nueva York
defendiendo su bandera,
demostrando su valor.
Ya con esta me despido
con las hojas de un nogal,
aquí da fin el corrido
de Ángeles el general.
Fuente: Compilado del proceso histórico del juicio y ejecución de Felipe Ángeles (1919) Gobierno de México.