La mujer de negro de Ojinaga: el origen de una leyenda
Se dice que, durante las noches de luna llena, puede oírse la desgarradora voz de una mujer recorriendo las calles
Samuel Sinaloa / El Heraldo de Chihuahua
La extraña mujer llegó esa mañana, muy temprano, junto a sus dos pequeños, quienes no llegaban siquiera a los diez años de edad el mayor y a los siete el menor. Se acomodaron a un lado del río Bravo, en Ojinaga, y construyó esa dama una muy humilde casa de carrizo cubierta con lodo.
A mitad del siglo XIV, la mujer y los pequeños comenzaron poco a poco a volverse figuras cotidianas ante los habitantes del pueblo, y eran además conocidos de lejos por quienes se asentaban en las rancherías río abajo.
Llamaba la atención lo esquiva y enigmática que resultaba aquella dama de larga cabellera oscura que gustaba, limitada quizás por la pobreza, de vestir únicamente y a diario de ropa negra. Los niños, por su parte, no eran muy diferentes a como hoy en día son los pequeños; jugaban, se ensuciaban, gritaban y corrían. La energía de esos pequeños era inaudita, tomando en cuenta que la madre de estos apenas sacaba a diario algún pequeño pez para comer entre los tres.
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Habitó el inmueble por un mes consecutivoFue por esto que comenzaron a correr rumores de que eran ella, o los niños, quienes ocasionalmente entraban a los gallineros a robar alguna ave para saciar su hambre, cuando la temporada de pesca era mala.
No es que importara mucho a los lugareños, pues de haberlo pedido, con gusto la mayoría habría aceptado regalarles algún gallinazo viejo para que preparasen un caldo, pero no dejaba de ser molesto que, en vez de comunicarse con ellos, como cualquier otro vecino haría, optaran simplemente por el hurto.
Se dice también que la dama de negro iba cada dos días a la ciudad, donde leía la mano o hacía lectura del tarot a los citadinos para llevar consigo lo más básico y sobrevivir las ya mencionadas temporadas de “vacas flacas”.
Un día, sin más, a la dama de negro se le vio sola. Las risas de los niños y sus gritos callaron de pronto sin que alguno de los vecinos o conocidos de estos supieran dar razón sobre ellos; simplemente, así como un día llegaron, desaparecieron.
Uno de los habitantes de aquellas lejanas rancherías, aseguró haber visto como la mujer arrojaba al río un par de bultos envueltos en manta durante una tormentosa noche de verano. Los rumores sobre la desaparición de los niños comenzaron a hacerse más y más fuertes y llegó un momento en que se especuló que los niños ni siquiera eran suyos.
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Descubre una de las historias misteriosas más conocidas que ronda por Ciudad JuárezNo duró mucho aquella mujer viviendo sola, cuando durante el otoño, la furia del Río Bravo arrastró sin previo aviso aquella choza con todo y dama de negro en ella. Una lluvia torrencial se había formado río arriba y la creciente arrastró todo a su paso…
De sus habitantes, así como de la paupérrima construcción, quedaron únicamente los ecos del misterio. Sin recuerdo fijo ya sobre aquellos demacrados rostros, se dio a conocer luego que la dama había llegado allí con sus hijastros huyendo de un esposo golpeador.
Se dice que, al enterarse de que este le había dejado de buscar y se había “robado” otra infortunada, los celos y la ira la cegaron, cobrando aquella afrenta con la vida de los desdichados niños…
Se cree que este fue el origen de los horrorosos gritos que ocasionalmente pueden escucharse en Ocampo, en lo que actualmente se conoce como el barrio del Progreso… Se dice que, durante las noches de luna llena, puede oírse la desgarradora voz de una mujer recorriendo las calles y ocasionando pesadillas al más valiente de los hombres.
La gente de las rancherías corre despavorida al escuchar este lamento y cubre los oídos de los niños, temiendo que, al escuchar los alaridos, sus almas sean robadas por el espíritu maldito de aquella mujer de negro que, arrepentida, busca a quienes fueron víctimas de su ira.
“¡Ay, mis hijoooooos!”
Con información de Adrián Berrios
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