Corría la década del 90 cuando se volvió famosa la anécdota de una supuesta joven que, según cuentan, bailó con el mismísimo demonio en un popular salón de eventos de aquellos años, en el Motel Nieves: El Ruidoso, cuyas instalaciones se ubicaban en lo que actualmente son las oficinas de Inegi, en Chihuahua capital.
Pasaban las dos de la madrugada en dicho lugar cuando una hermosa mujer, apenas mayor de edad, bailaba enérgicamente al son de una popular pieza de música country: su belleza y sensualidad llamaban la atención de todos en el establecimiento y su gracia en la pista era tal que causaba fascinación en mujeres y suspiros en hombres.
Karina apenas notó cuando la música se detuvo de golpe y las luces se apagaron por unos instantes previo a que una melodía muy distinta se llevara el repentino silencio que se había generado con el momentáneo apagón. Un corrido que hablaba sobre un sujeto que cayó del toro mecánico y había dejado al descubierto su pata de gallo comenzó a dar ritmo a la velada mientras un hombre alto de tejana negra y vestido con la más costosa ropa vaquera, apareció en medio de la oscuridad para extender su mano a la joven y pedirle que bailara con él aquella por demás extraña pieza.
Ante la vista de todos en el lugar, la joven aceptó la solicitud de aquel apuesto “príncipe” y comenzó a bailar con el imponente sujeto de barba negra y hombros anchos. El aspecto pulcro e impecables modales del individuo hicieron que por unos minutos a Karina dejara de importarle la segura reprimenda que le darían sus padres al volver a casa por la mañana tras haber salido sin permiso a la mitad de la noche.
Mientras bailaba con el desconocido, subió de pronto hasta su nariz un peculiar y fuerte hedor a azufre mientras sus ojos notaban una curiosa nube de humo que comenzaba a rodearlos y a hacer que quienes se encontraban cerca se retiraran poco a poco.
Karina intentó comunicar esto a su pareja de baile, pero fue entonces cuando, intentando descifrar lo que ocurría, al mirar hacia el individuo, notó que este comenzó a cojear. Al bajar su mirada, la joven vio con indescriptible horror como el corpulento sujeto se desplazaba sobre la pista con una pata de cabra y otra de gallo. El terror que sintió le hizo desvanecerse, sin embargo, en su memoria quedaría grabada por siempre la mirada burlona del demonio que le sonreía con una larga y fría mueca mientras las luces y la música se convertían en tinieblas y silencio antes de golpear con la cabeza el suelo.
La historia trascendió en aquellos años en toda la capital de Chihuahua, cuyas variantes más retorcidas, afirman que la joven murió esa noche en brazos del diablo, sin embargo, otras versiones afirman que la muchacha vivió y fue ella precisamente quien narró lo ocurrido esa noche, se dice además, que este mismo personaje era visto constantemente en el ya también desaparecido salón Moctezuma.
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Con información de Adrián Berrios