Corría la década de los 70, era una calurosa noche de verano en las calles Trece y De la Llave, en el Centro de Chihuahua, cuando a la luz de la luna llena, alrededor de la medianoche, un grito ensordecedor alarmó a los vecinos que, de inmediato, prestos como un rayo, salieron de sus domicilios a tratar de entender lo que estaba ocurriendo.
Fue allí, cuando ante la mirada de todos, una joven señalaba con su mano en dirección a una etérea figura femenina que se desplazaba flotando sobre el empedrado de la calle trece; aquella traslúcida silueta iba directo hacia la casa de la familia Trasviña… donde como dueña del edificio, la espectral mujer entró sin oposición física alguna.
Esta es una de las narrativas más populares en torno a la llamada “Novia de Blanco”, alma en pena que recorría dichas calles y atemorizaba a los habitantes de los alrededores. Se cuenta además que este espectro era el guardián del tesoro que Oviedo Baca encontró en un edificio de su propiedad, cuando los albañiles que trabajaban para él en el inmueble, dieron con el sorprendente hallazgo, oculto entre los muros de la propiedad.
Pero no todas las historias en torno a este espectro datan de fechas lejanas, pues fue recientemente, cuando un vecino de la calle Trece, asegura haber visto a la dama de blanco. El aún horrorizado hombre, afirma que fue alrededor de la medianoche cuando, al volver del trabajo a la casa, escuchó los sollozos de una joven sentada sobre una piedra ubicada junto a un poste de cierta calle privada.
El hombre describe a la dama como una joven extremadamente delgada, que se encontraba con la cabeza agachada e inclinada sobre su regazo derramando lágrimas mientras, con ambas manos cubría, su rostro. Al aproximarse a ella, preguntó si todo estaba bien y si podía ayudarle en algo, pero al terminar de dirigirle la palabra, esta retiró sus manos de su cara, descubriendo un cadavérico rostro.
El horrorizado sujeto huyó como pudo del lugar pegando tremendos alaridos y tropezando con sus propios pies, lo que alarmó a los habitantes de la zona, quienes, en vez de refugiarlo, cerraban sus puertas para evitar que aquél “loco” entrara a ellas, como pretendía hacerlo.
Se dice que, en realidad, se trata del alma en pena de una joven que habitó hace muchos años en alguna de las cuatro casas que hace cruz en las calles De la Llave y Trece. Cuentan que la jovencita fue prometida por sus padres a un militar de quien ella estaba profundamente enamorada. Para ese día especial, la muchachita acudió a comprar su indumentaria a El Paso, Texas, haciéndose de un bellísimo vestido de novia con crinolinas y velos vaporosos. Toda la indumentaria que usaría para ese día especial, era de lo más lujosa y espectacular.
Sin embargo, la muerte arrebató la ilusión de la joven, cuando aquel militar perdió la vida, quizás en alguna batalla o tal vez en algún pleito personal. Devastada por la noticia, la hermosa muchacha perdió la razón, y el día de habría de celebrarse su matrimonio, vistió su indumentaria de novia y salió a merodear las calles del Centro.
A partir de entonces, la hermosa joven comenzó a vagar ataviada con dicho atuendo por caminos inciertos, a altas horas de la madrugada, con la mirada perdida y llorando a aquél amor que había perdido. El tiempo, el clima y el uso poco a poco fueron acabando no solo con ese fino vestido, sino también con el hermoso aspecto de la muchacha, quien al final de sus días, llevaba puesto solo un harapo viejo y maloliente que cubría su esquelético cuerpo. El velo sobre su cara igualmente se convirtió en apenas un vestigio de su pasado lujo, y el rostro debajo de este, era más parecido ya a un cadáver.
Una fría y lluviosa tarde de otoño, la joven fue vista por última vez llorando sentada sobre una enorme piedra de un callejón de terracería. Murió de hipotermia e inanición finalmente, pero cuentan que su espíritu continuó vagando después de su muerte por esas calles donde en vida deambulaba, llorando la muerte de su amado.
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Con información de Adrián Berrios