Actualmente vivimos a la sombra de una persistente sequía, agravada por problemas propios de este siglo como el Cambio Climático, sin embargo no se puede decir que sea la peor que ha vivido nuestro país. Ya que en las últimas décadas del Virreinato de la Nueva España (cuando nuestro país estaba bajo el dominio español) se presentó una sequía muy severa agravada por otros fenómenos naturales.
En el siglo XVIII, la región que hoy conocemos como México, entonces parte del Virreinato de Nueva España, enfrentó una crisis que la doctora en Estudios Latinoamericanos Luz María Espinosa Cortés ha denominado el "Año del Hambre".
Este período, que abarcó los años 1785 y 1786, estuvo marcado por una combinación de factores naturales que desencadenaron una crisis alimentaria sin precedentes. La peor sequía por su impacto en la alimentación de la población, tormentas fuera de temporada y brotes de epidemias sumieron a la población en una desesperada lucha por la supervivencia. Que se reflejó en descontento social y debilitamiento del gobierno virreinal.
La sequía, sin duda, fue el principal desencadenante de la crisis. Durante este período, las lluvias escasearon de manera alarmante, dejando los campos áridos y las cosechas marchitas. Los ríos, fuentes vitales de agua para la agricultura y el consumo humano, se secaron, provocando estragos en la producción de alimentos. Las tierras que anteriormente habían sido fértiles se convirtieron en desiertos polvorientos, lo que llevó a una escasez generalizada de alimentos. Y la cosecha de maíz, el principal alimento de los mexicanos, disminuyó causando hambre en la población.
Además de la sequía, Nueva España fue azotada por tormentas fuera de temporada que causaron estragos en la infraestructura y la producción agrícola. Los ciclones tropicales, normalmente confinados a la temporada de lluvias, sorprendieron a la población con su furia destructiva en momentos inesperados. Las inundaciones resultantes arrasaron cultivos, destruyeron cosechas y provocaron la pérdida de vidas humanas y ganado. Esta combinación de eventos climáticos extremos exacerbó aún más la escasez de alimentos y agravó la situación de la población ya vulnerable.
La falta de alimentos y las condiciones de vida precarias dejó a la población más susceptible a brotes de enfermedades. Las epidemias de cólera, la viruela y el tifus se propagaron rápidamente entre una población debilitada y desnutrida.
Migración hacia las ciudades
El "Año del Hambre" tuvo un impacto devastador en todos los aspectos de la sociedad de Nueva España. Las clases más pobres fueron las más afectadas, enfrentándose a la hambruna, la enfermedad y la muerte en números alarmantes. La desesperación llevó a grandes grupos humanos a migrar hacia las ciudades en busca de alimentos y mejores condiciones de vida.
De esta manera, las grandes ciudades como México, Guadalajara, Morelia, Guanajuato y Chihuahua se vieron saturadas de una gran población de migrantes del campo que llegaban hambrientos, desempleados y sin techo. Fenómeno migratorio que causó gran molestia entre las élite.
Para ello las autoridades emprendieron una “Cruzada contra el hambre y la miseria“ que según explica Luz María Espinosa “consistió en cuatro medidas principales: la primera impulsó la siembra de riego y semirriego en las localidades de tierra caliente, fría y templada para aumentar la disponibilidad de maíz y otros granos y de esa manera regular el mercado; la segunda en dar empleo a los jóvenes pobres y vagos en las obras públicas y religiosas para su manutención; la tercera en prohibir las limosnas, y la cuarta en dar techo, comida y educación a los pobres (mujeres, niños, adultos mayores e incapacitados)”.
Sin embargo, también permitió la abundancia de mano de obra barata que permitió el desarrollo de grandes obras insignes del virreinato, como los palacios y las calles empedradas que caracterizan la arquitectura colonial mexicana.
La economía se vio gravemente afectada por la disminución de la producción agrícola y el aumento de los precios de los alimentos, lo que exacerbó aún más la pobreza y la desigualdad.
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Nuevos ingredientes a la dieta
Otra de las medidas de la cruzada contra el hambre fue implementar un profundo cambio en la dieta de los mexicanos, quienes comenzaron a incluir en su dieta, más verduras y frutas, que antes eran alimentos consumidos mayormente por los pueblos indígenas, y no por los mestizos y criollos urbanos. De esta manera, nopales, tunas, verdolagas y muchas otras frutas y verduras ingresaron a la dieta común de los mexicanos.
Además, también se empezó a popularizar el consumo de lentejas, trigo, arroz y otras legumbres que sustituyeron a los frijoles y al maíz.
El "Año del Hambre" dejó una marca indeleble en la memoria colectiva de la región, recordando la fragilidad de la vida humana frente a los caprichos de la naturaleza y la importancia de la solidaridad y la resiliencia en tiempos de adversidad.
En Nueva España fue un período de sufrimiento y desesperación causado por una combinación de factores naturales adversos. La sequía, las tormentas fuera de temporada y las epidemias convergieron para desencadenar una crisis humanitaria sin precedentes, dejando un legado duradero de tragedia y resiliencia en la historia de la región.