Historia original, basada en el texto proporcionado por Adrián Berrios
El relato auténtico lo puedes encontrar en Facebook: Crónicas de Terror en Chihuahua
Enrique y Brenda se conocieron en el Hospital Central aquel otoño a mediados de los años 80’s, pese a solo llevar un par de meses conversando, ambos enfermeros sentían que se conocían de toda la vida, eran afortunados de haber coincidido para poder compartir el turno y hacer de su jornada un lapso menos tedioso. Esta dicha, se transmitía a sus compañeros y pacientes, quienes al salir llevaban consigo un poco de aquella radiante energía que de la joven emanaba.
Las extenuantes jornadas, velando por los enfermos y al pendiente de las emergencias, enmarcaban su relación, y aunque ambos sentían una evidente atracción, se limitaban solo a un pueril coqueteo pues, aunque estaban enamorados, eran personas tímidas, de pueblos pequeños; él, de La Bufa, cerca de Batopilas, y ella, de Santa Eulalia.
Luego de un año, Enrique se decidió a declararle su amor a Brenda, aunque a esas alturas, los únicos que parecían negarse a aceptarlo oficialmente habían sido ellos dos. Desafortunadamente, vivimos en un universo cuya voluntad es caprichosa y nada le importa la juventud, belleza o sentimiento de los hombres. Es un mundo cruel...
A solo un mes de su noviazgo, a Brenda se le notificó que había sido aceptada para cursar su maestría en la UNAM... y aunque amaba a Enrique y al hospital donde trabajaba, debía seguir su camino aparte, pues también amaba su carrera, sin embargo, antes de que ella partiera, prometió a su novio que volvería para casarse con él. Mantuvieron contacto por medio de cartas y ocasionales llamadas telefónicas por alrededor de medio año, tiempo en el que siguió ejerciendo su profesión en el Hospital Juárez de México, en el entonces Distrito Federal.
La joven enfermera se había forjado en ese tiempo una muy agradable reputación, pues cuentan que todos sus pacientes, sin importar cuán enfermos o graves se encontrasen, milagrosamente se recuperaban. Su aspecto pulcro hacía que su cabello dorado y sus ojos azules resplandecieran apenas un poco menos que su inmaculado y siempre almidonado uniforme, haciendo creer a sus pacientes que se trataba de un ángel. Por su lugar de origen y “mano santa”, sus compañeras, cariñosamente le comenzaron a decir “Santa Eulalia”, apodo que finalmente se redujo a solamente “Eulalia”, mientras sus pacientes, maravillados por su trato intachable y radiante aspecto, le decían “Planchada”.
Pese a su fama y su familiaridad con la metrópoli, el hospital y su gente, la enfermera a diario soñaba con el día en que finalmente se graduara para volver a su tierra y atender a quien la necesitara en aquel nosocomio donde conoció a su novio y vivió sus mejores años, el Hospital Central, donde no sólo su amado le echaba de menos, sino todos aquellos que en su momento tuvieron contacto con ella.
Aquel día Brenda se dirigió al aeropuerto y compró por adelantado un boleto de avión para viajar de vuelta a Chihuahua, donde su novio y amigos la esperaban por sus vacaciones. Volvió a su apartamento y como de costumbre, almidonó y planchó su uniforme para luego dirigirse hacia el Hospital Juárez a cumplir con su trabajo diario.
Ese día, la tierra se estremeció en el Distrito Federal, y Brenda perdió la vida mientras hacía lo que más le gustaba. Su novio, destrozado, no vivió mucho tiempo después de que su amada muriera, pues decidió acabar con su vida apenas medio año después del fallecimiento de Brenda...
Al volver de entre los muertos y no encontrar a su prometido, Brenda, “Eulalia”, quedó atrapada en este plano, donde continúa ayudando a quienes requieren de su ayuda y pasan por una situación adversa en cualquiera de los nosocomios en los que en vida sirvió.
Aunque reconforta a muchos, su presencia también causa miedo en otros, quienes, al verla recorrer los pasillos de los hospitales en medio de la noche, aseguran ver en su rostro, de bellos y amables rasgos, una infanta pena.
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