Memorias de Chihuahua
Cada vez que vamos a unas de estas tiendas enormes donde encontramos de todo y tenemos que mostrar una credencial para entrar, podemos creer que hemos alcanzado el grado mas elevado como sociedad de consumo, pero este tipo de comercio al mayoreo es muy antiguo, solo que antes se hacía por necesidad y hoy como deporte.
Pero poniéndonos serios, algunos podrían pensar que este modelo de tiendas al mayoreo es producto de esta sociedad de finales del siglo XX y principios del XXI, consumista empoderada. Sin embargo el almacén de venta al mayoreo es algo que está arraigado en la historia de Chihuahua al menos desde el siglo XIX, y no solo las grandes ciudades como la capital o el Paso del Norte tienen una añeja relación con este tipo de establecimientos.
Cuando llegó el ferrocarril a Casas Grandes y se estableció “la estación” (hoy Nuevo Casas Grandes ) allá por 1897, un gran número de comerciantes de Estados Unidos y México se acercaron a ese punto al ver la bonanza económica que llegó con el caballo de hierro. Así fue que llegaron los primeros almacenes como “The Sierra Madre Supply Co.” o el “Pionner General Merchandise House”. En estas tiendas los vecinos de los diferentes ranchos y poblados podían encontrar de todo, abarrotes, follaje, herramientas, carretas o novedades, como las máquinas de coser.
Los colonos mormones de la región que habían llegado desde 1884, vieron en este modelo y en el que conocían de la “Zions Cooperative Mercantil Institution” de Salt Lake City un negocio rentable. Para 1898 Henry Eyring creó la “Unión Mercantil”, una sociedad mutualista, encabezada por un presidente, un consejo directivo y socios accionistas, quienes recibían réditos en proporción a lo invertido. Iniciaron operaciones con un capital de mil dólares, teniendo su matriz en Colonia Juárez para después contar con sucursales en las tres principales colonias mormonas del noroeste de Chihuahua: Juárez, Dublán y Díaz.
Los clientes principales de los almacenes eran las haciendas de la región, como Corralitos o las terraceñas de San Diego y San Luis; también los numerosos centros mineros y explotaciones forestales en la sierra del noroeste chihuahuense y del noreste sonorense, donde se encontraban otras colonias mormonas como Pacheco, Chuhuichupa, Morelos y Oaxaca.
Sus ventas principales eran los abarrotes, como cereales, queso, frutas y verduras; ropa, calzado y telas; herramientas para la agricultura y la minería; sillas de montar y otros productos de talabartería. Platos, envases para conservas y cubiertos de peltre, además de estufas de leña. Además que muchos de los productos ahí vendidos era fabricados en las empresas caseras de los colonos.
El ferrocarril si duda ayudó en la bonanza de estos negocios pues permitió un mayor tráfico de mercancías tanto de la región de Casas Grandes hacia la frontera Juárez/El Paso y viceversa, contribuyendo con esto a que estos comercios fueran pioneros en el ramo de las comunicaciones siendo de los primeros establecimientos en contar con servicio de teléfono y telégrafo en la región.
Para la historiadora Jane Dale Lloyd estos almacenes podían competir con los principales del estado, como los alemanes Ketelsen & Degetau quienes tenían sucursales en las ciudades más grandes y pobladas como Chihuahua, Juárez y El Paso, Texas y mismos que llegaron a Casas Grandes en 1903 para competir no solo con los mormones si no con los demás comercios regionales.
Este tipo de establecimientos fueron la norma del comercio en las postrimerías del siglo XIX y principios del XX, y ejemplificaban la bonanza económica que se vivió en la región noroeste gracias a la llegada del ferrocarril, los mejores productos a los que la sociedad tenia accesos se encontraban ahí, muchas veces hechos en casa y sin membresía.
Facebook: Archivo Histórico Municipal NCG