Bajo el pálido resplandor de la luna, por la calle principal del pueblo, aparece flotando y cruza por el guardaganado aquella esbelta y demacrada figura femenina. Conocida como la “mujer de Tutuaca”, el espectro de blanco ropaje recorre Tutuaca, el llamado “pueblo de las brujas”.
Allí, los acontecimientos de ultratumba son tema diario… sus calles, veredas, arroyos y esquinas, alojan entre las tinieblas de las más oscuras noches aquellas almas vagabundas que perdieron el rumbo y van de aquí a allá entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Previo a la conquista de los españoles, el mítico pueblo era un asentamiento de tarahumaras, y ya desde entonces se hablaba sobre su extraordinaria actividad paranormal, cuando los más viejos del pueblo, en torno a fogatas, narraban a los jóvenes y adolescentes historias horripilantes de su juventud.
A plena luz del día, la mujer de blanco ha hecho sus misteriosas apariciones. Cuentan que en una ocasión, esta mujer llevaba consigo una jaula con aves de colores, misma con la que pagó al conductor del autobús “guajolotero” que abordó. El chofer, acostumbrado ya a este tipo de trueques, aceptó el intercambio y trasladó a la fémina hasta que bajó del camión en el camino de terracería de la desviación a Tutuaca, en el recodo del primer arroyo antes del pueblo.
El resto de pasajeros perdió de vista a la mujer, sin explicarse cómo había hecho para sortear las espinas y el alambre de púas en el cual habría terminado atrapada luego de caminar directo hasta el otro lado del camino.
En aquella ocasión, dicen que el chofer colocó un trapo sobre la jaula para cubrirlos del frío que comenzaba a sentirse en la localidad. Al descender, llevó consigo el “pago” del viaje de aquella extraña dama para mostrárselo a la muchacha del puesto de sodas.
Allí se reunía normalmente con ella para conversar mientras los jóvenes del pueblo hacían también acto de presencia para discutir con el conductor los pormenores de su amino. Entonces, una vez en la tienda, narró a quienes con él se habían reunido el curioso trueque que había hecho a cambio de un viaje.
Describió a la mujer y les contó que esta había hecho el viaje en total silencio mientras le observaba fijamente por el espejo del camión. Entonces se decidió a destapar la jaula para mostrar orgulloso la belleza y vistosidad de aquellas coloridas aves que la mujer le había dado, sin embargo, todos ellos fueron presas del horror cuando al retirar el trapo de la jaula, encontraron solo una masa de plumas negras empapadas en sangre.
Los pájaros de colores, inexplicablemente, se habían convertido en negros chanates, y de sus picos entreabiertos, chorreaba aún sangre que teñía el piso de madera de la vieja y derruida jaula.
Ante esta horrible visión, la muchacha de los refrescos pegó un desgarrador alarido que pudo escucharse varias calles a la redonda…
Según el curandero del pueblo, cada lugar de este pueblo tiene una historia diferente de la mujer de blanco, y asegura que no es una, sino varias, las damas que aparecen en las calles. Explica que hay una que llega al pueblo y lo recorre con su emanación de luz azulosa y con sus gritos como lamentos de llorona. Una más que sube a los camiones y que se confunde con los pasajeros y sólo espanta a las personas cuando la ven desaparecer al bajarse. Pero que en Tutuaca cada lugar tienen su propia mujer de blanco, a la que cada quien rinde un respeto impuesto por el terror.
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Con información de Adrián Berrios"