El pueblo rarámuri, habitantes ancestrales de la Sierra Madre Occidental en el estado de Chihuahua, poseen su propia visión sobre los misterios de la vida y la muerte. Para ellos, el fin de la vida, más allá de ser un momento de nostalgia, es visto como un paso más de la existencia, donde el alma del difunto inicia su andar hacia los cielos para reunirse con sus antepasados.
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Debido al sincretismo cultural entre las tradiciones indígenas y europeas, el Día de Muertos se reconoce entre todos los pueblos de México, como la fecha señalada para conmemorar a quienes partieron al otro mundo. Por ello, el pueblo rarámuri, adoptó sus propias costumbres a la cosmovisión de la Iglesia Católica para despedir a sus difuntos.
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Los rarámuri y el Día de Muertos
De acuerdo al antropólogo, Gustavo Palacio, más del 40% de los casi 90 mil indígenas rarámuri que habitan en la Sierra Tarahumara, suelen participar en las festividades por el Día de Muertos, mismas que ellos inician desde el 01 de noviembre.
Para la cultura rarámuri, la tradición del Día de Muertos tiene varios significados; no obstante, todas se centran en la celebración por medio de danzas como la pascola y los matachines, donde los varones portan coloridas vestimentas tradicionales.
Además del baile, los familiares del difunto colocan ofrendas en su sepulcro, los cuáles, según la creencia, les servirán en el largo viaje que están por iniciar hasta el paraíso.
Así mismo, durante estas fechas, es común observar en las plazas y centros de los pueblos, todo tipo de adornos alusivos a esta festividad, entre los que se incluyen ofrendas de comida, así como tapetes elaborados con aserrín.
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¿Cómo es un entierro rarámuri?
Para los rarámuri, el momento de la muerte no es visto como un suceso lamentable, sino como una celebración, ya que finalmente, el muerto podrá subir al paraíso y reunirse con sus antepasados, por lo que su alma es despedida con danzas y cánticos.
Cuando un rarámuri muere, su cuerpo es envuelto en un petate y sepultado con una ofrenda de alimentos, como agua y pinole, que lo acompañarán en su travesía para alcanzar el firmamento. Luego, la tumba se cubre con piedras y se coloca una cruz.
Sobre este sepulcro, se acomodan los huaraches del fallecido, que le permitirán correr velozmente en su otra vida, para finalmente, ser despedido por todos sus seres queridos.
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Corren el alma del fallecido para que no regrese
Una vez que el cuerpo del difunto ha sido sepultado, viene un momento de convivio entre toda la comunidad, es la hora de festejar por que las almas de los muertos se han reunido en el cielo con sus antepasados.
Según la creencia, el alma del fallecido no debe regresar a la Tierra, pues de hacerlo, causaría todo tipo de desgracias a los que aún viven, por ello, los dolientes se preparan para despedirlo y asegurarse de que nunca vuelva.
Para esto, hombres y mujeres corren para ayudar al espíritu en su viaje hasta el cielo. Además, lanzan al aire las pertenencias del difunto y le gritan para “correrlo” de este mundo, mientras que los más ancianos de la comunidad, realizan un baile conocido como el "tutuburi".
Además, una manera de asegurar que el alma no regrese, es compartiendo la comida y bebida, que incluye siempre el tesgüino.