Más de 130 años de su primera puesta en escena en San Petersburgo y el ballet El Cascanueces nos sigue cautivando con su mágica historia de pureza e imaginación infantil. Y es que su coreografía es tan hermosa a los ojos y su música tan placentera a los tímpanos, que el goce de presenciarlas en vivo se ha convertido en justa y muy necesaria tradición navideña alrededor del mundo.
Los asistentes a la primera función de temporada de este clásico en el Auditorio Nacional, el pasado 15 de diciembre, lo demostraron: la representación de la Compañía Nacional de Danza y la Orquesta de Teatro de Bellas Artes de esta obra de Tchaikovski, simplemente es fantástica, calificativo que no sólo refiere su calidad, sino sus facultades para hacer increíblemente creíble esta historia de hadas, basada la versión que Alexandre Dumas hizo del cuento de E.T.A. Hoffman.
Abuelos, padres e hijos, novios y solteros, todos enfundados en sus abrigos y bufandas, fueron testigos, de cómo la pequeña Clara en Nochebuena, tras la fiesta donde todos danzaron, recibe de su padrino, el juguetero Herr Drosselmeyer, un curioso cascanueces; y de cómo luego esta niña, en sus sueños, justo tras la última campanada de la noche sintió encogerse y ver que su regalo se convertía en un hermoso príncipe.
Cada una de las escenas, las cuales pueden llegar a tener hasta 20 o más bailarines, explota con varios recursos las sensaciones y emociones que guarda en su esencia, la adrenalina por la batalla entre el bien y el mal, representada por la lucha entre soldados y ratones; la belleza en el caprichoso caer de los copos de nieve —que en realidad son bailarinas— junto a la Reina de Nieve; y el asombro por lo exótico del mundo, cuando se presentan fusiones de ballet con música española, árabe y hasta china.
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Hay que poner un acento en la escenografía móvil, de gran formato, que, con un complejo juego de tramoyas, es capaz de manipular la percepción de profundidad del escenario, desde simular un amplísimo salón, un bosque nevado o un palacio egipcio de terrones de azúcar y caramelos; introducirnos a cada uno de los actos con paneles donde se sugiere alguna escena; y, uno de los más impresionantes, dar la sensación de que Clara en su sueño en verdad se ha vuelto diminuta.
Quien vaya a las siguientes funciones, que no se olvide de mirar de vez en vez al foso de la orquesta, donde podrán ver el extraordinario trabajo de la directora española Julia Cruz, cuyos movimientos de batuta se sincronizan con los de los bailarines e incluso en las mismísimas espadas del Rey Ratón y el Príncipe Cascanueces, cuando estas chocan.
El Cascanueces tendrá temporada hasta el próximo 23 de diciembre.