Todos los pueblos mineros comparten ese destino común de caídas y levantadas, y es que un día la mina da para absolutamente todo y al otro para nada; así es como el minero tiene que emigrar junto con su familia en busca de otras vetas. Aún así, Pedro Alvarado tenía la confianza en que su mina habría de rendirse un día.
En 1900 la región de Parral era famosa en el mundo porque años antes había iniciado una racha de riqueza platera que deslumbro a grandes propietarios mineros. Vinieron desde Europa y Estados Unidos cantidad de personajes que ya veían el sur del estado de Chihuahua como una nueva California con su fiebre del oro.
En medio de toda esta "fiebre de plata" quedó La Palmilla, cuya veta iba creciendo de manera "milagrosa" según dicen, lo mismo que las riquezas de su dueño que era nada más y nada menos que Pedro Alvarado.
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