La historia de Teporaca es poco conocida, a pesar de que es un figura presente en la iconografía de nuestra ciudad. Sin embargo su nombre resuena como sinónimo de la resistencia y el orgullo de los pueblos originarios del estado de Chihuahua y de México. Aquí te presentamos un pequeño esbozo de lo que fue.
Como había sido educado en una misión colonial, en su juventud Teporaca colaboró con los españoles, y peleó contra de las primeras rebeliones de los pueblos originarios, persiguiendo a los que se habían levantado.
Desde temprano, cuando era aliado de los españoles, destacó por su excelente condición física, que le permitía correr largas distancias sin detenerse, tal como ahora lo hacen muchos rarámuri. Además era un excelente conocedor de la Sierra y la región del Papigochi, por lo que era un rastreador excelente a la hora de dar con los “indios escapados”, que huían del dominio de los colonizadores.
Sus habilidades le brindaron el reconocimiento de los españoles y lo colocaron en posiciones de liderazgo.
Sin embargo, el presenciar la injusticia con la que su pueblo era tratado lo llevó a cuestionarse y a descreer de las enseñanzas que había recibido en las misiones. Por ello, él mismo Teporaca se convirtió en un “indio escapado” y luego en un “levantado”. Y en 1652 encabezó la tercera gran rebelión de los tarahumara.
Con su liderazgo dispersó mensajeros por toda la Sierra para convocar a los rarámuri que viven en lugares que viven apartados. Juntó alrededor de 2000 aliados en un valle del río Papigochi y ahí iniciaron ataques contra los españoles.
El 2 de mayo de 165 amenazaron con atacar Villa de Aguilar, por lo que los colonos abandonaron apresurados sus propiedades, principalmente ganado. Teporaca y su gente aprovecharon y se quedaron con los animales. Para después, cuando volvieron los habitantes pensando que el peligro había pasado caer ferozmente sobre la villa.
Después atacaron San Lorenzo y destruyeron la Misión de San Francisco Javier; el mismo tuvieron siete misiones de franciscanos: Santiago, Santa Isabel, San Andrés, San Bernabé, San Gregorio, San Diego y San Bernandino
Sin embargo, el 27 de febrero de 1653 fue traicionado por algunos rarámuri que peleaban a su lado. Los españoles que naturalmente lo odiaban y temían organizaron un juicio simulado y lo ahorcaron del árbol más alto de Tomochi, donde su cuerpo permaneció atravesado de flechas.
Cuentan que Teporaca renunció a la confesión católica y se negó a arrepentirse de sus “pecados”. Su memoria sigue siendo símbolo de orgullo y resistencia, para los rarámuri, los chihuahuenses y los mexicanos, así como para cualquiera que se niegue a doblar sus rodillas ante la injusticia.
Historias de los antiguos tarahumaras, para los rarámuri modernos
Historias como esta, y otras más que retratan el mundo de historias y creencias de los rarámuri, se pueden encontrar en el libro “Anirúame. Historias de los tarahumaras de los tiempos antiguos”, de Enrique Servín.
Este importante compendio de la cultura rarámuri resultó ganador del Premio Internacional de Mito, Cuento y Leyenda “Andrés Henestrosa” 2015, que otorga la Secretaría de las Culturas y Artes de Oaxaca (Seculta).
Se trata de una colección de relatos legendarios y mitológicos del pueblo rarámuri que el maestro Enrique Servín se dio a la tarea de recopilar y transcribir a lo largo de varios años. El libro tiene como objetivo la recuperación y conservación de relatos antiguos de gran valor cultural, primeramente para los mismos rarámuri y luego como herencia para los chihuahuenses y el resto del mundo.
El libro cuenta con tres ediciones, la primera publicada por el estado de Oaxaca. Una segunda versión que incluye un prólogo inédito del autor, publicada por el estado de Chihuahua y Editorial Azar. Y una versión en rarámuri, también publicada por el estado de Chihuahua y Editorial Azar, la cual cumple el propósito original del libro que es poner en contacto a los rarámuri modernos con los relatos de sus antepasados.